domingo, 29 de diciembre de 2013

Cien años de la Gran Guerra

Mula y dos soldados prueban las primeras máscaras que se usaron en el frente. CRÓNICA
GONZALO UGIDOS http://www.elmundo.es/ 29/11/2013.
 
Comenzó el 28 de julio de 1914 y terminó el 11 de noviembre de 1918. En esos cuatro años, las principales potencias militares del mundo se enrocaron en una contienda de una atrocidad sin precedentes: surgieron los lanzallamas, los zepelines, los bombardeos aéreos, las armas químicas... La neutralidad española fue un gran negocio: una riada de metales preciosos llegó a las arcas de los comerciantes. En realidad, todo se gestó dos años antes, cuando en Alemania ya atronaban los primeros tambores de guerra...

1.- Las causas

En los años 60 el historiador alemán Fritz Fischer exhumó documentos que demostraban que en diciembre de 1912 el jefe de la marina alemana anunció a su gobierno que en un año y medio estaría listo para el «gran combate». Desde entonces los historiadores se inclinan a creer que el motor de la guerra fue la Alemania militarista de Guillermo II. El kaiser creía que Alemania era un bosque destinado a crecer y Francia una basura destinada a desaparecer, «un montón de estiércol sobre el cual canta un gallo». Su reinado comenzó con ruido de botas y fanfarrias y acabó provocando el incendio de la vieja Europa. Para perpetrar la Gran Calamidad, Guillermo II necesitaba un pretexto y lo encontró en el atentado contra su amigo el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro.

2.- Sarajevo

El 28 de junio de 1914, Francisco Fernando y su mujer, Sofía Chotek, llegaron en tren a Sarajevo. A las 10:45, el serbobosnio Gavrilo Princip, miembro de la organización paneslavista Mano Negra, disparó dos veces con una pistola semiautomática a una distancia de cinco metros. La primera bala alcanzó al archiduque en la yugular, la segunda penetró en el abdomen de su mujer. Sofía murió antes de llegar a la residencia del gobernador; Francisco Fernando, 10 minutos después. El magnicidio desencadenó una secuencia de hechos que cambiaría el mundo.

3.- El ultimátum

Con el apoyo del imperio alemán, Austro-Hungría exigió investigar el crimen in situ. Creía que Mano Negra tenía conexión con los servicios secretos serbios. El 7 de julio de 1914 el Gobierno austriaco dio un ultimátum a Serbia que, con el apoyo de Rusia, se negó a recibir a policías austriacos. El 28 de julio Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia y Rusia  ordenó la movilización general. En función de las alianzas militares, el 1 de agosto Alemania consideró la movilización como un acto de guerra contra su aliado austrohúngaro y declaró la guerra a Rusia. En virtud de la alianza militar franco-rusa de 1894, el ejército francés tomó medidas de precaución en sus fronteras y, el 3 de agosto, Alemania, al conocer esa movilización, declaró la guerra a Francia.

4.- Los combatientes

En la Triple Entente se alineaban Francia, Reino Unido y Rusia.  Serbia y Bélgica se incorporaron tras el ataque austriaco contra Serbia --que desencadenó el inicio de las hostilidades-- y el ataque de Alemania contra Bélgica. En el otro bando, la Triple Alianza era   la coalición inicialmente integrada por los imperios alemán y austrohúngaro, luego se unieron Italia y el imperio otomano. Italia cambió de bando en 1915 y se unió a la Entente alegando falta de garantías a sus pretensiones por parte de las potencias centrales.

5.- Los muertos

La guerra dejó aproximadamente 10 millones de muertos y seis millones de discapacitados. Esa carnicería generó múltiples formas de luto como los homenajes al Soldado Desconocido, los libros de oro que preservan los nombres de los desaparecidos, los Lugares de la Memoria o las celebraciones del 11 de noviembre, día del armisticio.

6.- Refugiados

Las invasiones de 1914 y los movimientos de los frentes tras cada ofensiva echaron a los caminos a millones de civiles. Casi tres millones en Francia, seis en Rusia y cerca de un millón en Alemania. Tras el fin del conflicto, la modificación de las fronteras y las represalias de la posguerra se saldaron con exilios y desplazamientos masivos que afectaron a ocho millones de personas.

7.- Atrocidades

Fueron comunes las violaciones, los pillajes y las ejecuciones sumarias de civiles. El ejército alemán sistematizó esa violencia por temor a los hipotéticos francotiradores. La propaganda exageraba las atrocidades del enemigo para legitimar las propias y se justificaban las prácticas extremas, como el empleo de mujeres que avanzaban delante de las tropas como escudos humanos. Los ideales de la Convención de La Haya, que protegía a los no combatientes, se convirtieron en papel mojado. Los criminales de guerra juzgados en 1921 en Leipzig recibieron sentencias irrisorias.

8.- Trincheras

Una red de trincheras permitía los movimientos al abrigo del fuego enemigo, salvo de los obuses y los novedosos lanzallamas. Los combatientes construyeron cientos de kilómetros de galerías subterráneas. El agua en las trincheras llegaba por encima de las rodillas, los hombres no tenían ninguna parte del cuerpo seca. El número de enfermos crecía de forma alarmante porque el aire era irrespirable y el barro estaba infectado de piojos y ratas. Los soldados se hundían en el lodo y los heridos y los ciegos, rugiendo y gritando, caían sobre los ilesos y morían salpicándolos con su sangre.

9.- Minas

La dificultad de franquear la tierra de nadie originó un tipo particular de combate inspirado en los topos: la guerra subterránea. Se cavaban túneles hacia las líneas enemigas y se colocaba gran cantidad de explosivos cuya detonación era el prólogo de una ofensiva. El general británico Charles Harington declaró: «Tal vez no escribamos la Historia, pero cambiaremos la geografía», e inmediatamente dio la orden de explosionar cientos de toneladas de explosivos cerca de la ciudad belga de Ypres. Murieron 10.000 alemanes y la detonación se escuchó hasta en Londres.

10.- Verdún, la batalla más larga

En ese pueblo fortificado de 22.000 habitantes, en la región francesa de Lorena, durante 10 meses, día y noche, los bosques y colinas fueron machacados por millones y millones de obuses que los convirtieron en un paisaje lunar sembrado de cráteres y de cadáveres. Pasaban las semanas y nadie cedía terreno. El comandante en jefe alemán Erich von Falkenhayn había profetizado que las fuerzas de Francia se desangrarían hasta morir. Acertó, pero también se desangró su propio ejército. Fue una batalla de desgaste, la más larga de la Primera Guerra Mundial. Las vísperas de la Navidad de 1916 callaron los cañones, la mitad de las casas de Verdún habían sido destruidas y nueve pueblos habían desaparecido de la faz de la Tierra. Los franceses habían perdido 380.000 hombres; los alemanes, 350.000.

11.- La guerra invisible

Por primera vez emergían los horrores nunca vistos de la guerra industrializada. La mayor parte de las víctimas de ambos bandos cayeron sin ni siquiera haber visto al enemigo, bajo el incesante bombardeo de la artillería. El hombre luchaba contra el paisaje, con la sensación de atacar contra el vacío. Las tropas de relevo que se acercaban al frente oían una ráfaga gigantesca que no paraba ni de día ni de noche. Los aviadores veían «un siniestro cinturón pardo, una franja de naturaleza muerta». Parecía otro mundo. Todo signo de humanidad había sido borrado.

12.- Los zepelines

El globo dirigible imaginado por el conde Ferdinand von Zeppelin, de más de 150 metros de largo, fue el más emblemático medio de bombardeo de civiles. Desde el 6 de agosto de 1914, estos aparatos sobrevolaron Lieja y operando sobre Londres mataron a 500 civiles en 51 raids. Frente a los dirigibles y los aviones se tomaron medidas de defensa de las ciudades: reducción de luces y desaparición de luminosos, empalizadas de sacos de arena para proteger estatuas y monumentos. La Gran Guerra inauguró el miedo a los bombardeos aéreos que decenios después arrasaron Guernica, Hamburgo o Coventry.

13.- Los generales

Los generales de aquella guerra tienen mala reputación, la cultura popular británica evoca a los soldados como «leones conducidos por burros». Era descorazonadora la tranquilidad con que estos viejos egoístas sacrificaban a miles de hombres. Pese a ello los generales eran semidioses que mandaban más que los políticos y tanto Philippe Pétain en Francia como Paul von Hindenburg en Alemania eran considerados héroes vivos. En 1914 y 1915 muchos recién nacidos franceses recibieron el nombre de Joffre por el generalísimo francés, Joseph Joffre. Pero la mayoría de los generales comprendieron mal la nueva naturaleza de aquella guerra.

