martes, 26 de enero de 2010

Una amputación quirúrgica en la Edad de Piedra

Hueso del antebrazo donde se realizó el corte para la amputación. INRAP
El esqueleto del individuo que sufrió la amputación. INRAP

Rubén Amón. París 26/01/2010 ELMUNDO.es

Los antropólogos que trabajan en el yacimiento de Butiers-Boulancourt (sur de París) se han encontrado con la evidencia de una amputación quirúrgica. Que no tendría nada de extraordinario si no fuera porque la antigüedad del paciente se remonta a unos 6.900 años. Es la manera de probar que existían las intervenciones médicas en el Neolítico. De otro modo, no podría explicarse que el antebrazo del esqueleto encontrado por la profesora Buquet-Marcon hubiera sido seccionado de manera tan precisa y ortodoxa.
Ha permitido reconstruir la operación el recurso de un escáner superdotado. Gracias a él se ha advertido que había un traumatismo y que se había realizado una amputación mediante un escarpelo de sílex, ya que entonces no se habían generalizado los útiles en metal.
«La limpieza del corte descarta la posibilidad de que el hueso se hubiera seccionado en razón de un accidente o de una pelea», explica Cécile Buquet-Marcon. Llegando a la conclusión, por tanto, de que un especialista con oficio y criterio llevó a cabo un "acto quirúrgico".
No es la única sorpresa. El análisis de la osamenta ha permitido reconocer señales de cicatrización posteriores en meses e, incluso, en años al trance de la amputación. Se produjo por debajo del codo y no impidió al paciente reintegrarse entre sus congéneres.
El detalle es importante a juicio de la profesora Buquet-Marcon porque sobrentiende los hábitos "sofisticados" de una sociedad solidaria y porque implica el reconocimiento y la integración de los disminuidos físicos en el seno de las tribus neolíticas.
De ahí la importancia polifacética que ha adquirido el paciente. No se le ha puesto un nombre, pero se le han encontrado muchas otras referencias. Sabemos, por ejemplo, que vivió entre 4.700 y 4.900 años antes de Cristo, que era un hombre grande (2 metros), que padecía artrosis en las vértebras cervicales y que había perdido íntegramente la dentadura.
Así se lo encontró el equipo de Buquet-Marcon cuando los subalternos cavaron en una profundidad de 1,5 metros. Ha facilitado la conservación del esqueleto el cúmulo calcáreo que rodeaba al amputado, y ha llamado la atención, igualmente, que el difunto compartiera semejante tumba de circunstancias con una oveja y un hacha.
Es la primera vez que aparece en Francia y en la Europa meridional un ejemplo tan concluyente de cirugía neolítica, aunque el hallazgo de mayor valor y de más antigüedad fue exhumado en el yacimiento de Vedrovice (República Checa). Fue allí donde apareció la prueba de una amputación realizada hace unos 7.500 años.
"Ni en aquel caso ni el ejemplo francés puede hablarse de cirujanos tal como podemos entenderlos hoy", advierte la profesora Buquet-Marcon. "En cambio sí puede decirse que había una cierta especialización y un cierto conocimiento. De los restos hallados se desprenden, por ejemplo, condiciones idóneas de asepsia y se puede acreditar que la sección del hueso se hizo con criterio y escrúpulo", añade la antropóloga.
Más entusiasta parece su colega Éric Crubézy, profesor en la Universidad Paul-Sabatier de Toulouse. En su opinión, puede hablarse de excelentes cirujanos y se los puede hasta diferenciar en dos grandes escuelas. La primera correspondería a la zona de influencia del Danubio, como probaría el caso de Vedrovice, mientras que la segunda se desarrollaba en el Mediterráneo.
¿Había contacto entre ellas? Es una de las dudas que se plantean los especialistas. Se antoja verosímil que unos y otros pueblos compartieran el conocimiento, pero también cabe la posibilidad de que no existiera contacto, de modo que la cirugía habría aparecido como una solución específica e imprescindible a los contratiempos de la guerra y de la caza.

