domingo, 27 de diciembre de 2009

Los humanos primitivos comían cereales procesados hace 100.000 años en África

Herramientas de la edad de piedra para procesar cereales descubiertas en la cueva de Ngalue (Mozambique)- GRADY SEMMENS/U.CALGARY

EL PAIS.es 22/12/2009
Unos restos de sorgo hallados en Mozambique son la prueba más antigua del consumo de granos por parte del "Homo sapiens".
El consumo de cereales salvajes por parte de los humanos primitivos es mucho más antiguo de los que se creía, a la vista de unos restos de sorgo descubiertos en un yacimiento arqueológico de Mozambique y datados en 100.000 años, un tiempo en el que hasta ahora se pensaba que el Homo Sapiens sería más bien recolector de frutos secos y frutas.
El arqueólogo Julio Mercader (Universidad de Calgary, Canadá) ha encontrado abundantes residuos de grano en unos instrumentos de piedra que estaban en la cueva de Ngalue y explica en la revista Science que debe ser harina de sorgo salvaje, lo que implica que aquellos humanos habían incorporado estos productos a la dieta. Es la prueba directa más antigua del consumo humano de cereales preagrícolas en el mundo, afirma el investigador.
"Este hallazgo ensancha el marco temporal del uso de semillas de gramíneas por parte de nuestra especie y es una prueba de una dieta variada y sofisticada mucho antes de lo que pensábamos", afirma Mercader. "Fue durante la Edad de Piedra, en una época en que se creía que la recolección de granos salvajes sería una actividad irrelevante, marginal en comparación con las raíces, los frutos secos y las frutas". Según el investigador, las evidencias halladas ahora Mozambique son equiparables a las pruebas de consumo de cereales por parte de los cazadores recolectores en muchas partes del mundo hace unos 12.000 años, solo que en este caso se trata de restos de 90.000 años más.
En la profundidad de la cueva, Mercader ha hallado docenas de instrumentos de piedra, huesos de animales y restos de plantas, lo que apunta hacia prácticas de alimentación en el lugar por parte de aquellos humanos primitivos, explica la Universidad de Calgary en un comunicado. La presencia de harina y de herramientas para moler indica que se llevaba el sorgo a la cueva para ser procesado.
"Se considera que el consumo de harina representa un paso crítico en la evolución humana por lo que supone de mejora de la calidad de la alimentación en la savana y en la selva africana, donde evolucionaron los humanos modernos", explica Mercader. Su hallazgo "puede ser unos los ejemplos más tempranos de esta transformación de la dieta". Es la complejidad técnica y la manipulación culinaria que los cereales exigen para su ingestión lo que hace que su uso sea un paso crítico en la historia de la humanidad.

sábado, 26 de diciembre de 2009

El torpe Lawrence de Arabia alemán

Retrato de Frobenius

Arriba, Leo Frobenius (primero por la izquierda) y su grupo ataviados como árabes cruzando el mar Rojo. Al lado, retrato de Frobenius como explorador y embarque de camellos de la expedición 1914-1915.- FROBENIUS INSTITUTE

JACINTO ANTÓN Elpaís.es 21/12/2009
Tenía grandes deseos de notoriedad, un temperamento megalómano y despótico, despreciaba a los pueblos a los que pretendía sublevar, ni siquiera hablaba sus idiomas, sus mapas eran deplorables y además se disfrazaba fatal. No es raro que resultara un más que discutible agente secreto y que su misión de levantar tribus y naciones contra los enemigos de Alemania en los tiempos de la I Guerra Mundial, para crear un nuevo foco bélico en África del Noreste, acabara en un total fiasco. Pero la aventura de Leo Frobenius, alias Abdul Kerim Pachá, y su descabellado plan, que acaba de salir al conocimiento público, de encender en llamas Abisinia y Sudán contra los intereses británicos en la zona -en una acción que es el reverso teutón y en fracasado de la rebelión de los árabes del desierto contra los turcos atizada por el coronel T. H. Lawrence-, resulta sensacional.
El etnógrafo, arqueólogo, historiador de la cultura y explorador berlinés Leo Frobenius (1873-1938) es un personaje rodeado de luces y sombras. Por un lado es reconocido como científico de talla e incluso genio africanista, pero por el otro aparece como un estrafalario y ladino sacamuelas capaz de anunciar el descubrimiento de la Atlántida durante una expedición en 1910 a Togo o de hacerse con un valioso bronce nigeriano a cambio de una botella de whisky. Wole Soyinka ha criticado su teoría aberrante de que los africanos no tenían madurez artística suficiente para entender la belleza de sus propias creaciones y el mismísimo conde Lászlo Almásy, el explorador de El paciente inglés, estuvo a punto de llegar a las manos con él porque, tras una expedición juntos, trató de apropiarse de su descubrimiento de las maravillosas pinturas de los nadadores del Wadi Soura. Los ingleses lo acusaron de tener un abyecto deseo irrefrenable por las nativas de los países que exploraba y darse a la absenta, pero, claro, eran los ingleses. En todo caso, una de sus obras, Decamerón negro, ha tenido la dudosa fortuna de llegar al cine convertida en popular película erótica (Il Decamerone nero, 1972).
"Aunque los documentos lo reflejan como un temerario charlatán en el asunto de la insurgencia y el espionaje, la controvertida misión de Frobenius a Eritrea es una de más las apasionantes peripecias de la I Guerra Mundial en el frente del Medio Oriente y África", recalca la historiadora madrileña Rocío da Riva, de 37 años, que ha descubierto las andanzas secretas del alemán en archivos en Alemania y Gran Bretaña. Bajo el disfraz de una expedición científica, Frobenius, buen amigo personal del káiser, Guillermo II, ocultaba objetivos políticos y militares en connivencia con los servicios secretos alemanes y turcos. Debía conectar con la aislada delegación germana en Addis Abbeba, llevarle instrucciones (los alemanes pretendían alentar los planes expansivos del ras etíope Lij Iyassu y convencerle de atacar posesiones británicas, francesas e italianas) y, tras cruzar la frontera sudanesa, organizar levantamientos para amenazar la posición inglesa en Suez.
Conocida como la Vierte Deutsche Inner-Afrikanische Forschungsexpedition, que ya es nombre discreto, la misión, de unos 17 hombres, entre ellos cinco europeos, con 60.000 marcos de oro, llegó a Constantinopla en noviembre de 1914. Pasó a Siria, Palestina y la costa del mar Rojo y de allí, en Al Wajh, cruzó en febrero de 1915 al puerto eritreo de Massawa, donde, tras un periodo de intriga e incertidumbre, fue obligada a regresar por los italianos. Una de las meteduras de pata fue atribuirse rangos militares (Frobenius, el de capitán). Pese a su fracaso, Frobenius, revelan los documentos, y esto lo identifica también con Lawrence, se convirtió en una verdadera obsesión para los servicios británicos, que lo consideraban una seria amenaza y lo veían hasta en Somalilandia.
Da Riva es una prestigiosa orientalista de aspecto engañosamente frágil y mirada decidida, que hoy está aquí explicándonos la historia en un bar barcelonés (es profesora de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología en la Universidad de Barcelona), pero hace poco se encontraba copiando inscripciones neobabilónias precariamente suspendida de una cuerda en un barranco en el Líbano. La joven encontró la huella perdida de la expedición del agente secreto en los papeles del Instituto Frobenius en Francfort y confirmó el asunto en los archivos del Foreign Office. De resultas, ha publicado en una revista especializada (Wiener Zeitschrift für Kunde des Morgenlandes, número 101), el erudito y fascinante trabajo Precursor de Lawrence de Arabia: la extraña empresa de Leo Frobenius en Arabia y Eritrea (1914-1915), que ha sido incluso loado por Robert Fisk.
Hay en la aventura de Frobenius camellos, claro; viajes abracadabrantes, riesgo mortal, persecuciones, intrigas, paisajes exóticos... hasta salen el legendario crucero alemán Emden y el padre del célebre Wilfred Thesiger. Uno de los episodios mejores es cuando al cruzar el mar Rojo el dhawl en que viajan los agentes alemanes es abordado por el crucero francés Desaix: no los encuentran porque se esconden en el apestoso tanque sanitario del barco: es tentador verlo como metáfora de que la misión de los chapuceros servicios secretos imperiales, era, con perdón, una mierda. En un momento determinado, los pasos de Frobenius y Lawrence de Arabia casi se cruzan: el agente alemán viajará en los trenes de la línea de Hijaz que el valiente narcisista galés se dedicará muy poquito después a hacer saltar por los aires; de un pelo fue que no se encontraran los dos agentes, con un rifle o un revólver entre ellos.
Frobenius no es desde luego el único (ni el más adecuado) al que se le puede pegar el apelativo de Lawrence alemán. Para ser sinceros, lo hizo mucho mejor, entre otros, Wilhem Wassmuss, Wassmuss de Persia, que, vestido con ropajes del desierto, organizó en 1915 la sublevación de las tribus qasqai contra los británicos y saboteó oleoductos. Es verdad que Wassmuss, también fue algo patosillo y, ay, perdió sus códigos.