14.- Espías

La retaguardia, los países ocupados y, sobre todo, los neutrales eran un hervidero de espías. El que más daño hizo fue el coronel austriaco Alfred Redl, que había pasado a los rusos comprometedores documentos. Se suicidó antes de que lo juzgaran por alta traición. La enfermera inglesa Edith Cavell fue ejecutada en 1915 y la francesa Louise de Bettignies murió cautiva en Alemania en 1918. La más célebre fue la bailarina holandesa Margarita Gertrude Zelle, conocida como Mata-Hari. Cuando tenía 38 años y figuraba en el staff del espionaje alemán con la clave H-12, fue fusilada en el foso de Vincennes, en París, el 15 de octubre de 1917. Aquel amanecer, Mata-Hari, que en malayo significa «ojo del día», se quejó de la manía francesa de fusilar a la gente al alba.

15.- Ases

Balbuciente en 1914, la aviación militar conoció un desarrollo espectacular durante la guerra. Los bombarderos y los vuelos de reconocimiento fueron decisivos. Los cazas --el Spad francés, el Fokker alemán o el Sopwith Camel británico-- lucharon por el dominio del cielo. Las proezas de los pilotos causaban admiración y fueron un instrumento de propaganda que convirtieron a los Ases en héroes caballerescos. Fueron leyenda el inglés Edward Mannock, el canadiense William Bishop, el francés René Fonkc y el alemán Von Richtofen, el llamado Barón Rojo.

16.- Genocidio armenio

De todas las poblaciones víctimas de la guerra, los armenios del imperio otomano fueron los que sufrieron las mayores masacres. Esta minoría cristiana fue acusada de colaboracionismo con los rusos y víctima de deportación forzosa y exterminio por el gobierno de los Jóvenes Turcos. El primer genocidio sistemático moderno afectó a más de un millón y medio de armenios y se caracterizó por su brutalidad. Las deportaciones en marchas forzadas y en condiciones extremas llevaban a la muerte a la mayoría de los deportados.

17.- La Gripe Española

A los diez millones de muertos de la guerra hay que sumar los 40 millones imputables a la inmensa pandemia de gripe que se abatió sobre el mundo entre enero de 1918 y diciembre de 1920. Como España era un país neutral y no había censura de prensa que impidiera hablar de bajas, se llamó gripe española a la pandemia, que se cebaba sobre todo en los viejos y los niños pequeños; pero también murieron treintañeros como el pintor Egon Schiele o el poeta Apollinaire.

18.- Pacifismo

Hasta el estallido de la guerra muchos pacifistas trataron de evitarla, como Jean Jaurès en la Internacional Socialista. El comienzo del conflicto relegó al pacifismo a la marginalidad e incluso a la ilegalidad. La fuerza de los hechos lo redujo al silencio o al aislamiento. En cada país adoptó distintas modalidades: objetores de conciencia británicos, Comité para la Restauración de la Paz en Francia o militancia revolucionaria en los bolcheviques rusos y los socialistas alemanes de Karl Liebknecht.

19.- Huérfanos y niños

Sólo en Francia hubo unos 760.000 huérfanos. Los ejercicios escolares consistían en elogiar a los soldados, calcular la producción de obuses o tricotar calcetines para el frente de guerra. Fueron tiempos de riesgo y privaciones para los niños, sobre todo en las zonas ocupadas. Los recuerdos de aquella infancia atormentada marcaron el resto de sus vidas.

20.- Inflación

La economía de guerra supuso un alza considerable de los precios por la necesidad de aumentar la masa monetaria para financiar el conflicto. En Francia, sobre una base 100 en 1913, los precios llegaron al 315 en 1917. En Alemania y Austria-Hungría fue mucho peor. La inflación tuvo enormes consecuencias sociales, los trabajadores vieron hundirse su poder de compra y se extendieron las penurias. A partir de 1917 en Italia, Alemania o Rusia la carne y la mantequilla eran completamente inasequibles y hubo disturbios. Los rentistas se arruinaron y los deudores saldaron sus deudas a precios de ganga en perjuicio de los acreedores, que perdieron gran parte de su dinero.

21.- Artistas

El mundo de las artes se movilizó. Ricciotto Canudo --el autor de la expresión Séptimo Arte referida al cine-- publicó el 29 de julio una llamada a los artistas extranjeros en Francia a enrolarse en el ejército. En los frentes se encontraron Ernest Hemingway, Louis-Ferdinand Céline o Ludwig Wittgenstein. El escritor Blaise Cendrars y el pianista Paul Wittgenstein perdieron un brazo, el pintor polaco Moïse Kisling fue herido en el pecho en la batalla del Somme. En la misma batalla, Georges Braque fue gravemente herido en la cabeza y Fernand Léger sufrió una peligrosa intoxicación por gases. Al estallar las hostilidades los grupos de vanguardia, que habían sido cosmopolitas e internacionalistas, se volvieron de la noche a la mañana abyectamente chovinistas: expresionistas alemanes y austriacos, cubistas franceses, futuristas italianos, cubofuturistas rusos o vorticistas británicos.

22.- Tratado de Versalles

El 28 de junio de 1919, en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, los representantes de 27 países firmaron el tratado de paz con Alemania poniendo punto final al primer conflicto mundial. Se devuelve Alsacia-Lorena a Francia amputando a Alemania el 13% de su territorio y, junto con otros tratados como el de Trianon, se redefinen por completo las fronteras del Este de Europa. Tras la creación de la Sociedad de Naciones, el tratado tuvo incidencia en el ámbito mundial. Ruanda y Burundi, por ejemplo, que eran colonias alemanas, pasaron a control belga.

23.- Colapso de los Imperios

Desaparecieron tres grandes dinastías --los Hohenzollern, los Habsburgo y los Romanov-- y cuatro imperios se derrumbaron: el imperio del zar quedó transformado en la Rusia comunista; el imperio otomano se disolvió dando paso a Turquía; el imperio austrohúngaro fue disuelto dando paso a los Estados de Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia como nuevos países independientes; el imperio alemán fue reemplazado por la República de Weimar.

24.- Reparaciones

El artículo 231 del Tratado de Versalles hizo responsables de los estragos de la guerra a Alemania y sus aliados. El artículo 232 preveía las reparaciones. El principio de que el perdedor indemniza al vencedor se impuso tanto más cuanto que el aparato productivo alemán estaba intacto mientras que el noreste de Francia estaba devastado. El economista inglés John Maynard Keynes alertó de los riesgos de fijar indemnizaciones excesivas, pero la Conferencia de Londres fijó en 132.000 millones de marcos-oro el montante que Alemania debía pagar a los vencedores. Las reticencias alemanas motivaron la ocupación del Ruhr en 1923. Alemania estuvo pagando esas indemnizaciones hasta el año 2010.

25.- Soldado Desconocido

La idea de enterrar y honrar el cuerpo del combatiente anónimo nació durante este conflicto. Se trataba de dar una sepultura simbólica a los cientos de miles de caídos que nunca pudieron ser encontrados, identificados y enterrados. El primer país en erigir una tumba del Soldado Desconocido fue Francia, bajo el Arco del Triunfo de París. El ejemplo francés lo siguieron Bélgica, Reino Unido, Italia, Austria, Estados Unidos y, más recientemente, Canadá que en el 2000 inhumó en Ottawa a su Soldado Desconocido.

26.- Carnicería equina

El 22 de agosto de 1914 el primer disparo británico de la guerra en Francia procedía de un soldado de caballería, Edward Thomas, de la Royal Irish Dragoon Guards. La Gran Guerra fue el último conflicto mundial en el que los caballos tuvieron un papel relevante. Desplazaron millones de toneladas de raciones y municiones hasta las líneas del frente, cargaron con las camillas de los heridos y prestaron apoyo logístico. Eran mejores que los vehículos mecanizados a través del barro y en terrenos escabrosos. Los caballos eran blancos más fáciles que los hombres, y los combatientes sabían que abatiéndolos podrían dañar las líneas de suministro del enemigo. Del millón de caballos británicos enviados al frente, sólo 62.000 regresaron a sus establos. Se estima que murieron ocho millones de equinos, entre ellos 7.000 mulas españolas.

27.- Gases

Aquella guerra global fue también la primera guerra química. Los gases venenosos eran una importante innovación militar y se llegaron a utilizar una docena de ellos, desde los lacrimógenos como la acroleína, hasta los incapacitantes como el gas mostaza, pasando por los letales como el fosgeno. El gas fue uno de los agentes más temidos por los soldados; aun así, su letalidad fue limitada gracias al desarrollo de contramedidas efectivas: mató a 85.000 soldados y afectó con diversas consecuencias a más de un millón. La secuela más común de los expuestos al gas lacrimógeno y al mostaza fue la ceguera: era frecuente ver líneas de soldados cegados, con la mano sobre el hombro del hombre que lo precedía, guiados por un vidente hasta la enfermería.