lunes, 25 de enero de 2010

El bipedismo hizo posible la construcción de herramientas

Comparativa de los dedos de chimpancé y humanos. C. Rolian
Rosa M. Tristán 19/01/2010 ELMUNDO.es

Un equipo de científicos canadienses aseguran haber descubierto el proceso que hizo evolucionar las manos de los primates para que pudieran manipular herramientas. Según sus conclusiones, tuvo mucho que ver con la evolución de sus pies. Utilizando un modelo matemático, que sirvió para simular los cambios evolutivos, han demostrado que la capacidad de andar sobre dos piernas está directamente relacionada con la aparición de los utensilios de piedra.
Los investigadores, liderados por Campbell Rolian, de la Universidad de Calgary, realizaron un estudio comparativo de los dedos de manos y pies en 202 humanos (muchos de ellos afroamericanos) y 89 chimpancés. Su objetivo era revelar cómo había sido su desarrollo hace entre cinco y ocho millones de años, cuando ambas ramas de primates se separaron.
Utilizando mediciones de la lontigud de las falanges comprobaron, como publican en la revista "Evolution", que manos y pies forman parte de "estructuras que comparten modelos de desarrollo idénticos porque hay una correlación entre ambas extremidades".
Esta hipótesis contradice la teoría más extendida de que las adaptaciones de las manos humanas surgieron después de que nuestros ancestros se hicieran bípedos, cuando ya no eran necesarias para su movilidad. Es una teoría vigente desde los tiempos de Charles Darwin.
Los autores, ahora, han demostrado que si se tiene el dedo pulgar del pie largo también lo es el de la mano, lo que quiere decir que tuvieron una trayectoria genética paralela y que los cambios que afectaron a una extremidad, también lo hicieron a la otra.
Gracias a un modelo matemático simularon las presiones evolutivas que podrían haber influido en la selección y concluyeron que los factores externos tienen una incidencia más fuerte en los dedos de los pies, por los que habrían sido éstos quienes se modificaron y, paralelamente, causaron un cambio genético en las manos.
La cuestión está en que la modificación de un gen o su expresión por duplicado afecta a varios rasgos fenotípicos de la forma y el tamaño de todos los dedos no sólo de algunos. "Nuestros datos apoyan la hipótesis de que las manos y pies humanos coevolucionaron a la vez. Surgieron unos pulgares largos y fuertes que facilitaban caminar sobre dos piernas y, a la vez, los nuevos dedos en las manos facilitaron la aparición de una tecnología lítica en nuestros ancestros", apuntan.

miércoles, 20 de enero de 2010

El "frente oriental" de la Guerra Civil

Brigadistas orientales en Francia en 1940

CARLES GELI . Elpaís.com 16/12/2009
Un libro documenta por vez primera la existencia de brigadistas chinos