martes, 22 de diciembre de 2009

Abdelkrim: el "moro" que cambió la historia de España

Amanda Figueras 19/12/2009 Elmundo.es

Ligeramente estrábico, de inteligencia precoz, gran sentido de la diplomacia y extraordinaria capacidad para el trabajo. Es Abdelkrim El Jatabi (Axdir, 1880-El Cairo, 1963), más conocido por ser aquel 'moro amigo' de España quien años después lideraría la resistencia rifeña contra la ocupación española en Marruecos.
De él se hablaba en los años veinte, después su figura ha caído en el olvido. La historiadora María Rosa de Madariaga publica 'Abd el-Krim El Jatabi. La lucha por la independencia' (Alianza Editorial) para reivindicar su figura y romper mitos.
"Su papel para la historia de España y el mundo ha pasado inadvertido, pero es fundamental". Según explica en una entrevista con ELMUNDO.es, es un precursor de los movimientos de liberación nacional de los pueblos colonizados después de la Segunda Guerra Mundial.
Explica que las derrotas militares llevaron a la dictadura de Primo de Rivera -para acallar las voces que pedían responsabilidades tras el 'expediente del general Picasso' que daba cuenta de la incompetencia de los mandos españoles en la batalla de Annual-. De ahí vino la República -como oposición a la dictadura- e incluso la del general Francisco Franco, golpe orquestado por un grupo de militares 'africano militaristas' (de la Legión y los Regulares, cuerpos coloniales) reforzados justamente tras haber vencido al rifeño.
El magrebí, según relata De Madariaga, lo quería ver todo, estudiar todo, era muy inquieto. De ahí su ambición. Estudió en la Universidad de Al Qarawiyin (Fez), después se trasladó a Melilla y trabajó como periodista, profesor de una escuela de enseñanza primaria para hijos de marroquíes establecidos en la ciudad y fue juez.
Después, ejerció de intérprete de las Oficinas Indígenas, gracias a un puesto creado a su medida. Vivió la primera parte de su vida orientado al vecino del Norte, y la considerada como "traición" fue fruto del desencanto por las promesas incumplidas.
Abdelkrim pensaba -como su padre- que España, a la que la Conferencia de Algeciras había dado un papel predominante en la zona septentrional del país, podría contribuir mediante una importante ayuda económica y técnica al progreso del Rif.
Todo ello, en medio del ambiente convulso que vivía Marruecos en aquellos primeros años del Siglo XX, en el que había violentas reacciones contra el Majzén y los extranjeros, a los que se hacía responsables de todos los males que les aquejaban.
España ocupaba parte del norte, Francia iba sumando territorios en la región occidental a los que ya controlaba en la oriental incluso tuvo que ceder parte del Congo a Alemania a cambio de que la dejara trabajar por sus intereses en la zona-.
Abdelkrim pagaba la enemistad de las gentes de su tribu, ayudó a los españoles en varias ocasiones en la organización de desembarcos militares -estaba de acuerdo con algún modo de ocupación pacífica- que después, por diversos motivos, no se realizaron. Pero él, se quedaba sólo ante el recelo, y a veces la violencia, de los suyos.
Hasta que, frustrado, un día optó por ponerse al lado de aquellos que luchaban contra la ocupación extranjera, a pesar de que ideológicamente no estaba de acuerdo con parte de su argumento: no rechazaba la cultura occidental ni el progreso.
El libro no se olvida del lado humano del personaje, en el que la autora ha indagado de la mano de una de sus hijas, Aicha. Cuenta cómo fue su relación con ellos, con algunos, más intensa sólo durante su exilio en la Reunión y después en El Cairo.
La historiadora arremete contra quienes han escrito sobre el asunto sin hacer una investigación seria "han aportado algo, pero hay muchos que no han ido a las fuentes primarias, a los archivos. Nadie es perfecto, y es verdad que hace tiempo muchos documentos no se podían consultar, aún así no se debe repetir las cosas sin comprobarlas", explica.
Uno de los ejemplos de esta deformación es la extendida historia de que el enfado de Abdelkrim hacia España se debió a que el general Fernández Silvestre, comandante general de Melilla, le había dado una bofetada. "No fue así", aclara. Ella se ha metido a fondo en los documentos, de lo que da cuenta en el libro, en el que se reproducen decenas de ellos, como con él solicitó la nacionalidad española (lo hizo sin éxito en dos ocasiones).
"El mayor error de la percepción de España respecto a Abdelkrim es verlo como un jefe salvaje y cruel. Se le atribuyeron erróneamente las masacres de Monte Arruit, de Zeluán y Nador (regiones próximas a Melilla), sobre las que no tuvo responsabilidad directa", asegura.
Además, critica que su historia sirvió para alimentar los prejuicios del imaginario colectivo de que los magrebíes son personas traicioneras. "En España ha habido amnesia colectiva respecto a la huella de los árabes en general y de nuestra relación con Marruecos".

domingo, 20 de diciembre de 2009

Complot para negar el acceso al trono de Isabel II

EMILI J. BLASCO LONDRES ABC.es 20-12-09
Abdicó para casarse con la divorciada Wallis Simpson, pero la pareja se dejó tentar por la ambición y maniobró para recuperar el Trono y cerrar el paso a la futura Isabel II. Correspondencia ahora hallada del Duque de Windsor desvela un plan bien preparado, pero que nunca pudo ejecutarse.