28.- Otros escenarios

En África, británicos y franceses atacaron desde todos los frentes las colonias alemanas. Sólo la de Tanganica, bajo el mando del general Paul Emil von Lettow-Vorbeck, resistió hasta el final de la contienda. Como el general ignoraba la rendición de su país, dos días después del armisticio derrotó a los británicos en la batalla de Kasama. En el Pacífico también hubo movimientos aunque no batallas de importancia. Japón se alineó con los aliados y ocupó el puerto chino de Qingdao, base alemana en Extremo Oriente, así como las posesiones en las Islas Carolinas y (junto a Nueva Zelanda) las Marianas. Por su parte, las tropas australianas estacionadas en Papúa ocuparon la Nueva Guinea Alemana.

29.- El fin de la neutralidad norteamericana

El conflicto parecía muy lejos para amenazar los intereses norteamericanos. Como dijo el presidente Woodrow Wilson, «no tenemos nada que ver con esta guerra, sus causas no nos conciernen». La mayoría de los americanos era partidaria de la neutralidad; pero Wilson permitió a los bancos conceder enormes préstamos a la Triple Entente. El 7 de mayo de 1915, frente a las costas de Irlanda, un submarino alemán hundió el barco de lujo inglés RMS Lusitania y murieron 123 estadounidenses. Para Estados Unidos fue un casus belli. Aun así, hasta el 2 de abril de 1917 el presidente Wilson no declaró la guerra a los imperios centrales. La contienda europea se convirtió en mundial. Si no entró inmediatamente en el conflicto fue porque tuvo que hacer frente a la formación de un ejército lo suficientemente poderoso como para decantar la balanza a su favor.

30.- Los españoles

La neutralidad española fue un gran negocio, una riada de oro llegó a las arcas de los industriales y comerciantes españoles. Aunque aliadófilos y germanófilos caldeaban la política interna, ni unos y otros torcieron el brazo del Gobierno, que permaneció neutral. Aun así unos cuantos miles de voluntarios se alistaron en la Legión Extranjera francesa. Para apoyarlos  se fundó el Patronato de Voluntarios Españoles gestionado por el XVII duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart. Por su parte, la Unió Catalanista creó el «Comité de Hermandad con los Voluntarios Catalanes», presidido por el médico y político Joan Solé y Pla.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Los templarios en Portugal: de la Orden del Templo a la Orden de Cristo.


Belén Rodrigo. 17/11/2013 http://www.abc.es/
 
Después de la extinción de la Orden del Templo en 1312 por la bula del Papa Clemente V, cumpliendo el deseo del rey francés Felipe el Hermoso, los templarios permanecieron muy activos en Portugal durante los dos siglos posteriores. Los caballeros y todas las posesiones de la orden fueron transferidas a la Orden de Cristo creada en 1319 gracias al rey Don Dinis.
Hablar de los templarios sigue siendo un tema polémico, que guarda muchas incógnitas pero sobre todo levanta mucho interés. Curiosamente hasta hace menos de una década apenas existía bibliografía sobre el papel de los templarios en Portugal y su continuidad en la Orden de Cristo. Uno de los primeros en hacerlo fue le historiador y filósofo Paulo Alexandre Loução, estudioso de las culturas antiguas y del arte manuelino, quien recuerda que “muchos de los símbolos que utilizaban los templarios ya existían en culturas antiguas”. Autor del libro “Los templarios en la formación de Portugal”(editorial Esquilo), resalta el comienzo de la orden de los templarios al mismo tiempo que el reino portugués se separa de Castilla y de León “fue sincrónico, y durante 30 años fue la única orden militar que estuvo al lado del rey portugués”, puntualiza. Fue un momento muy importante en la historia de Portugal, tal y cuando se extingue la Orden del Templo y “Don Dinis no quiso que los templarios acabasen. Eso originó una batalla diplomática que dio origen a la Orden de Cristo, el nombre inicial de los templarios”.
Los templarios habían entrado en Portugal en tiempos de la condesa Teresa de León, hija ilegítima de Alfonso VI de León y de su amante Jimena Muñoz, que fue madre de Alfonso I de Portugal, primer rey luso. De ella recibieron el castillo de Soure en 1127 y más tarde tendrán el Castillo de Longroiva y el de Cera, cerca de Tomar, región que se convirtió en su sede regional. Desde un primer momento, contaron con el apoyo del rey Afondo Henriques, “al inicio lucharon junto a él, crearon defensas, castillos, trajeron de Oriente muchos elementos civilizatorios”, subraya Paulo Loução.
Esta continuación de los templarios gracias a la Orden de Cristo, durante más dos siglos, fue muy activa. “No hay gran documentación pero sería lógico que llegasen templarios de otros países a Portugal”, afirma el historiador. La primera diferencia que existía entre la Orden del Templo y la de Cristo es la pérdida del contacto con Oriente. “Los templarios son extintos, hoy no se saben completamente las razones, pero una de ellas fue la pérdida del reino oriental de Jerusalén”, recuerda el historiador luso. Los templarios estaban muy relacionados con las elites musulmanas y sin ese contacto, “la Orden de Cristo ya no podía ser igual pero mantenía la idea de volver a Oriente”. De ahí que en el siglo siguiente, los descubrimientos liderados por la Orden de Cristo, “van a llevar a que los portugueses lleguen a la India contornando África y uno de sus proyectos seguía siendo la reconquista de Jerusalén”, puntualiza. El infante Don Enrique fue gobernador de la Orden de Cristo y en el siglo XV todos los caballeros de la orden tenían misiones en el mar. Don Enrique fue nombrado Gran Maestre de la Orden de Cristo en 1420, cargo que detuvo hasta el final de su vida.
Con la nueva orden uno de los símbolos que más cambió fue la cruz, que de ser redonda pasó a cuadrada. Los templarios comenzaron en Braga, Peñafiel e incluso se instalaron en Santarém. Al cabo de unos años el rey les da un territorio que sería Tomar donde construyen el castillo y el nicho de la iglesia, del siglo XIII, circular, que es templario. Y después se fue construyendo el convento de Cristo a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII.
En el siglo XVI hubo un corte ideológico en Portugal con la instalación de la Inquisición y “lo que había pasado a los templarios franceses dos siglos antes les pasó a los portugueses a mediados del siglo XVI”, afirma el historiador luso. El frade Antonio de Lisboa comenzó a quemar toda la documentación y profanó las tumbas de los maestres. Esta orden estaba formada por caballeros y militares, “se convierte en orden solo monástica y a partir de ahí queda neutralizada”, añade.
Paulo Loução reconoce que el tema de los templarios es algo polémico porque hay muchas divergencias en lo que se refiere a la simbología de los mismos. “Según mi punto de vista el arte manuelina portuguesa continúa los ideales templarios y es un arte simbólica”. Recuerda además que no es posible afirmar cuál era la ideología de los templarios, “una gran parte de la elite toleraba el islam, y eso ya les hace diferentes”.
Durante la dictadura portuguesa los templarios fueron muy exaltados como algo patriótico de la época de ahí que a partir de 1974 existiese una reacción contra los mismos y se asociase con el fascismo. El historiador luso reconoce que en el mundo académico, después del 74, “las tendencias marxistas tuvieron mucha fuerza y se rechazaba todo lo que recordaba al antiguo régimen”. No se consideraba un tema serio para estudiar e investigar.
Con la masonería, a finales del siglo XVII, “se revive mucho el mundo de los templarios”, afirma Paulo, y hoy en día existen “dos mil órdenes templarios en el mundo”. Recordando que los templarios entregaban la vida a la orden (con voto de castidad, pobreza y obediencia), “el neo templarismo, a mi entender, tiene muy poca relación con los templarios”. Fundada en 1119, en plena época de cruzadas en la Edad Media, tenía por fin proteger la vida de los peregrinos cristianos que viajaban hasta Tierra Santa, conquistada por los cristianos tras la primera cruzada. Ahora son otros tiempos pero a pesar de todo hablar de los templarios es un tema que levanta siempre interés, “porque fue la única orden extinta de forma abrupta y porque todavía hay muchos enigmas por resolver”.