"Muchos camaradas del Ejército Rojo de China están dispuestos a ir a España para participar en vuestra lucha. [...] De no ser porque tenemos enfrente el enemigo japonés, iríamos con toda seguridad a integrarnos en vuestras tropas". Son palabras de Mao en una carta abierta al pueblo español del 15 de mayo de 1937. Unos 60 chipriotas, una docena de filipinos, tres vietnamitas y hasta un japonés formaron parte de los 40.000 hombres de 53 países que lucharon en España encuadrados en las Brigadas Internacionales. Pero no chinos. No podían, invadidos por Japón. Y con esa idea se quedó la historia.
Pues no: como mínimo, un centenar de chinos participaron en la contienda española. Así lo atestiguan Ni Hwei-ru y Len Y. Tsou, matrimonio taiwanés residente en Estados Unidos y sistemáticos doctores químicos que, tras ver en un libro conmemorativo de los 50 años de las brigadas una imagen de un soldado oriental, empezaron en 1996 a tirar de un hilo que, 13 años después, un montón de dinero personal y un sinfín de viajes a España, Rusia, Bulgaria, Alemania e Inglaterra, entre otros destinos de entrevistas con supervivientes y familiares, ha desembocado en el libro La llamada de España: los voluntarios chinos en la Guerra Civil española.
"Calculamos que fueron un centenar: la cifra la hemos sacado de algunas cartas y de una en concreto de Ling Ching Siu, que recogió el 26 de junio de 1939 un periódico en chino de Nueva York", afirma con detalle científico Tsou citando a uno de los 13 combatientes cuyas vidas han reconstruido al milímetro en el libro.
El matrimonio empezó con pistas falsas: un voluntario chino frente al hospital de Benicàssim. "Ni las heridas, ni el nombre... Nada coincidía. Luego supimos que era normal: muchos chinos, especialmente los que provenían de Estados Unidos, se cambiaron los nombres de sus pasaportes y su destino para saltarse la prohibición de ir a luchar a España por la no intervención", apuntan.
"La mayoría procedían de Europa; eran huagong, obreros reclutados por compañías extranjeras en China en los años 20 para trabajar en Europa, sobre todo en Francia", apunta Laureano Ramírez, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, que ha traducido el volumen y que busca editor del estudio en España.
Sólo uno de los diseccionados provenía de China ("era un sindicalista y le perseguía el Kuomintang, que sostenía una feroz pugna con los comunistas") y apenas dos estaban ya en España: "Uno, Chang Chang Kuang, era un vendedor ambulante en Barcelona, donde vivía desde 1927; el otro era Chang Shusheng, del que sólo se sabe que se graduó en la Escuela de Tanques", aclara Ramírez.
"Identificaron la agresión fascista en España con el imperialismo japonés y se vinieron a luchar", argumenta la pareja para justificar su presencia en España. ¿Pero por qué no hacerlo, si acaso, en y por su propio país? "Ése era un dilema que se les planteaba; estaban ya en Europa con sus familias, su tierra natal estaba más lejos y la guerra era la misma; en sus cartas, lo debaten y muchos dicen: 'Cuando acabemos de aquí hemos de ir a casa' y así lo hicieron bastantes en 1938".
No pudieron crear una unidad propia, por lo que salpicaron las distintas brigadas según su segunda lengua. Tampoco su formación media les permitió grandes proezas militares, "pero estuvieron en las grandes batallas: Madrid, Brunete, la del Ebro...". Algunos pasaron por campos de concentración franceses. No corrieron mejor suerte los que fueron a luchar a China. Lo aclara Tsou: "No pudieron recibir el trato de héroes, sólo Ling Ching Siu acabó como viceministro del Ejército del Aire... Tras la Revolución Cultural de 1949 todos cayeron en desgracia por haber tratado y luchado con extranjeros". Ching Siu acabó en 1965 sepultado en su pueblo remoto natal... con las paredes de su casa decoradas con las fotos que hizo de la Guerra Civil española. El Gobierno chino tiene papeles y fotos, pero no las saca. Silencio y olvido.

jueves, 7 de enero de 2010

La civilización perdida

LIDIA JIMÉNEZ 02/01/2010 ELPAÍS.com

Se mantiene el misterio sobre el nacimiento y la desaparición de los Tartessos, un pueblo extinguido hace 3.000 años. Un equipo de investigadores rastrea sus orígenes en Doñana.