«No puedo estar sentada a su lado y ver cómo el Duque de Windsor es desaprovechado», escribió su esposa en una carta conspirativa. Acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial y Wallis Simpson, la estadounidense dos veces divorciada que le costó el trono a Eduardo VIII -quien fue coronado sólo por unos meses en 1936- dejaba entrever su ambición por ejercer de reina consorte del Reino Unido y los dominios británicos.
El complot estaba perfilado. El Duque de Windsor volvería a Inglaterra, compraría una finca de campo próxima a Londres -suficientemente distante para aparentar no implicarse en los asuntos internos del país, pero lo bastante cerca para que personas decisivas del establishment fueran allí a tomar el «lunch»- y esperaría. En 1946 la salud de su hermano, Jorge VI, estaba fallando y en 1949 su empeoramiento hacía temer que el Trono recayera de modo inminente en una inexperta joven. Ciertos elementos de la corte hacían correr que la futura Isabel II sería una marioneta en manos de Lord Mountbatten y su sobrino, que se acababa de casar con la Princesa. La regencia caería como fruta madura en manos del Duque de Windsor, quien podría perpetuarse en el Trono si sabía jugar bien todas sus cartas. Ese era el plan, pero nada salió de ese modo.
El Duque de Windsor nunca dejó de preocupar al Gobierno de Londres. Primero fue la crisis institucional que provocó su romance con Wallis, con la que pudo casarse tras ser forzado a abdicar; luego siguieron las incómodas actividades exteriores de la pareja, con su visita a Hitler en 1937, y un periplo por el exterior, con recalada en la España de Franco, que no dejaba de levantar suspicacias. Se temía que, en caso de una ocupación de Gran Bretaña por parte de los nazis, Eduardo VIII se prestara a ser reinstaurado, dando legitimidad a los invasores.
En realidad, el verdadero intento de los Duques de Windsor por ocupar el Trono británico se produjo al término de la guerra, como ahora revela la correspondencia que mantuvieron con Kenneth de Courcy, un aristócrata y confidente de ambos que procuró aprovechar sus contactos entre cortesanos y políticos para promover la causa del Rey abdicado. Las cartas, pertenecientes a un legado dejado a una biblioteca de California, han sido halladas por Christopher Wilson, autor de biografías de varios miembros de la Familia Real.
Las cartas, remitidas o recibidas por los Duques de Windsor durante su tiempo de residencia en Francia, comenzaron en la primavera de 1946. Las referencias, primero veladas, fueron luego algo más explícitas, aunque siempre evitando cualquier riesgo de ser acusados de traición. En verano de ese año, Wallis escribió: «Estamos siempre ocupados dando vuelta a las cosas en la cabeza una y otra vez; no hay duda de que algo hay que hacer».
La arterioesclerosis de Jorge VI, quien inesperadamente y con reticencias se había convertido en Rey tras la abdicación de su hermano, se complicó seriamente en 1949, momento en el que el complot estaba ya más maduro. «El Rey está gravemente enfermo y fuera de circulación», escribió De Courcy, «y no volverá a estar en circulación otra vez (...) El Rey afronta la temible tragedia de perder primero una pierna y luego la otra (...) El Rey estará capacitado para hacer extremadamente pocas cosas y además los que están a su alrededor ganarán más y más poder. Puedo decir del modo más confidencial que la regencia ya ha sido discutida y parece suficientemente probable que dentro de poco será nombrado».
De Courcy, sin aclarar los apoyos que había ido recavando, probablemente confiaba de modo ilusorio en el temor que detectaba en los círculos monárquicos a un vacío de poder en el palacio de Buckingham y un posible incremento de influencia del Conde de Mountbatten, a quien se atribuían ambiciones dinásticas.
«No necesito decir», agregaba el aristócrata, «que si la regencia estuviera influida por los Mountbatten, las consecuencias para la dinastía sería fatal (...) Los Mountbatten, completamente bien informados de la situación, harán cualquier cosa en su poder por aumentar su influencia». En ese momento, la Princesa de Gales contaba con apenas 23 años, cuatro menos de los que hoy tiene el príncipe Guillermo. El hecho de ser joven y mujer, supuestamente incapaz de liderar una país salido de la guerra, hacía prever un reinado débil y sometido a influencias.
La gran oportunidad había llegado, y era descrita extensamente en una carta a la Duquesa de Windsor, que la situación presentaba como la gran rival de su sobrina política: Wallis contra Isabel, la mujer madura y experimentada frente a la inexperta heredera. «Me gustaría ver que tú y el Duque», continuaba De Courcy pormenorizando su plan, «compráis una propiedad en el campo en algún lugar cercano a Londres, que el Duque dedique gran parte de su tiempo a agricultura experimental en los aspectos más avanzados. Esto ejercería un gran atractivo sobre el país. Debería haber un rígido rechazo a ser visto en sitios que pudieran dar a los enemigos la más mínima oportunidad para lanzar una propaganda de play-boy (...) Vuestra propiedad debería estar suficientemente cerca de Londres para hacer posible que la gente fuera en coche para comer, y la lista de invitados debería ser considerada cuidadosamente».
Pero lo que el complot no podía controlar era la salud de Jorge VI, y aquí los conspiradores perdieron la partida. El Monarca experimentó una mejora temporal y pudo vivir, «andando con la muerte», como lo describió Winston Churchill, hasta el 6 de febrero de 1952. Entonces a punto de cumplir 26 años y con una acelerada pero concienzuda preparación, Isabel II ascendió al trono sin que nadie planteara la posibilidad de una regencia.
Truncadas sus ilusiones, Wallis proyectó su odio hacia los británicos. «Odio ese país. Lo odiaré hasta que me vaya a la tumba», afirmó cuando sus opciones se habían esfumado, según una biografía publicada en 2005 por Charles Higham. La Duquesa no acudió al entierro de su cuñado, y tanto ella como su marido se quedaron en París el día de la coronación de Isabel II. Su vida continuó entre la capital francesa, Nueva York y Palm Beach. Él murió de cáncer en 1972, a los 77 años; ella vivió hasta 1986. Ambos fueron enterrados en los dominios del castillo de Windsor, en un cementerio para miembros de la realeza, pero no soberanos.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Franco era tremendamente críptico y complejo, muy celoso de su poder.

ABC Saludo entre Franco y Hitler en la Entrevista de Hendaya el 23 de octubre de 1940