martes, 17 de septiembre de 2013

La huelga obrera que perturbó a Franco

Franco a finales de 1967, al inicio de la huelga / ABC
ISRAEL VIANA  MADRID  13/09/2013 http://www.abc.es/
«Ayer la fábrica estaba cercada por la Guardia Civil. Nos han dicho que había 180 guardias. El autobús de las víctimas de Gondra sale escoltado por dos Jeeps de la Policía Armada. ¡Guardias! ¡Armas! Nosotros seguimos trabajando tranquilamente. Nuestra escolta es la conciencia del deber», podía leerse en una de las octavillas que diaria y clandestinamente distribuían los trabajadores de la empresa de «Laminación de Bandas en Frío» de Echevarri, en Vizcaya, a finales de 1966. De los 960 empleados, más de 800 participaron activamente, durante seis largos meses, en la que se convertiría en la huelga laboral más larga de la dictadura franquista.
La «Huelga de Bandas», como se la conoce, comenzó el 30 de noviembre de 1966, después de que la empresa desestimara las reivindicaciones de los trabajadores, molestos porque la dirección había disminuido su retribución salarial al tiempo que aumentaba su ritmo de trabajo.
Todo ello en una época marcada por la reorganización y modernización de los sistemas de producción de muchas de estas compañías y la soterrada activación de las protestas laborales, con la presión que conllevaba la persecución por parte de dictadura franquista.
La «Huelga de Bandas» se produjo seis años después de que se aprobara la ley de Convenios Colectivos (1958) y al tiempo que se creaba la Comisión Obrera Provincial de Vizcaya, que ABC calificó durante aquellos días de «organización comunista clandestina».
La movilización pilló por sorpresa a la dirección de la empresa, a las autoridades del régimen y al mismo Franco, que no podía comprender como un grupo de obreros vascos se había atrevido a desafiar la legislación vigente y envalentonarse a pesar de la represión que sabían que podían sufrir. Pero ocurrió, y se convirtió en todo un símbolo de la época en el País Vasco.
A lo largo del conflicto, del que se hizo eco tanto la prensa nacional como la internacional, los huelguistas fueron combinando acciones legales –valiéndose de los canales oficiales– con otras ilegales y clandestinas. Presentaron diversos escritos a la Delegación de Trabajo que llegaron hasta la Magistratura de Trabajo e hicieron uso del sindicato vertical. Pero después de que las autoridades se pronunciaran a favor de los intereses de la empresa y apoyaran el despido de 33 trabajadores, reforzaron su actitud y comenzaron a actuar en contra de la leyes.
Primero se encerraron durante tres días en el comedor de la empresa, siendo desalojados a punta de metralleta por la Guardia Civil. Después comenzaron a distribuir las famosas octavillas, que se convirtieron en una obsesión para la Policía. Eran impresas clandestinamente en diversas parroquias y en ellas se informaba a trabajadores y a los vecinos de cómo trancurría la huelga. «Qué no se raje nadie», podía leeerse en ellas.
Por último, desafiaron las prohibiciones convocando una gran manifestación el 4 de abril de 1967. Una movilización que contó con la solidaridad de los trabajadores de otras empresas, que secundaron el paro, y con otro sectores de la sociedad. La marcha transcurrió por las calles céntricas de Bilbao y acabó, como era de esperar, con la intervención armada de la Policía, que la reprimió con dureza.
Tras varios meses de huelga, aquella fue la gota que colmó el vaso. Tanto la empresa como el Gobierno, que no habían dado su brazo a torcer, se pusieron un objetivo: aplastar este «exceso» obrero cuanto antes. La empresa contrató a trabajadores de otras provincias, amenazó con desalojar a 450 familias de los empleados que vivían en las casas facilitadas por la compañía y aumentó la presión de la Policía y del sindicato vertical, así como los juicios contra los obreros de Bandas. Pero ni aquello les frenó.
Franco, al que el tema parecía írsele de las manos, terminó decretando el Estado de Excepción el 22 de abril de 1967. Eliminó las escasas garantías que tenía la dictadura y ordenó una ola de detenciones y destierros de muchos de los trabajadores que habían participado en la movilización, mandándolos a otras comunidades. Aquello fue el final de una huelga que terminó desconvocándose el 20 de mayo de 1967.
Los obreros tuvieron que presentar un escrito solicitando su reincorporación a la compañía. Un duro golpe que, con el paso de los años, se convirtió, sin embargo, en un símbolo de la lucha obrera. «Hoy en día se podría pensar, ¿es posible que una huelga durara tantos meses por un sencillo problema de rebaja de primas?», se preguntaba no hace mucho uno de los protagonistas de la «Huelga de Bandas». Pues sí, ocurrió.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Hernán Cortés, de Satán a bandera del mestizaje

http://www.abc.es/  manuel de la fuente 14/09/2013
 
Fue un hombre especial y un conquistador superlativo. Hernán Cortés, conquistador de México, tiraba de espada con facilidad y cuando había que ponerse feroz, pues feroz que se ponía. Hombre osado, guerrero tenaz y capitán insobornable, la Historia le ha tratado como un tipo despiadado, obsesionado por el oro, poseído por unas inabarcables ansias de acumular (el orden es igual) dinero, mujeres y poder. Sin embargo, aunque el león siga siendo tan fiero como lo pintaron, su vida y su obra mexicana apuntan nuevos trazos en la biografía que de él ha realizado el historiador Christian Duverger: «Hernán Cortés. Más allá de la leyenda» (Ed. Taurus).
Duverger dibuja un hombre refinado, seductor, culto, un renacentista convencido, enfrentado al emperador Carlos V y que quiso fundar en México un nuevo país, nacido del mestizaje entre los nativos y los españoles». Creo que la manera de contar la historia de Cortés -explica Duverger- no se ha ceñido a la verdad, es una lectura satanizada de un hombre que fue mucho más complejo e interesante. Él consiguió algo realmente nuevo entonces, el mestizaje entre mexicanos y españoles para dar nacimiento a un país que es el México de hoy». A los diecinueve años, Hernán Cortés ya estaba en América, en Santo Domingo. Sabía que allí estaba su destino, porque en España su familia, desde los tiempos de los Reyes Católicos, estaba enfrentada con la Monarquía, ya que en tiempos de Isabel habían tomado parte por sus contendientes, los que querían una alianza con los portugueses que ya se habían echado a los océanos y la colonización, frente a los simpatizantes de Isabel que defendían la opción de luchar contra los musulmanes en el Mediterráneo.
Ya en el Nuevo Mundo, Cortés siguió formándose como soldado y como intelectual. En 1511, participa en la conquista de Cuba y saca sus experiencias. Para él, estas conquistas en el Caribe, como explica Duverger, «han sido un desastre filosófico, humano y cultural. Él ve que hay una oposición absoluta entre el estilo vida español y el de los indígenas. En pocos años, el sistema de supervivencia de las islas desapareció y en una generación murió el noventa por ciento de la población. Cortés es testigo de este genocidio, sea o no intencionado, y en él va madurando otra idea, la del mestizaje. Hernán Cortés considera que hay que conservar las costumbres de los indios, y que la introducción del mundo europeo católico tiene que pasar por ese mestizaje».
Cuenta también Duverger que en México no había tanto oro como se ha sugerido, y que nuestro conquistador por supuesto que necesitaba dinero, pero para llevar adelante sus proyectos. «Lo que realmente quería era fundar un nuevo país, no idéntico al mundo prehispánico pero que tampoco fuera una especie de clonación de España. En cuanto a sus supuestas ansias de poder, él lo necesitaba para que los otros no pudieran manejarle».
¿Fue Cortés un Satán como se ha escrito, un soñador, un idealista, un utopista? «No sé -concluye Christian Duverger- sí fue un soñador. Lo que fue, sin duda, es un hombre de su época, del Renacimiento, que fue en España un movimiento cultural tan importante como lo fue en el resto de Europa. Hernán Cortés fue un hombre imbuido de la práctica social cotidiana, alguien que quería transformar la realidad a través de un modelo intelectual y de la conceptualización del mestizaje».