Hace casi 3.000 años existió en Andalucía una civilización rica y avanzada cuya grandeza, cuentan los eruditos, no fue igualada en mucho tiempo. A aquel pueblo, admirado por los griegos, se le denominó Tartessos, como el río que lo atravesaba, el actual Guadalquivir. La explotación de minas de oro y plata y el comercio con los fenicios la convirtieron en una sociedad más o menos organizada que fue conocida como la primera civilización de Occidente. Ahora, un equipo de investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), coordinados por el arqueólogo Sebastián Celestino y el historiador y antropólogo Juan José Villarías, rastrean 200 hectáreas del parque nacional de Doñana en busca de asentamientos humanos pertenecientes a aquella civilización que vivió en lo que son hoy las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz entre los siglos IX y VII antes de Cristo.
Otros investigadores, como el cubano Georgeos Díaz-Montexano, van bastante más lejos y aseguran que, sumergida por esa zona, "sin ninguna duda", se encuentran los restos de la Atlántida, la mítica ciudad descrita por Platón que decenas de historiadores, antropólogos y curiosos se han afanado por encontrar. Los investigadores españoles creen que esto es un disparate.
La investigación del CSIC comenzó realmente en 2005, pero hasta ahora no se habían llevado a cabo intervenciones directas sobre el terreno. El pasado septiembre, por primera vez, se realizaron pequeñas catas de tierra repartidas en unas 200 hectáreas del parque nacional, en concreto en las marismas de Hinojos (Huelva). Los hallazgos más importantes, por ahora, han sido restos de cerámica de la Edad del Bronce. Por el momento no se ha encontrado huellas tartésicas.
Esos ansiados vestigios sí han aparecido en otras zonas próximas, como Mesas de Asta, Algaida. También en sitios al otro lado del río, en Sanlúcar, Jerez y El Puerto de Santa María. "Si existieron en el otro lado, también debieron de existir aquí: hubo dos terremotos, uno de ellos fue una especie de tsunami que arrasó todo y coincide con la época de esplendor tartésica", explica Celestino. Esto corroboraría la tesis de un posible asentamiento prerromano que pudo esfumarse en esa zona, pero el experto prefiere no aventurarse con teorías.
Tartessos fue también el nombre del río al que los romanos bautizaron como Betis y los árabes como Guadalquivir (río grande). Los tartésicos, aculturados por fenicios antes de la llegada de los griegos, se dedicaban a la metalurgia, el comercio y la pesca. No se sabe si Tartessos fue también el nombre de su metrópoli más importante, una especie de capital tartésica, porque nunca se ha encontrado su ubicación.
En cualquier caso, hay imágenes que muestran la intervención humana en el área acotada. Las fotografías aéreas tomadas sobre las marismas desde 1956 muestran todas lo mismo en la parte sur: extrañas formas circulares de distintos tamaños (hasta 200 metros de diámetro) y, sobre todo, figuras rectangulares, imposibles de concebir como producto de la naturaleza. Esas imágenes se mostraron en la tesis del científico alemán Rainer Kühne (2004), que está convencido de que existió una gran ciudad tartésica que estaría ubicada en Hinojos. Kühne se basa en evidencias literarias de Estrabón y Pausanias.