MANUEL DE LA FUENTE MADRID ABC.es 16.12.2009
Eran tiempos muy duros. España acababa de sufrir una guerra atroz que había dejado nuestra tierra en los huesos, hambrienta y martirizada. Europa sentía sobre su milenaria piel la contienda más terrible que nunca habían visto ojos humanos: la Segunda Guerra Mundial. En aquellos años, nuestro país estuvo colocado entre la espada del nazismo y la pared de los Aliados que habían desembarcado en el Norte de África. Y, en medio, Franco, cargado de una escasa artillería ideológica pero siempre dispuesto a pactar y contemporizar con tal de mantener su Régimen, en el que tampoco faltaban las luchas intestinas.
Sobre tan dificilísimo momento de la vida española arroja nuevas luces «Entre la Antorcha y la Esvástica. Franco en la encrucijada de la II Guerra Mundial» (Ed. Actas), libro del historiador y colaborador de ABC Emilio Sáenz-Francés San Baldomero, con abundante material inédito, en gran parte procedente del Archivo de ABC.
-Este período no parece muy conocido en España.
-La política exterior española durante la II Guerra Mundial es un terreno mucho más complejo de lo que se ha creído, al que hay que empezar a liberar de tópicos interesados. Muchos han visto estos años como un terreno propicio para demonizar a Franco o para elevarlo a los altares por su clarividencia.
-¿Ha sido difícil dar con la documentación que aporta?
-A la documentación hay que perseguirla. Es como salir de caza. En los años que he dedicado a esta investigación he recopilado más de 20.000 documentos originales, gran parte inéditos. Con ello creo que queda claro que ningún estudio puede presumir de poder cerrar la investigación sobre un periodo histórico. Eso es imposible.
-¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
-El hallazgo de las Memorias Secretas del embajador alemán en España Hans Adolf von Moltke. Es un texto de la máxima importancia que me permitió abrir una línea nueva en la investigación sobre la política del III Reich con respecto a España desde una perspectiva novedosa y muy reveladora.
-¿Franco actuaba solo, de forma personalista, o se dejaba influir?
-Franco era tremendamente complejo y críptico. Creo que no despreció los consejos de fuera, pero también se volvió mucho más independiente, seguro de sí mismo. Fue siempre muy celoso de su poder, no le gustaba en absoluto que nadie en el régimen se hiciese demasiado presente, o se creyese imprescindible... y actuase como tal.
-En el régimen convivían diversas fuerzas. ¿Existían fricciones?
-Sí. El Régimen Franquista era todavía un horno de pasiones enfrentadas y de proyectos contradictorios. La guerra excitó esa realidad, lanzó a sectores (minoritarios) de la Falange a una carrera que a veces fue desesperada por el poder, en la que la Embajada Alemana jugó un papel clave. El Ejército, en su mayor parte más decimonónico y alfonsino que, aún franquista, no estaba dispuesto a dejarse avasallar. Los monárquicos esperaban su oportunidad. Franco demostró ser -con mucho- el más hábil... o, como dijo José Antonio Girón: «Paso de buey, vista de halcón, diente de lobo... y hacerse el bobo».
-¿España pudo ser invadida?
-Cuando, en otoño de 1943, se produce el desembarco aliado en el norte de África (Operación Antorcha), España pasó a verse amenazada, por el sur por los Aliados, y en el norte por unas divisiones alemanas que comenzaron a generar una enorme inquietud en Madrid. Los Aliados no simpatizaban con Franco, pero entre sus objetivos -si España se mantenía fuera de la guerra- no entraba una acción contra él, aunque se prepararon planes muy minuciosos para contrarrestar una reacción hostil. En el caso del Eje, los italianos eran conscientes de que, si África caía, el siguiente paso de los Aliados sería Italia. Y el mejor medio de evitarlo era una acción a través de la Península Ibérica. En Berlín se compartía ese punto de vista, y comenzaron a prepararse planes de invasión... Pero Hitler sólo tenía una preocupación que ya no le abandonaría: Rusia.

martes, 15 de diciembre de 2009

Los seres humanos ya habitaban el techo del mundo en el paleolítico

Una mujer en la meseta china de Qinghai

EP PEKIN ABC.es 14.12.09

Estudios genéticos realizados por el Instituto de Zoología de Kunming han permitido a científicos chinos descubrir que en el final de la Era Paleolítica los seres humanos colonizaron la meseta de Qinghai en el Tíbet, conocida como «el techo del mundo» y que tiene un promedio de 4.000 metros de altura.
«A través del análisis de herramientas de la Era Paleolítica excavadas de la meseta varios años atrás, los arqueólogos han llegado a considerar la posibilidad de que seres humanos hayan habitado la meseta hace 30.000 años», ha informado la investigadora del Instituto de Zoología de Kunming, subordinado a la Academia de Ciencias de China, Zhao Mian, a la agencia china de noticias Xinhua.
Los científicos centrados en el estudio de la genética han intentado precisar cuándo se establecieron los seres humanos modernos en la meseta mediante componentes hallados en los genes de los tibetanos actuales. «Pero debido a la escasez de muestras de ADN de tibetanos, especialmente de aquellos que efectivamente habitan en la región autónoma del Tíbet(. . . ) los expertos no han logrado determinar si la raza tibetana tiene componentes de esa antigua 'generación' en sus genes», ha explicado Zhao.
El ADN mitocondrial, que se encuentra en las hembras, es un medio para descubrir nuestros ancestros y permite establecer el origen de muchas especies. «Nuestros resultados confirman que la gran mayoría de los componentes matrilineales tibetanos tienen sus ancestros en inmigrantes Epipaleolíticos y Neolíticos de lo que hoy es el norte de China, es decir hace cerca de 10.000 años, lo que coincide con otros estudios realizados anteriormente», ha sostenido la investigadora Zhao.
Otro de los hallazgos del grupo científico chino es un nuevo haplogrupo, el M16, que sirve para definir los grupos ancestrales y las poblaciones genéticas de los seres humanos. «A diferencia de los componentes matrilineales tibetanos heredados de los inmigrantes del norte de China, los M16 se ramificaron directamente de los componentes genéticos de los ancestros de los euroasiáticos modernos», ha apuntado Zhao.
El haplogrupo M16 representa una «reliquia genética» que procede de aquellos que habitaron la meseta en la Era final del Paleolítico y que aclara la fecha exacta del asentamiento. También el descubrimiento de huellas humanas de la era Paleolítica en la provincia de Lhasa apoya los resultados de la investigación. «La edad de las reliquias es similar a la de los M16, por lo que creemos que eso, en cierto modo, respalda los resultados de nuestra investigación», ha agregado Zhao.
Los descubrimientos realizados por el grupo chino y el artículo de Zhao Mian será publicados en una de las más prestigiosas revistas científicas del mundo, Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