El Tratado de Tordesillas y cómo repartió Portugal y Castilla

http://www.abc.es/ BELÉN RODRIGO 14/09/2013
 
El Tratado de Tordesillas, 7 de junio de 1474, se inscribe en una larga serie de acuerdos entre los reyes de Castilla y de Portugal que se remontan al siglo XII y si nos referimos a la limitación fronteriza tenemos como ejemplos más antiguos el tratado de Badajoz de1267 y el de Alcañices en 1297. En Tordesillas los dos reinos dividieron el océano Atlántico por medio de una raya trazada de polo a polo, 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, quedando el hemisferio oriental para la Corona de Portugal y el hemisferio occidental para la Corona de Castilla. Así los Reyes Católicos y el rey Juan II de Portugal acuerdan las conquistas que podrán realizar ambos estados en relación con el mundo recién descubierto. Por primera vez se establece una frontera que divide tanto el mar como la tierra, y la nueva concepción de división territorial va a determinar la actual configuración de América del Sur.
“Hay efectivamente una historia diplomática muy antigua entre los reinos aunque nos restringimos al momento en el que la Corona de León y de Castilla se unen, en 1230. El Tratado de Tordesillas es uno de los momentos de esa tradición y no será el último”, explica a ABC Hermenegildo Fernandes, profesor del Centro de Historia de la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa. “Este tratado es global, su característica más destacada, e individualizador, puede alcanzar potencialmente el mundo. Pero a pesar de ser global se realiza con una arquitectura mental que son del mundo anterior, que no era global”, afirma en su interpretación de este acuerdo. Los dos reinos querían repartir el espacio que todavía no se había conquistado. “Hay un concepto central que es el de repartir el espacio a conquistar. El espacio exterior es de conquista y hay noción de que dos reinos pueden cogerlo y dividirlo entre sí”, recuerda el historiador luso. “Es un concepto del mundo de la vieja Hispania, de los reinos de la reconquista que se construyeron militarmente contra Al – Al-Ándalus y que crecieron a costa de su conquista”.
“Estamos en una época primitiva de diseño de identidades nacionales y estos reinos son hispánicos, hay concepto de Hispania y tienen una matriz de identidad: la lucha contra el Islam y la lucha de demarcación territorial “, subraya Hermenegildo Fernandes. Importante es recordar la cuestión del parentesco entre las familias de ambas coronas. “En el interior de la monarquía castellana, aragonesa y portuguesa hubo durante toda la época medieval un sistema de alianzas que permite que las casas reales estén interconectadas por lazos muy próximos, estrategia que seguirán en el siglo XVI”, apunta el historiador luso para quien “no podeos hablar de dos casas reales separadas, son de hecho la misma familia”. Considera que entre finales del siglo XV y el siglo XVI hay una única familia real y “lo que ocurre en 1580 con la ascensión legítima de Felipe II al trono, porque era sobrino del Rey, podía haber ocurrido varias veces antes”. Es decir, la unión de los dos reinos estuvo cerca de ocurrir en anteriores ocasiones, una de ellas, poco después de Tordesillas, con el nacimiento del infante don Miguel de la Paz, primer heredero del rey Don Manuel y la infanta Isabel de Aragón, entonces Princesa de Asturias y presumible heredera de las coronas de Castilla y Aragón. Llegó a ser jurado primer heredero de la corona de Portugal, Castilla y Aragón pero murió sin cumplir los dos años en 1500. “Es evidente que el problema diplomático es también fuertemente condicionado por el juego de alianzas dinásticas que tienen como objetivo unir las corona”, comenta el historiador.
El Tratado de Tordesillas ocurre en una década que concentra grandes acontecimientos. “La década de los 90 del siglo XV es extraordinaria, con la conquista de Granda en 1492, que es más importante que la llegada a América ese mismo año, desde el punto de vista de la época. Luego se producirá el tratado y en el 98 se descubre la India y en 1500 Brasil. En ocho años pasó de todo y parece muy claramente conectado con este cambio de estrategia en la política de alianzas”.
Pero los lazos familiares y el espíritu de conquista de los dos reinos no facilitaron las negociaciones del acuerdo. “Juan II negoció el tratado con extrema dureza y con un comportamiento muy florentino”, afirma Hermenegildo Fernandes. “Es un reparto equilibrado porque contempla los intereses de ambas partes y permite entender cuál será la configuración del reparto entre los reinos que se comportaron de forma astuta”. Y Tordesillas tiene consecuencias “sobre las cuales las personas no meditan” que se extienden hasta el periodo contemporáneo y sobre todo ocurre en una década que tiene una “concentración fenomenal de acontecimientos, es tal vez una de las décadas en la que más acontecimientos ocurren para la historia humana”.
En este contexto, el profesor universitario cree que no se tiene en cuenta que la Península Ibérica crece más que el resto de zonas. “Empieza a crecer en el siglo IX-X, en la época islámica siendo la zona más rica en el siglo X y ese crecimiento no se interrumpe nunca. Las ganancias cristianas se tienen que entender por ese crecimiento”. A ello hay que añadir una serie de “felices circunstancias”, entre ellas que se trataban de dos monarquías estables con el reino de Castilla y Aragón “muy organizado compuesto por sociedad belicosa con guerreros que fueron creados en la lucha fronteriza”. Portugal, por su parte, busca por encima de todo “el control del Atlántico, en donde había invertido mucho, y le permite ganar una posición en lo que después se llamará Brasil”.
Hermenegildo Fernandes cree que se puede pensar en este Tratado “como una emanación necesaria de este juego del cual están excluidos otros reinos de Europa occidental por razones diversas”. Hay razones posicionales y de organización interna para que los países de la península tengan una hegemonía incontestable, “por más que los filmes sobre Isabel de Inglaterra quieran hacer creer que Inglaterra parezca la gran potencia, pero no es verdad, lo eran Portugal y España”.
El juego con el papado fue extremamente complejo porque las monarquías medievales tenían una relación en sí complicada con el poder eclesiástico”, comienza por decir el historiador. Desde el siglo XII no hay reino que no entre en conflicto con el Papado que pretendía un modelo de teocracia en Europa. “En el siglo XV el Papado está en Roma y es una institución simultáneamente transnacional y local, porque Roma es controlada por una de las familias rivales que pertenece a la jurisdicción del Papa”, afirma, e “intentan mantener una función arbitral y legitimadora y en la política italiana el Papa será un actor de primer nivel”.
En este caso Alejandro VI es un Papa hispano, Rodrigo de Borja (Borgia, como decían en Roma), el segundo Papa español. Los Reyes Católicos buscaban un arbitraje y la legitimación de sus conquistas porque el tratado de límites con que contaban para resolver el conflicto, Alcaçobas-Toledo, no resolvía la cuestión. “Recurren a Alejandro VI para la legitimación”, subraya Hermenegildo. Hubo cuatro bulas en 1493, a favor de Isabel y Fernando, pero el monarca portugués no aceptó la línea papal de demarcación que demuestra que no existía la teoría del dominus orbi. Portugal contesta de esta forma las pretensiones de la Corona española resultantes del viaje de Cristóbal Colón que un año y medio antes había llegado al Nuevo Mundo, el cual reclamaba oficialmente Isabel la Católica.
El papa Alejandro VI con las Bulas Alejandrinas, así llamadas porque él las dictó, sentó las bases para que posteriormente España y Portugal firmaran el Tratado de Tordesillas. El acuerdo supuso la independencia, por parte de los dos reinos ibéricos, de la autoridad pontificia, al reservarse ambas coronas la negociación y ratificación del contenido de sus cláusulas. “El hecho de ser un papa español no favoreció a los Reyes Católicos porque los papas no juegan siempre de acuerdo con los intereses nacionales. Los intereses familiares se interponen siempre a los nacionales”, recuerda el historiador. “Por otro lado porque la sociedad eclesiástica del periodo es verdaderamente internacional”.
Para Margarita Prieto Yegros, escritora paraguaya de reconocida trayectoria, y autora del libro “El Tratado de Tordesillas”, este acuerdo “es un modelo de la mejor forma de solucionar difíciles problemas políticos y diplomáticos, en los cuales cada parte creía tener toda la razón y pretendía quedarse con lo mejor. La civilización europea en el siglo XV estaba detenida ante la barrera que significaba el océano Atlántico. La tarea de vencer al mar ignoto y extenso les correspondió singularmente a España y Portugal”. Considera también, “indudablemente”, que la lucha mantenida entre España y Portugal en el descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo Mundo “influyó por demás en la formación de las naciones americanas”. Como paraguaya afirma que “en el Tratado de Tordesillas podemos conocer las razones de nuestro origen, como provincia y como país”.
Por su parte, el historiador colombiano Gustavo Vargas Martínez, en la revista Credencial, escribe que este tratado “puede ser considerado como el inicio de una compleja legislación para afinar el despojo de tierras en América y dar comienzo a la era de los grandes imperios lusitano y español. Fue, también, la inauguración de las hegemonías europeas sobre Asia, África y América”. Y cita al historiador Samuel E. Morison quien no dudó en afirmar que “nunca en la historia moderna se ha realizado una expansión colonial en tan vasta escala con tan pocas fricciones entre países rivales".

domingo, 7 de julio de 2013

Brunete, sangre y muerte en una de las batallas más cruentas de la Guerra Civil.

wikimedia. El líder comunista «El Campesino» dirige las operaciones en Villanueva de la Cañada
 