"La capital de Tartessos estuvo situada entre las dos bocas del río Betis. De acuerdo con Pausanias, Betis era el río más grande de Iberia. Baetica fue el antiguo nombre para Andalucía. El antiguo Baetis no es sino el Guadalquivir, cuyo estuario sigue estando en el mismo sitio. Creo que la capital de Tartessos está situada dentro del parque nacional de Doñana", razona el alemán con silogismos. Tras Kühne, renació la fascinación y el interés por Tartessos y por la Atlántida.
El alemán afirma que Platón usó la geografía y la cultura tartésica para describir la legendaria ciudad sumergida. Desde 2005, el grupo de investigadores del CSIC ha realizado sondeos, topografía eléctrica e intervenciones indirectas. Y hace cuatro meses, se comenzó a excavar. "A finales de verano comenzamos las técnicas directas mediante catas en la tierra de un metro por dos", explica Antonio Rodríguez, geólogo de la Universidad de Huelva. Villarías añade que el grupo se encuentra a la espera de más datos para continuar con la investigación. "Algunos resultados pueden todavía tardar, ya que algún análisis no depende de nosotros directamente", señala el antropólogo.
Lo que sí está claro es que hay restos arqueológicos, muy probablemente tartésicos. La razón por la que nunca se había adentrado en el parque es que la mayoría de los investigadores partían de la premisa de que aquello siempre fue agua. Durante cientos de años, después de la última glaciación, aquello era agua, del mar, al principio, y de un gran lago, después. Esta teoría, sin embargo, está siendo revisada por los geólogos desde hace más de una década.
Sean cuales sean los hallazgos finales, la expectación sigue creciendo. El próximo 15 de enero, un arqueólogo estadounidense, Richard Freund, acudirá a Hinojos y dará un nuevo empuje a la tesis tartésica de Doñana. Junto a él viajará un equipo de National Geographic. Mientras se dispara el interés internacional, el CSIC insiste en las evidencias sobre el terreno.
La mayor distancia científica se toma con la posible creencia de que la Atlántida está bajo las marismas de Hinojos. Que la ciudad descrita por Platón, de puertas de plata y organización circular, se hubiera sumergido sin dejar rastro en Doñana es calificado por los investigadores españoles como un disparate o, más suave, "algo difícil de creer". Pero siempre hay quien cree.
El investigador cubano Georgeos Díaz-Montexano lleva 15 años inmerso en la búsqueda de la Atlántida. Fundamenta su teoría con gran convencimiento y montañas de papeles y gráficos: "Platón describe con detalle la ciudad y la sitúa en el estómago (en griego, pro tou stomatos) de las Columnas de Hércules", que se corresponden tradicionalmente con el Estrecho de Gibraltar. "Las evidencias sustentan cada vez con más fuerza que la Atlántida no era una mera ficción, fábula o mito inventado por él, sino una historia verdadera (alêthinon logon, en griego, o veram historiam, en latín), como Platón siempre sostuvo", asegura el investigador, que culpa al "fatalismo geográfico" el hecho de que no le tomen en serio. "Si fuera alemán en vez de cubano, me escucharían más", protesta antes de sentenciar: "La Atlántida no está exactamente donde investiga el CSIC, pero está cerca".