mujer en la meseta

domingo, 29 de noviembre de 2009

El legado de la libertad

FERNANDO GUALDONI 28/11/2009 Elpaís.com

John Lynch, biógrafo de Simón Bolívar y de José de San Martín, reivindica la figura de los dos grandes héroes de la independencia. "Ejercieron un liderazgo desinteresado, sin esperanzas de obtener privilegios, ambos fueron modélicos".
Una legión de ordenanzas, desde la ciudad de Panamá hasta Tierra del Fuego, se afana en sacarle brillo a los miles de retratos de Simón Bolívar y José Francisco de San Martín que presiden las aulas, cuarteles y ministerios desde hace casi dos siglos. Son los rostros mitificados de los dos máximos libertadores de América del Sur que suelen compartir pared con Jesucristo crucificado. Son los héroes intocables. Aunque el legado de ambos se ha utilizado como al gobernante de turno le viniera mejor, sus vidas han estado por encima de todo, como si hubiesen sido sobrehumanos.
Ningún latinoamericano gusta de asumir que ambos libertadores acabaron su obra apesadumbrados. Los dos empezaron su lucha como auténticos republicanos y la terminaron coqueteando con la monarquía. Bolívar llegó incluso a redactar una Constitución vitalicia y con derecho a elegir sucesor. San Martín abandonó su Argentina natal y murió en el exilio en Francia, mientras que su par venezolano falleció enfermo en Colombia, poco después de que su sueño de una América unida se hubiera roto para siempre.
"San Martín y Bolívar pueden describirse como herederos del absolutismo ilustrado, ambos creían que la mejor forma de servir a la independencia era a través de gobiernos fuertes que impusieran el cambio social contra los intereses de los terratenientes", explica el prestigioso hispanoamericanista John Lynch. Para este profesor, "criticar a ambos por haber acabado sus vidas siendo absolutistas conservadores en vez de demócratas liberales es sacar las cosas de quicio. Ninguno de los dos podía satisfacer todos los intereses y no eran tan idealistas como para llevar a sus países hacia la destrucción en una vaga búsqueda de la igualdad. Tuvieron dudas legítimas sobre cuál era el nivel de libertad apropiado y hasta dónde los diferentes grupos opuestos podían actuar sin poner en peligro la propia existencia de los nuevos Estados. Respecto al ejercicio de un liderazgo desinteresado, sin esperanzas de obtener privilegios, ambos libertadores fueron modélicos".
El profesor Lynch, de 82 años, declinó la oferta de hacer una entrevista en Londres por problemas de salud y prefirió hablar sobre las independencias hispanoamericanas desde su ordenador. A través del ciberespacio, el director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres -hoy Instituto de las Américas- desde 1974 a 1987 reflexiona sobre los acontecimientos de hace 200 años y cómo éstos aún marcan la vida de los hispanoamericanos. Es un ir y venir de preguntas que podría prolongarse infinitamente.
Lynch conoce la vida de los libertadores como pocos. En 2006 publicó la biografía de Bolívar y hace sólo unos meses la de San Martín (Yapeyú, 1778-Francia, 1850), las dos en la editorial Crítica. No sólo relata sus vidas, sino que contextualiza minuciosamente sus decisiones. Desde la grandeza hasta las intrigas y la rivalidad que pudo haber entre los dos... Todo está en esos textos. En las biografías aprovecha para poner en primer plano y con lujo de detalles la sociedad hispanoamericana de la primera mitad del siglo XIX. Son el complemento de otros dos textos clave de Lynch para entender la construcción de los nuevos Estados: Las revoluciones hispanoamericanas, 1808- 1826 (Ariel, 1989) y Caudillos en Hispanoamérica, 1800-1850 (Mapfre, 1993).
Bolívar, nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, era hijo de un terrateniente y comerciante criollo de buena posición. La familia llegó a solicitar un título nobiliario cuya tramitación nunca se concretó. El joven Simón se educó en su tierra natal, pero su fortuna le permitió, siendo aún adolescente, viajar a Europa. Contrajo matrimonio a los 19 años con María Teresa Rodríguez del Toro en Madrid. Ella murió menos de dos años después de fiebre amarilla y él nunca volvió a casarse. Dedicó su vida a conjugar la política, la diplomacia y la guerra.
El 25 de febrero de 1778 nació San Martín en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes, Argentina. Allí estaba destinado su padre, un militar palentino, para administrar los bienes que habían dejado los jesuitas tras su expulsión. A los siete años regresó a España y con apenas 11 se enroló en el Regimiento de Murcia. Combatió en Melilla y Orán y contra los franceses en Bailén. Renunció al Ejército español en 1811
Por entonces, tanto Bolívar como San Martín supieron advertir la debilidad de España como potencia imperial y la importancia de Gran Bretaña como aliado. Bolívar, asegura, Lynch, valoró que Londres "proporcionaba a Hispanoamérica la protección que ésta necesitaba: la Marina británica, en pos de los intereses británicos [sobre todo comerciales], impediría cualquier agresión europea en las Américas".
"Las crecientes demandas económicas de las colonias españolas son un aspecto importante de la independencia y San Martín y Bolívar fueron conscientes de ello. Sin embargo, ésta no es la explicación fundamental de la crisis. El Gobierno de los Borbones cambió el carácter del Estado colonial y el ejercicio del poder en América. Carlos III y sus ministros sabían menos de la América española que los historiadores modernos. Los datos los tenían. Los informes de las capitales virreinales ya habían empezado a registrarse en el Archivo de Indias. Pero nadie los leía o, si lo hacían, no los entendían. El pasado fue ignorado, hasta repudiado. El reinado de los Habsburgo se había relacionado con sus colonias a través del consenso y, desde 1650 hasta 1750, había permitido a los criollos tener acceso a la burocracia y los negocios. Los americanos desarrollaron un mercado interior pujante", explica el historiador.
"Pero, a partir de 1750, los Borbones decidieron poner fin a esta anomalía y volver a los tiempos en que se degradaba a los criollos. El objetivo era restaurar la grandeza imperial de España, y al hacerlo, alienar a la élite criolla que vio cómo el Gobierno y la economía de América pasaba a manos exclusivas de los españoles peninsulares", recuerda el hispanoamericanista. "Esta deconstrucción del Estado criollo, este proceso de desamericanización de América, fue el disparador de las revoluciones por la independencia. Fue este absolutismo colonial el que generó los movimientos de resistencia que acabaron dirigiendo San Martín y Bolívar".
Los libertadores estuvieron a punto de encontrarse a finales de 1811 en Londres, pero San Martín llegó poco después de que Bolívar y otro venezolano, Francisco de Miranda, marcharan a América a impulsar el movimiento independentista. Miranda, considerado por muchos historiadores el padre de la emancipación americana, fue más tarde acusado por Bolívar de traidor a la causa y entregado por éste al Ejército español. El militar, que había luchado en la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos, murió enfermo en una prisión de Cádiz en 1816. Más de un estudioso ha interpretado que Bolívar traicionó a Miranda para ser la única cabeza del movimiento revolucionario.
En 1822 en Guayaquil, tras el único encuentro que mantuvieron los dos libertadores, San Martín también se marchó con la sospecha de que Bolívar le había negado el apoyo militar necesario para acabar en Perú la guerra contra España con el fin de convertirse en el único héroe de la gesta. "San Martín nunca pudo explicarse a sí mismo o a otros las razones de la negativa. Es plausible creer que Bolívar quiso quedarse con toda la gloria", reconoce Lynch. Dos años más tarde, el mariscal Antonio José de Sucre, el oficial favorito de Bolívar, libró en Ayacucho la última batalla por la independencia.
Mucho antes de la victoria final sobre el Ejército español, San Martín y Bolívar se habían dado cuenta de que las luchas intestinas por el poder en América del Sur iban a ser un peligro mucho mayor que la Corona. El general argentino armó el Ejército de los Andes, cruzó la cordillera para emancipar Chile con escasa ayuda de Buenos Aires y se embarcó para liberar Perú desobedeciendo órdenes del Gobierno porteño, mientras que el venezolano vio cuestionada su autoridad por los dirigentes locales en varias ocasiones. Llegó a sofocar sin piedad una revuelta de los mestizos encabezada por Manuel Piar, un general muy cercano al libertador.
"El caudillismo es la forma primitiva de la dictadura moderna y no deriva del colonialismo español. España gobernaba América Latina a través de las instituciones tradicionales de la propia monarquía -virreyes, gobernadores, audiencias-, no a través de los caudillos. Pero el derrumbe de los Borbones en 1808 dejó un vacío de poder en América que los líderes locales se apresuraron a llenar", reflexiona Lynch. "El caudillismo es, pues, un producto de las guerras de independencia, cuando los líderes regionales pudieron reunir los hombres y los recursos y, a través de ellos, ejercer el poder y el clientelismo político. Tras la independencia el caudillismo continuó desarrollándose, aunque no de forma ininterrumpida. La dictadura de Rosas en Argentina y más tarde el Gobierno de Perón tenían sus señas: absolutismo, exclusivismo y abuso del patronazgo. Estadistas como San Martín y Bolívar no fueron caudillos. Ellos no tuvieron una base económica personal o de fortaleza social para alzarse como tales".
A menudo, cuenta el profesor, se le pregunta si Hugo Chávez, que ha cambiado el nombre de su país por el de República Bolivariana de Venezuela, puede invocar a Bolívar como modelo. "Para responder menciono tres cuestiones: en primer lugar, se llama a sí mismo un "revolucionario bolivariano" y habla de establecer un Estado socialista. Bolívar nunca promovió una revolución social ni pretendió hacerlo. La redistribución de la tierra, la igualdad racial, la abolición de la esclavitud, los decretos a favor de los indios eran las políticas de un reformista, no de un revolucionario. Bolívar era demasiado realista para creer que podía cambiar la estructura de la sociedad de América del Sur por la imposición de leyes o políticas inaceptables para los principales grupos de interés. La segunda cuestión se refiere a las relaciones internacionales. Bolívar cultivó el apoyo de las grandes potencias, no de los países marginales. Mantuvo cierto recelo hacia Estados Unidos pero admiraba cómo este país había encarnado los ideales de igualdad y libertad. Fue deferente hacia el poder imperial de Gran Bretaña. El comercio y las inversiones británicas los vio como un beneficio, no como una amenaza. La tercera cuestión es tal vez la única que le da la razón a Chávez. Una de las ideas más controvertidas de Bolívar era que los presidentes debían servir de por vida y tener el poder de nombrar a su sucesor. Y el historial de Chávez muestra que él siempre está hambriento de poder".
El argentino Juan Manuel de Rosas, el venezolano José Antonio Páez, el mexicano Antonio López de Santa Anna o el guatemalteco Rafael Carrera, entre otros, fueron los precursores de un modelo de gobierno que ha perdurado en América Latina, un sistema personalista sustentado en la relación patrón-cliente. "La figura del caudillo, que normalmente procedía de una base de poder regional, supuso uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de las naciones. La soberanía personal destruía las constituciones. El caudillo se convirtió en el Estado y el Estado en propiedad del caudillo. Paradójicamente, los caudillos también pudieron actuar como defensores de los intereses nacionales contra las incursiones territoriales, las presiones económicas y otras amenazas externas, fomentando, asimismo, la unidad de sus pueblos y elevando el grado de conciencia nacional. Los caudillos eran representantes y a la vez enemigos del Estado-nación", aclara Lynch. "La historia de las dictaduras no constituye toda la historia de Latinoamérica. Pero aun en los regímenes constitucionales quedaron rastros del pasado. Desde el caudillismo primitivo, pasando por la dictadura oligárquica, hasta los líderes populistas, la tradición del caudillo fue dejando huella en el proceso político. Quizás la cualidad más importante de los caudillos, que les sirvió para sobrevivir a los avatares de la historia, haya sido el personalismo, descrito por un historiador como la sustitución de las ideologías por el prestigio personal del jefe".
Los libertadores fueron capaces de advertir muchos de los males que azotarían a la región en los años venideros. En su carta de despedida del pueblo peruano, San Martín alertó sobre el peligro de los golpes de Estado: "Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos. La presencia de un militar afortunado por más desprendimiento que tenga es temible a los Estados que de nuevo se constituyen...", escribió el 30 de septiembre de 1822. Esa misma noche se embarcó rumbo al exilio.
Simón Bolívar plasmó su decepción en noviembre de 1830 en una carta al general Flores, el primer presidente del flamante Ecuador: "Usted sabe que he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1. La América es ingobernable para nosotros. 2. El que sirve a una revolución ara en el mar. 3. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4. Este país caerá infaliblemente en manos de una multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas...".
A pesar del desencanto, John Lynch acaba las dos biografías convencido de que ambos libertadores fueron hombres tenaces que llevaron sus ideales hasta las últimas consecuencias. Tal vez acabaron sus vidas con cierto sabor amargo, pero convencidos de su obra. Ambos primaron los intereses americanos frente a los de sus países y los suyos propios. San Martín nunca pretendió una unión regional. No ignoró las diferencias entre Argentina, Chile y Perú; y las asumió con el mayor pragmatismo. Bolívar sí mantuvo durante 12 años su sueño de la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador juntos). Y aun quebrado su proyecto, preservó la ilusión de una América libre e igualitaria hasta el último aliento.
"En la víspera de los bicentenarios de las independencias", reflexiona Lynch, "España puede argumentar que su imperio en América no fue malvado. Hay muchas cosas de las cuales puede enorgullecerse: la organización de las instituciones, el desarrollo económico y la educación de los pueblos, entre otras cosas. El descontento de los criollos que generó el movimiento independentista no fue el resultado de tres siglos de opresión despiadada, sino una reacción a la política de los Borbones hacia la región y a los acontecimientos de 1808".