Manuel P. Villatoro / Madrid http://www.abc.es/ 6/07/2013
Dolor, valentía, y una ingente cantidad de víctimas. Con estos términos se podría definir la batalla de Brunete, un choque de fuerzas en el que, desde el 6 julio de 1937, las tropas de la República se enfrentaron al ejército de Francisco Franco en las afueras de Madrid. Aquel caluroso verano, la actual capital española quedó consternada ante las casi 40.000 bajas que se produjeron, una cifra que, a la postre, convertiría este enfrentamiento en uno de los más cruentos de la Guerra Civil. [Galería de imágenes: el estado actual del campo de batalla]
Sin embargo, también se vivieron también grandes actos de arrojo y valor por parte de soldados de ambos bandos. Y es que, durante casi un mes, miles y miles de combatientes soportaron unas penosas condiciones de vida mientras trataban de obviar el temor a que una bomba cayera sobre su cabeza y oían como las balas silbaban a centímetros de sus orejas.
Para entender los sucesos que motivaron la cruel batalla de Brunete es necesario viajar en el tiempo hasta 1937, apenas un año después del inicio de la Guerra Civil. Concretamente, hace ya 76 veranos, el ejército de Franco había tomado posiciones en varios terrenos de la Península Ibérica tras declarar la guerra a la zona republicana.
«En julio del 37 la República tenía como terrenos propios, en primer lugar, toda Cataluña, Levante, buena parte de Andalucía, Castilla la Mancha y Madrid en lo que era llamado el Frente del Centro. Por otro lado, también disponía de la Cornisa Cantábrica, Santander y Asturias (el Frente del Norte)», explican en declaraciones para ABC Ernesto Viñas y Ángel Rodríguez, miembros del grupo «Brunete en la memoria» e investigadores -desde hace más de 12 años- de todos los sucesos relacionados con la batalla de Brunete.
Eran tiempos de guerra y duros combates, pues las tropas franquistas buscaban con ferocidad tomar Madrid, el símbolo de la resistencia republicana. «En esta etapa habría que hablar de una situación relativamente favorable para la República en el Frente del Centro, ya que primero rechazaron a las fuerzas del ejército de Franco en el asalto frontal a Madrid y después en las tres grandes batallas que acontecieron en torno a la ciudad», determina Viñas.
Al final, y tras varios ataques frustrados, las tropas franquistas decidieron poner sitio a la ciudad y dedicar sus esfuerzos a la conquista del norte. «Cuando llegó el verano de 1937 las operaciones más importantes ya no estaban en torno a Madrid. Franco fijó su objetivo en la cornisa Cantábrica ya que la ciudad resistía bien y era muy complicado, debido a la fortaleza creciente del ejército republicano de la zona centro, tener las ganancias territoriales que buscaba», completa el experto.
No obstante, no todo marchaba bien en el bando republicano. Y es que, aunque el centro resistió el envite de los franquistas a base de fusil y artillería, el Frente del Norte pronto acusó los continuos ataques. «El problema es que entre el Frente del Centro –conectado con los puertos a los que llegaba la ayuda soviética- y el del norte estaba la ancha Castilla la Vieja dominada por el ejército de Franco, y, por lo tanto, la República no tenía forma de operar directamente sobre él», completa Viñas.
Con el paso de los días, y como los mandos republicanos temían, la fuerte presión de las bien entrenadas tropas franquistas terminó por minar la Cordillera Cantábrica, que pidió ayuda a Madrid. «Sólo se podía hacer una operación de diversión estratégica, es decir, atacar en un escenario que no es aquel al que quieres ayudar. La República pretendía obligar a Franco a sacar sus tropas del norte a cualquier precio», determina el experto. 
Tras largas deliberaciones, y ante la urgencia de ayudar a sus compañeros en el norte, los mandos republicanos decidieron asaltar a las tropas de Franco. Sin embargo, en un principio no hubo consenso sobre el lugar en el que llevar a cabo la ofensiva. «Se pensó primero en una operación en Extremadura que cortara el territorio que dominaba Franco en dos. No obstante, eso implicaba mover las tropas mucho, lo que hacía perder el factor sorpresa y obligaba a alejar las tropas de Madrid», añaden Viñas y Rodríguez.
Finalmente, los altos mandos republicanos tomaron la decisión: iniciarían una gran ofensiva en las afueras de Madrid, lo que les garantizaba, entre otras cosas, poder retirarse a lugar seguro si algo fallaba. «El ejército de la República buscaba dos objetivos: El estratégico, que consistía en aliviar al frente del norte; y el táctico –el más cercano-, que pretendía despejar el entorno de Madrid de la presión del ejército franquista alejando 20 kilómetros el frente de la ciudad».
Una vez decidido el lugar en el que se llevaría a cabo el asalto, se estableció que la operación estaría formada por
dos ataques que se realizarían de forma simultánea. El primero, a cargo de los cuerpos de ejército V y XVIII, buscaba romper las líneas franquistas en Brunete partiendo desde un sector ubicado entre Valdemorillo y Villanueva del Pardillo (a unos 30 kilómetros de Madrid), Por su parte, la segunda acometida –al frente de la cual se encontraba el Cuerpo de Ejército de Vallecas- pretendía traspasar a las tropas de Franco desde Usera.
La finalidad, según Viñas, era que ambas tenazas avanzaran por la retaguardia enemiga y, tras recorrer unos 10 kilómetros, se encontraran en torno a Alcorcón, un pueblo ubicado aproximadamente a 13 kilómetros de Madrid. Este movimiento dejaría a las tropas de Franco rodeadas de enemigos y permitiría a los republicanos cortar sus suministros.
Sin embargo, el plan era más que arriesgado, pues frente a ellos se situaba un ejército curtido en mil batallas. «En el bando franquista la mayoría de sus oficiales eran gente capacitada, personas que habían hecho su vida profesional en el ejército y que, además, venían en muchos casos del ejército del norte de África, o sea que tenían una experiencia bélica relativamente reciente. No eran como los mandos peninsulares, que estaban más acostumbrados a una vida de cuartel, sino que habían tenido una experiencia militar directa y en primera línea en el Riff», completa Viñas.
En cambio, conseguir poner en práctica este plan de forma efectiva obligaba a la República a movilizar un gran contingente militar. «Por parte Republicana lucharon, sumando el Ejército de Maniobra y el Ejército de Vallecas, entre 80.000 y 85.000 combatientes -los cuales no estuvieron simultáneamente presentes en el campo de batalla-. En este número entrarían, además de la infantería, todas las unidades de apoyo», añade el experto.
A su vez, los oficiales tuvieron bajo su mando más de un centenar de vehículos blindados y unos 250 aviones entre cazas y bombarderos. Finalmente, también se ordenó el desplazamiento de 200 de piezas de artillería con las que bombardear el frente franquista. Por su parte, los defensores contaban al inicio de la ofensiva con unos pocos batallones que, con el paso de las jornadas, fueron aumentando hasta sumar unos 60.000 hombres. Además, no disponían en principio ni de tanques ni de artillería.
Tras la organización del operativo y el traslado de las tropas, los mandos dieron la orden de dar comienzo a la batalla en la noche del 5 al 6 de julio. Así, con el fusil entre las manos y varias granadas en los correajes, las tropas republicanas partieron bajo la protección de la luna. Todo estaba listo, y tenían a su favor el factor sorpresa.