miércoles, 6 de enero de 2010

La guerra que acabó con la Grecia clásica

La batalla de las Termópilas, recreada en '300', de Zack Snyder, inicia el siglo de oro de la Grecia clásica, que concluye con la Guerra del Peloponeso.- ARCHIVO

ABEL GRAU 25/12/2009 Elpaís.com
Se publica en España "La guerra del Peloponeso", de Donald Kagan, el mayor compendio sobre la "guerra civil" entre Atenas y Esparta que puso fin al siglo de Pericles.

Qué habría pensado el rey Leónidas si hubiese sabido que su pueblo, la aguerrida Esparta que se sacrificó para defender Grecia de las garras persas, iba también a precipitar el ocaso del siglo de oro griego. Porque lo que no consiguieron los ejércitos de Jerjes en las batallas de Termópilas, Salamina y Platea, lo lograron medio siglo después los propios griegos al enzarzarse en una devastadora guerra 'civil' entre Atenas y Esparta. La Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.) supuso treinta años de una extrema brutalidad. Fue el golpe de gracia al fulgurante siglo V a. C. Adiós al esplendor intelectual y político de Pericles, Sócrates y Esquilo.
Fue algo comparable a una guerra mundial, según considera el historiador estadounidense y erudito del mundo clásico Donald Kagan. Su magna Historia de la Guerra del Peloponeso -cuatro disuasorios tomos de ochocientas páginas cada uno- llega ahora sintetizada en un manejable volumen de 700 páginas traducido por el historiador Alejandro Noguera en la editorial Edhasa. "Resultó ser la mayor convulsión que afectó a los helenos, a los bárbaros y, bien se podría decir, a la mayor parte de la Humanidad", escribió Tucídides, soldado en el bando ateniense y principal cronista del conflicto. Su Historia de la guerra del Peloponeso sigue siendo la mayor fuente para conocer aquel conflicto crucial en la historia de Occidente, que inicio de una época salvaje.
El relato de Tucídides, sin embargo, es incompleto, ya que no lo concluyó, así que hay que echar mano de la arqueología, la epigrafía y la numismática para componer una imagen de conjunto. "Si se pretende que el lector moderno comprenda sus complejidades sociales, políticas y militares en su totalidad, incluso el período tratado por Tucídides requiere una mayor clarificación", avisa Kagan en el prólogo. Pertrechado con la investigación académica acumulada durante décadas, Kagan ofrece una nueva aproximación a la guerra fratricida de los griegos, que "fue reconocida como el punto crítico de inflexión incluso por aquellos que combatieron en ella", subraya el historiador.
La violencia que siguió a la colisión entre Atenas y Esparta no tenía precedentes conocidos. "Resultó en una escalada de atrocidades,"- escribe Kagan- "que incluyeron la mutilación y el asesinato de los enemigos capturados, arrojados a fosas donde morían de sed, hambre o congelación, o empujados al mar hasta que se ahogasen. Bandas de forajidos dieron muerte a niños inocentes; se destruyeron ciudades enteras; los hombres eran ejecutados, las mujeres y niños eran vendidos como esclavos".
Kagan combina una profunda erudición con un estilo ameno y vívido que hace la lectura muy atractiva. Sus descripciones son sencillas y definitivas. Pericles es "el individuo más brillante y genial que jamás hubiera liderado la democracia de Atenas: aristócrata de la más alta alcurnia, hijo de un victorioso general y héroe de la guerra contra los persas". Un líder natural cuyo nombre pasaría a denominar el siglo de mayor esplendor de la Grecia antigua.
Son frecuentes las comparaciones de aquella guerra con la Primera Guerra Mundial, puesto que también provocó el fin de una era de progreso. Pero sobre todo la situación a finales del siglo V a. C. en el Peloponeso (la península meridional de la actual Grecia) se asemejaría a la Guerra Fría, según Kagan: "generales, diplomáticos, estadistas y académicos han comparado por igual las condiciones que condujeron a la guerra en Grecia con la rivalidad existente entre la OTAN y el Pacto de Varsovia".
En los dos casos, el contexto se dividía entre dos modelos opuestos. "La democracia ateniense y la monarquía militarizada espartana", recuerda Noguera, arqueólogo y licenciado en Historia por la Sorbona. En cuanto al legado de las dos sociedades no hay muchas dudas: "Esparta no dejó gran cosa", señala Noguera. Con todo, fue el bando que ganó la guerra entre las dos potencias en busca de hegemonía. A partir de entonces Grecia entró en una lenta decadencia.
La Guerra del Peloponeso juega un papel crucial en la historia universal, según subraya Kagan. "He emprendido este proyecto porque creo que, más que nunca, esta guerra es un relato de una fuerza tal, que puede leerse como una extraordinaria tragedia humana", escribe el historiador. Un relato que "narra el ascenso y la caída de un gran imperio, el choque entre dos sociedades y formas de vida muy diferentes entre sí, el papel desempeñado por la inteligencia y la fortuna en los asuntos humanos y, sin olvidar a la colectividad, el de individuos brillantemente dotados a la hora de determinar el curso de los acontecimientos, aunque sujetos, a su vez, a las limitaciones impuestas por la naturaleza, el destino y sus semejantes".

martes, 5 de enero de 2010

Los humanos, cazadores desde sus orígenes

El paleontólogo español, en el yacimiento de Tanzania. Manuel Domínguez-Rodrigo
Excavaciones en Olduvai. M.D.R.