jueves, 26 de noviembre de 2009

Hallada la momia del monarca Pere el Gran

Los técnicos han accedido al sarcófago de Pere el Gran mediante la introducción en el mismo de una cámara.- DEPARTAMENTO CULTURA GENERALITAT

FERRAN BALSELLS - Santes Creus - 26/11/2009 Elpaís.com

Los restos de Pere el Gran (1240-1285), monarca de la Corona de Aragón cuyos despojos son los únicos de la dinastía que nunca han sido profanados, han sido localizados intactos en una tumba en el monasterio de Santa Maria de Santes Creus (Tarragona). El excepcional hallazgo lo ha realizado un equipo de arqueólogos de la Generalitat y coincide con la celebración del 850 aniversario del complejo cisterciense.
Los restos de Pere el Gran, hijo de Jaume I y figura clave en la historia de la Corona, se encuentran en un sarcófago de piedra y los investigadores confirman que el enterramiento se conserva en su estado original. Los despojos humanos, aparentemente embalsamados, están cubiertos por un tejido y una especie de casco cubre el cráneo del monarca.
Pere el Gran, III de Aragón, I de Valencia y II de Barcelona, fue también rey de Sicilia durante un mandato clave en la historia de la Corona (1276-1285). Sus restos permitirán esclarecer las causas de la muerte del rey así como la autenticidad de los restos de Jaume I el Conquistador (1208-1276), su padre enterrado en el monasterio de Poblet con dos cráneos de características similares en el mismo sarcófago.
La Generalitat analizará el ADN de Pere el Gran para determinar sus características físicas y genéticas, así como su dieta alimentaria. También reconstruirá el rostro del monarca. Los técnicos han accedido al sarcófago de Pere el Gran mediante la introducción en el mismo de una cámara, un sistema no intrusivo que ha arrojado las primeras imágenes del cráneo del rey.
Pere el Gran fue el primer monarca de la Corona en recibir sepultura en el monasterio de Santes Creus y mediante el rito europeo, lo que implicó embalsamar el cuerpo y ha permitido la conservación prácticamente virgen de la momia del monarca. Los trabajos también han confirmado que el cuerpo fue enterrado con abundantes sustancias aromáticas florales, cómo solía hacerse en la época.
Pere el Gran permitió consolidar la expansión la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo iniciada por su padre, Jaime I. También pacificó el territorio de la Corona, amenazados por las últimas revueltas árabes y la expansión de la monarquía francesa, que llegó a tomar Girona en 1285. La expulsión de las tropas del francés Felipe III fue la última gran victoria de Pere el Gran, lograda meses antes de fallecer. Su muerte se celebró con el primer funeral de la realeza realizado en el Monasterio de Santes Creus, abadía cisterciense del siglo XII que supone una de las joyas de las construcciones medievales en Cataluña. Además de la tumba y el mausoleo de Pere el Gran contiene los restos de su hijo, Jaume II, y la esposa de éste, Blanca d'Anjou. Ambos restos, a diferencia de los descubiertos ahora, han sido profanados en diversas ocasiones.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Los sueños de un libertador

Francisco de Miranda. Por Tovar y Tovar. ABC
Cubierta del libro «Sueños de un libertador», publicado por Roca Editorial /ABC.es