No obstante, antes que el grueso del ejército ya había partido la 11ª División al mando de un antiguo cantero reconvertido en oficial: Enrique Líster. Esta unidad, amparándose en la oscuridad, consiguió atravesar varias posiciones franquistas sin ser vista y llevar a cabo uno de los primeros objetivos de la operación en aproximadamente una hora. «Las tropas de Líster hicieron 10 kilómetros de noche por campo enemigo sin ser descubiertas, se plantaron ante Brunete y lo tomaron», explica Viñas.
Una vez arrebatado el pueblo de Brunete, cuyos defensores fueron cogidos por sorpresa, comenzó el avance masivo. Sin embargo, lo que había sido un comienzo abrumador se tornó en desesperación cuando las tropas republicanas comenzaron a ser frenadas en masa, lo que ralentizó el ataque sorpresa e impidió la rápida llegada a Alcorcón.
«En Villanueva de la cañada las defensas, que estaban formadas por un batallón –unos 700 hombres- resistieron durante 12 horas. Este pueblo cayó a las 9 de la noche del 6 de julio. También hubo una posición en la sierra –llamada los Llanos- que, defendida por un batallón, aguantó hasta el 8. Villanueva del Pardillo empezó a ser asaltada el día 9 para caer el 11», determinan los expertos.
Tras varios combates, la férrea defensa franquista consiguió estancar el avance de los miles y miles de soldados republicanos. «Tuvo que ser desesperante para los defensores resistir en cada pueblo. Al fin y al cabo las tropas franquistas estaban rodeadas por todos lados y sabían que no iban a salir más que muertos o prisioneros», completa Viñas.
«La situación de los republicanos tampoco era mejor, pues atacaban desde campo abierto y sin un lugar donde protegerse o una posición fortificada. Además estaban urgidos por acabar con las resistencias del ejército de Franco para poder continuar con la ofensiva», añade el miembro de «Brunete en la memoria».
Repentinamente todo se complicó. La unidad de Líster fue abandonada a su suerte por los mandos republicanos, que prefirieron tomar todas las posiciones que encontraban a ayudar a la 11ª División en su avance. Por su parte, el oficial se atrincheró y se dispuso a resistir a ultranza ante la imposibilidad de avanzar hasta los siguientes pueblos: Boadilla del Monte o Sevilla la Nueva. Este suceso fue crucial pues, aunque se logró traspasar Brunete, la operación se retrasó demasiado para los intereses de la República.
«Falló que no se reforzó a Lister en el momento clave. El mando republicano, que estaba al mando de Miaja, consideró que era más importante dejar tomadas las posiciones de retaguardia que avanzar con el enemigo embolsado a sus espaldas. Miaja pareció sentir una especie de timidez operativa, lo que impidió avanzar a la vanguardia. Además, al no conseguirse la ruptura por parte del cuerpo de ejército de Vallecas, a las pocas horas de haber iniciado la ofensiva se había comprometido el objetivo máximo, que era encontrarse en un punto cercano a Alcorcón, cerca del actual barrio de la Fortuna», completa el investigador.
La suerte del Ejército de Maniobra cambió el día 12 cuando los mandos dieron la orden de pasar a la defensa. Tras casi una semana de avances limitados, la extenuación había vencido a los asaltantes, que renunciaron también a tomar dos posiciones de gran importancia táctica, los vértices Mosquito y Romanillos. De esta forma, los mandos daban por finalizada la fase ofensiva hasta nueva orden.
Todo lo contrario sucedía en el bando franquista que, tras defenderse a sangre y fuego, comenzaron a recibir refuerzos desde el exterior. «Llegaron a juntarse 5 divisiones del ejército de Franco: la Provisional del Guadarrama –que la mandaba Asensio-, la número 13 –que la mandaba Barrón-, la 150 –que mandaba Sáenz de Buruaga-, y las dos brigadas de Navarra (la 4º -mandada por Camilo Alonso Vega- y la 5º -que la mandaba Bautista Sánchez-). Eran todos militares de carrera acostumbrados a mandar grandes unidades y, seguramente, lo hicieron bien, pues primero frenaron a los republicanos, después les aplicaron un desgaste muy serio y finalmente pasaron a la contraofensiva», añade Viñas.
Además, la superioridad aérea que había tenido el bando republicano terminó con la llegada de la Legión Cóndor, los aliados alemanes de Franco. «El ejército de la República gozó en un principio de una notable pero breve superioridad técnica sobre los franquistas, pues había incorporado varios cazas Polikarpov I-16 e I-15. Sin embargo, con la llegada del Messerschmitt bf 109 alemán –que era un caza superior en velocidad y altura-, el ejército de Franco tomó ventaja en Brunete», explica Viñas.
Las fuerzas aéreas de ambos bandos mantuvieron aquellos días fuertes combates que también sufrieron los soldados, temerosos ante el fuego continuo que los cazas abrían sobre ellos. La situación comenzó a ser desesperada también para los militares heridos que, atrapados en las infectas trincheras, no podían ser evacuados debido al incesante fuego enemigo. Además, el agotamiento comenzaba a asediar a los dos bandos, pues dormir se hacía imposible ante la caída constante de bombas.
«Pasada la primera semana de superioridad republicana la alianza con Mussolini y Hitler le dio a Franco superioridad material, pues dispuso de más suministros, más artillería y aseguraba la reposición de bajas. A la República esto le resultaba más difícil, pues los envíos soviéticos tenían que pasar por el Mediterráneo y saltarse el bloqueo, o pasar por Francia, cuya frontera tan pronto se abría como se cerraba», sentencia Viñas.
Tras varias jornadas, el 18 de julio fue el día en que los mandos nacionales decidieron pasar a la asalto contra las exhaustas tropas republicanas. Para ello, planearon una contraofensiva que protagonizarían las brigadas de Navarra, recién transferidas del norte por el del Ferrol al observar que sus líneas en el centro podían verse atravesadas. Sin embargo, y a pesar del ímpetu de las tropas de Franco -ansiosas por recuperar el terreno perdido y devolver el golpe a sus enemigos-, este primer contraataque fue detenido por el fuego combinado de varias unidades republicanas.
Todo cambió desde el día 22 de julio, jornada en la que las unidades franquistas, decididas a terminar con una batalla que ahora se les presentaba favorable, asaltaron varias posiciones republicanas del entorno del Guadarrama. Esta vez los republicanos tuvieron que retirarse inexorablemente, aunque lo hicieran combatiendo, dejando atrás a cientos de muertos y una parte de las posiciones que, con tanta sangre, habían conquistado en los primeros días. El repliegue, ordenado hasta el entorno de Brunete, llegó a ser huída cuando perdieron el cementerio bajo las bombas de la Legión Cóndor. Sin Brunete en manos republicanas, Franco recuperaba el pueblo símbolo de la batalla.
Los nacionales, por su parte, no siguieron avanzando y dieron por buena la conquista del territorio. El pueblo, que había sido centro de los combates 20 días antes, mostraba ahora un aspecto desolador. La guerra había llamado a su puerta para llevarse con ella miles y miles de jóvenes vidas.
Una vez acabada la contienda, quedaba por desgracia el trabajo más difícil, contar las bajas. Aquel aciago 27 de julio, el bando republicano perdió, entre heridos, desaparecidos y capturados, a casi 20.000 de sus compañeros. Por su parte, los franquistas sumaron un total de 16.000 bajas. Pero, sin duda, en esta batalla quien más perdió fue España, que vio fallecer a casi 7.000 de sus hijos.
A su vez, fue difícil atribuir la victoria a un bando. Y es que, por un lado, los republicanos consiguieron retrasar la ofensiva del Norte algo más de un mes y alejar el frente de batalla unos kilómetros de Madrid mientras que, por otro, el bando nacional logró poner en huída a su enemigo y retomar Brunete.