Manuel de la Fuente. ABC.es 25.11.09

Fue un hombre y su sueño de toda una vida: la creación de los Estados Unidos de América del Sur. Fue masón, aventurero, ilustrado, general de la Francia revolucionaria, combatiente en las tropas rebeldes de George Washington contra los casacas rojas ingleses, amigo de Catalina la Grande.
Recorrió medio mundo, a menudo con su biblioteca de seis mil volúmenes a cuestas, y dejó constancia de su saber enciclopédico y polifacético en los setenta y tres volúmenes que recogen su diario y sus archivos personales bajo el título de «Colombeia».
Nacido en Caracas, hijo de español de origen canario y de criolla, finalizó sus días en el penal gaditano de las Cuatro Torres, en el arsenal de La Carraca, tras haber sido traicionado por Simón Bolívar, al que había ayudado en sus ansias de convertirse en el Libertador de la América Hispana.
Se llamó Francisco de Miranda y fue una de las personalidades más inverosímiles y apasionadas de la Historia de España. Tras un almuerzo, el mismísimo Napoleón Bonaparte dijo de él: «En la comida se encontraban hombres de la más grande importancia, entre ellos creí ver a un Don Quijote, con la diferencia de que no estaba loco. Era el general Miranda. Tiene el fuego sagrado del amor a la libertad en el alma».
Ese fuego sagrado lo llevó a idear y llevar a cabo el asalto por mar de los territorios españoles en el Caribe empezando por su Caracas natal, para crear la Gran Colombia, ese sueño panamericano que posteriormente harían realidad San Martín y el citado Bolívar.
En el año del Señor de 1806, Miranda zarpó desde Nueva York en la fragata «Leander», acompañado por una tropa de trescientos hombres dispuestos a la liberación de Venezuela del dominio hispano. Consiguieron tomar el puerto de la Vela de Coro, y allí izaron la bandera tricolor, roja, amarilla y azul que hoy sigue siendo la enseña oficial de Colombia, Ecuador y Venezuela.
La vida y la obra de este singular libertario es el eje de «Los sueños de un libertador» (Roca Editorial), una apasionante y apasionada novela de Fermín Goñi, que traza con un lenguaje vibrante, una concienzudísima documentación (Goñi se ha leído todo, absolutamente todo, sobre Miranda) y el apoyo del guión de la propia vida del protagonista el camino de este hombre singular, prácticamente desconocido en España, un precursor de la independencia de nuestros pueblos hermanos. Un hombre que hizo historia, aunque hoy sea casi desconocida. El magnífico libro de Fermín Goñi viene a remediar en buena medida esta injusticia.

lunes, 16 de noviembre de 2009

En busca del ejército perdido

Grabado del siglo XIX que ilustra el desastre del ejército de Cambises II. Alfredo y Angelo Castiglioni
JACINTO ANTÓN Elpaís.com 16/11/2009

Arqueólogos italianos afirman haber hallado las tropas de Cambises II sepultadas en el Sáhara hace 25 siglos - Egipto denuncia que el equipo no tiene permisos.
Ni arcas perdidas, ni tumbas de faraones, ni ciudades sumergidas, ni ejércitos de terracota. El mayor espectáculo arqueológico de la antigüedad, que quizá yace en algún lugar del gran desierto de Egipto, es un ejército de verdad, compuesto según diversas fuentes por 50.000 hombres, enterrado enterito hace 25 siglos por una tormenta de arena que se lo tragó -soldados, camellos, caballos, armas, estandartes y pertrechos- sin dejar ni rastro. Era el ejército enviado en el 525 antes de Cristo por el rey persa Cambises II -los persas dominaban a la sazón Egipto- para sojuzgar a los amonios, los habitantes del remoto oasis de Siwa, sede de uno de los más célebres oráculos del mundo antiguo (el que dos siglos después designaría a Alejandro Magno hijo del dios Amón y legitimaría sus conquistas). La expedición punitiva persa nunca llegó y nadie regresó. Desde la misteriosa desaparición de la enorme tropa, atestiguada por el historiador Heródoto (aunque algunos estudiosos consideran el asunto una leyenda), han sido numerosos los intentos de exploradores -entre ellos el conde Almásy, el romántico protagonista de El paciente inglés-, aventureros y arqueólogos por encontrar ese ejército perdido. Hallarlo, con el inimaginablemente rico tesoro de sus pertenencias, pues puede suponerse que quedaron enterrados todos con lo puesto, constituiría uno de los descubrimientos más sensacionales de la historia. Estos días, un polémico equipo científico italiano, encabezado por los hermanos gemelos Angelo y Alfredo Castiglioni, ha levantado una gran polvareda -y valga la imagen- al anunciar el descubrimiento de lo que consideran son restos del ejército de Cambises. Dichos hallazgos, que consisten, según los descubridores, en un surtido de objetos pequeños -puntas de flecha, una daga de bronce, un brazalete de plata, un pendiente- pero de incontestable factura aqueménida (la dinastía persa a la que pertenecía Cambises), han sido realizados, sostienen, en diferentes campañas a lo largo de 13 años de intensa búsqueda. Los Castiglioni y su equipo, del que forma parte el controvertido geólogo egipcio Ali Barakat, opinan que el ejército, que según Heródoto (Historia, III) partió de Tebas, no siguió el itinerario lógico, tomando la ruta de los oasis y hacia el norte directamente, sino que, para sorprender a los amonios, se internó profundamente en el oeste hasta la meseta del Gilf Kebir para sólo entonces ascender y eventualmente enterrarse, como todo el mundo supone, en algún lugar del Gran Mar de Arena, el pavoroso desierto en cuyo borde septentrional está Siwa. Parte del material encontrado estaría en un refugio natural en el que los soldados habrían tratado de protegerse de la tormenta de arena. Los investigadores aseguran haber hallado asimismo en lo que creen fue la ruta del ejército acumulaciones de vasijas que han podido datar por termoluminiscencia hacia el 500 a. C. También, gracias a viejas historias beduinas, han dado con un "valle de huesos", sembrado de numerosos esqueletos blanqueados por el sol, entre los que habrían aparecido puntas de flechas persas y un bocado de caballo. Todo el relato, del que han dado buena cuenta, entre otros, medios italianos y el canal Discovery, hace arquear las cejas. El poderoso Zahi Hawass, jefe de la arqueología egipcia y recién nombrado viceministro de Cultura, ha calificado el hallazgo de "infundado y engañoso", puesto en tela de juicio la profesionalidad de los gemelos y anunciado que éstos carecen de permiso de excavación. Aparte de lo feo y sospechoso que es el que los italianos hayan estado trabajando sin las autorizaciones precisas, todo invita a ser muy cautos con el asunto. El egipcio Barakat habría encontrado los objetos ya en 1996 en Wadi Mastour (el Valle Oculto), cerca del oasis de Bahrein, en el curso de una expedición geológica que buscaba meteoritos. Los indicios son muy pocos, cuestionables, y el hallazgo de material persa -si ése es realmente el caso- no prueba por sí sólo su pertenencia al ejército perdido: los persas dominaron Egipto más de un siglo y realizaron diferentes expediciones hacia el oeste. Los huesos pueden atribuirse a cualquier tragedia más o menos reciente, como la represión italiana de los senoussi en los años 30 que empujó a poblaciones enteras a morir de sed al desierto. Eso sin contar con que Heródoto no es una fuente muy fiable. El hecho de que un ejército persa entero se perdiera es raro: las tropas de Cambises tenían experiencia en el medio pues habían llegado a Egipto atravesando los desiertos árabes y contaban con contingentes de pueblos nómadas. Acaso los guías, quizá garamantes, no eran muy fiables o los engañaron -Cambises no era muy popular: ultrajó la momia de Amasis y apuñaló con su propia mano al sagrado buey Apis-. Tampoco se entiende que el ejército no partiera desde el Delta dado que el acceso a Siwa desde allí es mucho más seguro. El gran saharista Theodore Monod menciona una caravana de 2.000 personas enterrada al completo en el desierto en 1805. Sin duda, el Gran Mar de Arena es peligrosísimo y en él el qibli, el temible viento caliente del sur, puede soplar inmisericorde durante días. Heródoto escribe: "Un viento del sur sumamente violento se desató sobre los persas mientras tomaban el almuerzo y arrastrando torbellinos de arena los sepultó". El Almásy real, que toda su vida estuvo obsesionado con la búsqueda del ejército de Cambises (de hecho, por eso se alistó en el Afrika Korps de Rommel y no por llegar hasta la ficticia Katherine Clifton de El paciente inglés), estuvo a punto de palmarla en ese océano de dunas de 600 kilómetros de largo en abril de 1935 con su colega Von der Esch, tres sudaneses y dos coches; les castigó un qibli inusual de ¡nueve días!, pero logró llegar a Siwa. "¿Quién sabe en qué punto nos hemos abierto paso sobre la tumba de arena del ejército persa?", escribió. No es la primera vez que se encuentran restos que pudieran estar relacionados con la infausta tropa de Cambises (a cuya búsqueda ha dedicado una emocionante novela Paul Sussman): en 2000 un equipo geológico de la universidad de Helwan que hacía prospecciones petrolíferas en el desierto halló restos humanos, fragmentos de objetos metálicos que parecían armas y tejidos atribuibles al ejército persa.


sábado, 14 de noviembre de 2009

El suicidio de la cultura nazca

Un autobús recorre la carretera Panamericana que cruza las Líneas de Nazca, en Perú.- AP

JAIME CORDERO Elpaís.com 14/11/2009

El misterioso pueblo preincaico que sembró Perú de geoglifos gigantes desapareció víctima de su propia deforestación.

Aunque nunca fue un imperio, la cultura nazca, que floreció en Perú más de mil años antes que la inca, tiene fama por derecho propio. Los enormes geoglifos que dejaron los nazca en las pampas desérticas del mismo nombre, y que sólo se pueden apreciar plenamente desde una avioneta que los sobrevuele, causan al visitante una mezcla de admiración y misticismo. No ha faltado quien ha sugerido que en realidad son obra de extraterrestres. Lo cierto es que siguen siendo un misterio que intriga a los investigadores, igual que la súbita desaparición de la civilización, alrededor del año 500 después de Cristo. En realidad, se cree que un fuerte fenómeno de El Niño causó severas inundaciones y desencadenó la decadencia de los nazca; pero un reciente estudio sugiere que éstos también tuvieron parte de responsabilidad en lo que bien podría considerarse una de las primeras catástrofes ecológicas causadas por la mano del hombre. La investigación, encabezada por David Beresford-Jones, del Instituto de Investigación Arqueológica de la Universidad de Cambridge y reseñada recientemente por la revista Nature, sostiene que si los nazca -que eran notables ingenieros hidráulicos- sucumbieron por los deslizamientos e inundaciones provocadas por el fenómeno de El Niño fue porque ellos mismos debilitaron sus suelos al talar extensos bosques, principalmente de huarango -un árbol que puede vivir más de mil años y es clave en su ecosistema-, para dedicar el terreno a cultivos agrícolas. "Siempre se ha recurrido a dramáticos fenómenos climáticos para explicar los cambios culturales en los Andes", señala Beresford-Jones en Nature. "Pero esto no se sostiene, si nos basamos en lo que sabemos sobre la cultura humana. Se da la imagen de una cultura estática, golpeada por acontecimientos sobre los que no tiene control. Los nativos americanos no siempre vivieron en armonía con su entorno". Mediante simulaciones hechas con ordenador, los investigadores muestran que las fuertes lluvias e inundaciones de un Niño severo -como el que efectivamente golpeó la costa peruana en ese tiempo, de acuerdo con los vestigios arqueológicos encontrados en la zona- podrían haber causado graves daños al complejo sistema de canales creados por los nazca para irrigar sus cultivos. Si los efectos fueron devastadores fue porque, al talar los bosques, los nazca eliminaron el complejo sistema de raíces que mantenía firme el suelo de sus valles. "Cuando El Niño llegó, se llevó consigo el suelo de la planicie, debido a que éste ya no era sostenido por el bosque. Esto causó la erosión y volvió inservibles los sistemas de irrigación", explica Beresford-Jones. Para corroborar esta tesis, Alex Chepstow-Lusty, paleoecólogo que trabaja en el Instituto Francés de Estudios Andinos, analizó muestras de polen de uno de los valles. El resultado dejaba claro que, mientras que los vestigios más antiguos correspondían a árboles como el huarango, las muestras posteriores pertenecían a cultivos como el maíz y el algodón. Después hay un cambio dramático: los sembrados desaparecen y son reemplazados por la mala hierba, la evidencia del desastre natural. Ésta finalmente también desapareció y dejó el terreno como está en la actualidad: convertido en un desierto. A juzgar por lo que se puede ver hoy día en la región costera de Ica, de poco sirvió la experiencia de los nazca, porque la devastación de los bosques secos continúa hasta nuestros días y ha llevado al huarango al borde de la extinción. Los oasis de huarango que consignaron los primeros colonizadores españoles en sus crónicas, mil años posteriores al desastre de los nazca, ya no existen. El árbol es ahora derribado en minutos para convertir su madera en carbón, pese a que su tala ha sido prohibida por una ley regional. Según explica Consuelo Borda, que trabaja en un proyecto de reforestación que busca salvar los escasos reductos de huarango que aún sobreviven, el 99% de la población original de huarangos en Ica ha desaparecido. "Antes, hace unas décadas, podías encontrar huarangos incluso en el centro de la ciudad y en las acequias de las afueras; ahora se ha depredado tanto que los últimos reductos de bosque están en algunas dunas en el desierto". El huarango es clave en Ica, y no sólo por ser un árbol emblemático de la región, sino también porque su capacidad de adaptarse incluso en los suelos más hostiles ayuda a mantener a raya al desierto. Sus raíces son capaces de penetrar varios metros en el subsuelo hasta llegar a la capa freática; sus hojas atrapan la humedad que proviene del mar y, además, convertidas en hojarasca, se transforman en un importante fertilizante conocido como poña; y su fruto, la huaranga, puede consumirse directamente o convertirse en harina para elaborar otros productos. "Tres años después de sembrado, el huarango empieza a dar sus primeros frutos y puede ser una fuente de ingresos para las familias", indica Consuelo Borda. El proyecto de reforestación, en el que también participan las ONG Asociación para la Niñez y su Ambiente, de Perú, y Trees for Cities, del Reino Unido, ha sembrado hasta el momento cerca de 20.000 huarangos en Ica, y también maneja una concesión forestal de unas 120 hectáreas en Usaca, cerca de la actual ciudad de Nazca. Pero, según Borda, el trabajo va más allá de sólo sembrar nuevos árboles: es necesario educar a la población para que aprecie sus virtudes y los defienda de los carboneros. El trabajo empieza capacitando a la gente para que utilice otros árboles, como el espino -que es capaz de regenerarse con rapidez-, para obtener leña. "Nosotros no plantamos un árbol así no más", añade Borda. "Primero capacitamos a la gente, luego sembramos con ellos". El trabajo empieza con los más pequeños, a los que se les enseña el valor del árbol. Aunque han pasado cerca de 1.500 años desde la catástrofe ecológica de los nazca, quizá sus descendientes aún estén a tiempo de aprender la lección.