lunes, 17 de junio de 2013

Los cadáveres del racionamiento español

CECILIO SÁNCHEZ DEL PANDO
Colas de ciudadanos ante un despacho de cartillas en Sevilla, en junio de 1940

http://www.abc.es/ ISRAEL VIANA 17/06/2013
«La situación es pavorosa, tenemos toda la provincia sin pan y sin la posibilidad ni la perspectiva de adquirirlo. Aceite hace más de cuatro meses que no se ha racionado, y de otros productos no digamos. En la provincia, prácticamente todos seríamos cadáveres si tuviéramos que comer de los racionamientos de la Delegación de Abastos», aseguraba un informe de la Jefatura alicantina de la Falange, en diciembre de 1940.
El panorama desolador que aquí se describía era el mismo que pintaban, con tintes dramáticos, los cientos de informes que regularmente enviaban los organismos oficiales del Franquismo tras la Guerra Civil. La degradación del nivel de vida en la década de los 40 fue tal, que asegurarse la subsistencia se convirtió en una auténtica lucha diaria para la mayoría de españoles, un extraordinario esfuerzo de tiempo, recursos e imaginación.
«Estábamos tan hambrientos que mi padre tenía que ir a robar uvas por la noche. Mis hermanos y yo íbamos a recoger hierbas del campo, tales como collejas, romanzas o cardos, que luego mi madre cocía para comérnoslas como verduras. No había otra cosa. Si encontrábamos una cáscara de naranja por la calle, nos la comíamos. Y yo no conocía el plátano», cuenta hoy a ABC Bienvenida Verdú, que en 1939 tenía nueve años y vivía en la pedanía albaceteña de Nava de Abajo.
Para hacer frente a esta situación, el Régimen estableció la famosa cartilla de racionamiento que hoy trae de cabeza a los venezolanos después de que Nicolás Maduro amenazara con establecerla en su país entre fuertes críticas. Pero la Venezuela de 2013 poco tiene que ver con la España de principios de la década de los 40. La reducción salarial de 1939 y el posterior estancamiento de los sueldos –que en 1950 aún se situaban en torno al 50% de los existentes en 1936– adquirieron tintes dramáticos por la escasez de los alimentos, mientras los comedores de Auxilio Social acogían a cientos de miles de familias cada día.
El sistema de racionamiento de artículos de primera necesidad se estableció en España, el 14 de mayo de 1939, mediante una orden del Ministerio de Industria y Comercio, para asegurar el abastecimiento de las familias. Poco después, otra orden fijó las cantidades que debían ser entregadas a precio de tasa, las cuales variaban si se trataba de un hombre adulto, una mujer adulta, una persona de más de 60 años (el 80% de lo que recibía un hombre adulto) o un menor de 14 (el 60% del mismo).
Las cartillas estaban clasificadas en tres categorías que iban desde la que correspondía a los que más recursos tenían, hasta la de los más pobres. Sin embargo, las cantidades establecidas oficialmente por el decreto del Gobierno –un hombre adulto, por ejemplo, debía recibir 400 gramos de pan, 250 de patatas, 200 de pescado fresco, 100 de legumbres, 125 de carne, 30 de azúcar, 25 de tocino y 10 de café al día–, nada tenían que ver con las que finalmente se entregaban a cada ciudadano. El racionamiento no cumplió su función casi nunca.
«Éramos ocho hermanos y lo de la cartilla, ¡qué va!, no nos daba para vivir. Una vez al mes nos daban un poco de leche en polvo, un pan de maíz que se deshacía en las manos y un bacalao a la semana, que entonces era la comida de los pobres. Pero no conocíamos la carne y no nos daban aceite. Cocinábamos con sebo de animal», recuerda Verdú desde Elda, cuyo padre tenía que ir a recoger esparto para cambiarlo por pan.
El hambre hacía estragos en la población y el problema del abastecimiento se convirtió en el tema estrella de las memorias de los órganos del Franquismo durante la segunda mitad de los años 40. No escondían las miserias. «Es completamente imposible vivir con las cantidades que dan en el racionamiento, que además no pueden considerarse ordinarias, pues no es corriente la regularidad en el reparto», aseguraba un informe referente a Salamanca de 1942
En estas condiciones, la única opción para asegurar la supervivencia era comprar en el mercado negro, donde los precios eran, por lo general, desorbitados para la mayoría de la población. Variaban de una ciudad a otra, y de un día al siguiente. En 1946, el estraperlo alcanzó cotas excepcionales, costando la mayoría de los productos tres veces más de media de lo que indicaba la tasa. El informe de la Cámara de Comercio de Sabadell de ese año, por ejemplo, decía que el precio del azúcar era 10 veces mayor que el oficial, y que el del pan se había multiplicado por cuatro, el del aceite por seis, el del arroz por cinco y el de las patatas por tres.
Gaspar, un alcarreño de 95 años que luchó en la guerra y después se hizo guardia civil, recuerda a las mujeres estraperlistas que venían desde Vigo y se colaban a escondidas en el cuartel de Guadalajara para comprar, a 10 pesetas el kilo, la harina que recibían las mujeres de los agentes a dos. «Nuestro sueldo era de 300 pesetas al mes y  necesitábamos comprar otras cosas. Teníamos que ir haciendo todo lo que podíamos para ir viviendo», relata.
En 1943 entraba en vigor la cartilla individual, en sustitución de la familiar, con el objetivo de llevar un control más exhaustivo del reparto. Pero aquello tampoco hizo que la situación mejorara. El racionamiento siguió siendo insuficiente durante la mayor parte de la década de los 40 y los alimentos distribuidos eran de muy mala calidad y llegaban con cuentagotas. La corrupción y el mercado negro siguieron creciendo, y el malestar de la población se hizo evidente a pesar del régimen dictatorial, según reflejaban los distintos informes oficiales.
Bienvenida Verdú, que lo vivió en sus carnes, recuerda perfectamente las continuas broncas en las colas de la Casa del Pueblo de Navas de Abajo, donde se repartían los alimentos. «Los vecinos se peleaban por coger un hueco en la fila, porque los racionamientos no llegaban a los últimos. Más de dos tortas de los mayores me he llevado yo».
Fueron 13 años de hambre y miseria con la cartilla de racionamiento en funcionamiento, que oficialmente estuvo vigente hasta abril de 1952. En esa fecha desapareció para los productos alimenticios, en una época en la que el consumo de carne per cápita se había duplicado. Pero aún hoy, si preguntamos a las generaciones de españoles que vivieron los años cuarenta, todos mantienen el mismo recuerdo: el hambre. «Me entran ganas de llorar sólo de recordarlo», concluye Bienvenida.

lunes, 10 de junio de 2013

Soldados de la tercera España en la Guerra Civil.

Combatientes republicanos escribiendo a sus familiares.
 
Manuel de la Fuente. Madrid 10/06/2013 http://www.abc.es/
Ellos no eran voluntarios de camisa azul y correajes, ni de boina roja y cruz colgando sobre el pecho, ni tampoco milicianos de alpargata y trabuco en bandolera, ni comunistas con la obras completas de Lenin bajo el brazo. Eran, simplemente, españoles bastante normales y bastante corrientes a los que la Guerra Civil les partió la vida.
Su ideología era la de sobrevivir sin hacer daño a nadie, dedicarse a su familia y al trabajo, y beberse un trago de vino el día de la fiesta de su pueblo. No hicieron la guerra para defender la revolución frente al fascismo, ni para impedir que los rojos desbarataran la Patria. Ellos, estos ciudadanos de la tercera España, la que no quería cunetas, ni checas, ni paredones, ni paseos, fueron a la batalla por motivos geográficos. Allí donde vivían fueron reclutados en levas y de ahí al frente, les gustara o no les gustara el bando en el que les tocó calar la bayoneta.
Ellos, estos miles y miles de españoles son los protagonistas de «Soldados a la fuerza. Reclutamiento obligatorio durante la Guerra Civil. 1936-1939» (Alianza Editorial), interesantísimo y original libro del historiador británico James Matthews, que cuenta con prólogo de Paul Preston.
El libro habla de cómo fueron aquellos reemplazos, de las deserciones, de la moral, de los castigos, del humor, de la prostitución y las enfermedades venéreas, de la soldada, de la comida, de los premios en coñac y del tabaco, de los pasatiempos, la correspondencia y las madrinas, de la ferocidad de las bombas... y de la ferocidad de los piojos, «los peores animales que he visto en mi vida», según el escritor George Orwell, voluntario trotskista.
Estamos ante un repaso completo a una parte de nuestra historia no necesariamente conocida. Basten cuatro datos, como explica Matthews: «En los primeros meses del conflicto, unas 120.000 personas se presentaron voluntarias para luchar por la República. Al final de la guerra y tras las levas eran 1.700. 000 hombres. Los nacionales, por su parte, reunieron en el verano de 1936 a unos 100.000 voluntarios. En abril de 1939 eran 1.260.000 hombres». James Matthews destaca que los reemplazos nacionales estaban mejor preparados que los republicanos, y cuenta también que en ambos bandos las levas no siempre fueron bien recibidas: «A nivel individual, hubo protestas en ambos bandos y tanto los emboscados como los prófugos fueron problemas a los que tuvieron que enfrentarse.
Colectivamente, hubo más protestas del bando republicano, madres que protestaban porque el gobierno se llevase sus hijos para la guerra. Pero en el bando nacional también hubo bastantes protestas de mujeres que creían ver hombres aptos en edad de movilización en la retaguardia mientras que sus hijos se enfrentaban a los peligros del frente».
Cabe preguntarse si los soldados combatían «mejor» si se satisfacían sus necesidades, más que por una comprensión ideológica de la guerra. «Sin comida y sin bebida en primera línea, las ideologías resultaban secundarias -destaca el historiador-, sobre todo para hombres que no se habían unido a la guerra como militantes políticos. Eso sí, una vez cubiertas esas necesidades los soldados luchaban mejor si habían absorbido los relatos embellecidos sobre el propósito de la guerra».
Salvando todas las distancias (gigantescas distancias), Matthews también explica que el trabajo de los comisarios republicanos y los sacerdotes nacionales guardaba ciertas similitudes: «Eran los encargados de elevar y vigilar la moral de sus soldados. También fueron guardianes de la ortodoxia de las políticas de sus respectivos bandos. Pero, además, los comisarios, tuvieron roces con los oficiales sobre sus diferentes competencias, y ayudaron a propagar las diferencias políticas dentro del bando gubernamental que tanto daño al esfuerzo de guerra».
También cree el autor que «el ejército nacional logró un nivel de disciplina más constante» y nos habla de la importancia de los reclutas de reemplazo en la contienda: «No se hubiera podido crear dos ejércitos de masas sin recurrir al reclutamiento forzoso. Pero siempre que fue posible, los dos bandos usaron soldados de élite -marroquíes, legionarios, carlistas en el bando nacional, y brigadistas y comunistas en el gubernamental- como punta de lanza en sus ofensivas más importantes. Por lo tanto la experiencia de guerra para muchos reclutas en ambos bandos fue la de mantener la línea en frentes en calma y resistir en las trincheras a la intemperie más que participar en ofensivas militares».
Soldados de reemplazo, reclutas a la fuerza, habitantes de la tercera España, la de la convivencia y la normalidad, la España a la que las otras dos helaron el corazón.