ELMUNDO.es Rosa M. Tristán 4/01/2010

Un equipo de paleontólogos españoles se ha hecho fuerte en la Garganta de Olduvai y sus alrededores, al norte de Tanzania. El lugar es conocido como la cuna de la humanidad, porque fue en esa falla africana donde los antepasados humanos dieron sus primeros pasos evolutivos. Y lo hicieron, según los expertos españoles, cazando grandes animales, cuya carne se convirtió en una parte fundamental de su dieta.
Según sus conclusiones, desde el principio, fabricábamos lanzas y compartíamos la comida con otros congéneres, lo que implica un grado de organización social.
Estos hallazgos, publicados en la revista 'Journal of Human Evolution' y más recientemente en un libro (financiado por el Ministerio de Cultura), han dado un vuelco a la hipótesis que había tomado fuerza y que defiende que los primeros humanos fueron carroñeros, que se aprovechaban de la caza de los grandes carnívoros porque no tenían suficiente inteligencia para luchar contra los peligrosos felinos.
Cuando los españoles llegaron al yacimiento de Peninj, en los años 90, el equipo, dirigido por el paleontólogo de la Universidad Complutense Manuel Domínguez-Rodrigo, buscaba profundizar en el comportamiento en los primeros humanos. ¿Eran todos carroñeros como las hienas? ¿O ellos mismos mataban? Y luego, ¿Eran solidarios o cada uno iba a lo suyo?
"Elegimos Peninj porque era una ventana única al pasado de hace 1,5 millones de años. Y porque era un lugar desalentador para otros paleontólogos, a 320 kilómetros de una ciudad. Nadie había vuelto allí desde los años 60, cuando se fueron los Leakey. Y tuvimos suerte. Fue un yacimiento muy generoso en fósiles con nosotros", recuerda Domínguez-Rodrigo.
Los primeros años se los pasaron haciendo estudios geológicos y estatigráficos, con ayuda de los expertos Luis Alcalá, director científico de Dinópolis, y Luis Luque. Con el tiempo, lograron que esa ventana fuera de un kilómetro cuadrado: desvelaron que allí hubo una sabana de vegetación abierta, con infinidad de grandes carnívoros, muy competitivos con nuestros antepasados, los 'Homo habilis', a la hora de conseguir comida. Descubrieron también que el comportamiento de los primeros humanos no fue igual en todos los lugares, algo que nunca se había planteado.
La clave fue el análisis de filos de bifaces de piedra con el microscopio: tenían restos de madera, lo que significa que fueron lanzas. "Hasta ahora se consideraban solo piedras y nadie concebía que se cazara a pedradas un búfalo, cuyos restos habíamos encontrado en el yacimiento junto a las herramientas. La idea de que los humanos carroñeaban surgió en Estados Unidos, en un intento de dar una visión menos agresiva del ser humano. Pero si fuera así, en Peninj se habrían quedado siempre con los restos que no querían otros animales, es decir los peores, y lo que veíamos en el yacimiento eran piezas muy nutritivas", explica el paleontólogo.
"También hemos hecho un estudio que demuestra que lo que parecen marcas de dientes en los huesos son señales de raíces", añade a EL MUNDO.es.
Según su hipótesis, había tantos carnívoros la zona que, sin cazar, habría sido muy difícil conseguir carne. Descubrieron, además, que iban a unos lugares para conseguir la materia prima de sus lanzas, otro para tallarlas y otro más al que transportaban la caza: "Todo indica que lo consumían de forma colectiva porque había restos de animales de entre 100 y 200 kilos. Además, en esa época las crías humanas ya eran indefensas y necesitaban mucha energía para sobrevivir", argumenta.
Hace cuatro años, el equipo trasladó su trabajo a la Garganta de Olduvai, donde al principio tuvo muchos problemas con los investigadores norteamericanos, que trataron de boicotear su trabajo.
Pero lo descubierto en Olduvai, el lugar donde Mary Leakey se tropezó con los primeros restos de un 'Homo habilis', ha confirmado lo ya sospechaban: también allí hubo humanos que comían animales de más de una tonelada: hay fósiles de más de 20 búfalos 'pelovoris'. "Nos ha permitido constatar que hace 1,2 millones de años, los seres humanos empezaron a necesitar animales muy grandes porque la carne era fundamental en su dieta y para cazarlos necesitaban una estrategia, organizar la actividad de forma colectiva, lo que implica una mayor capacidad de comunicación verbal", apunta Domínguez-Rodrigo.
Ante las grandes posibilidades que ofrecen estos yacimientos para conocer nuestro pasado, existe el proyecto de crear en España un Instituto de Investigaciones en África, con apoyo de varias universidades, Dinópolis y el CSIC, cuya sede estaría en Madrid y que sería el centro en el que los hallazgos sobre el terreno serían estudiados en profundidad. El director del Museo Arqueológico de Madrid, Enrique Baquedano es otro de los colaboradores en los trabajos en Olduvai implicados en este proyecto.



domingo, 3 de enero de 2010

Shakespeare, el peregrino

EFE Elpaís.com 22/12/2009
Un clérigo inglés defiende que, según las inscripciones encontradas en un libro, el dramaturgo podría haber vivido su fe católica en secreto.
El mayor dramaturgo de la época isabelina, el inglés William Shakespeare (1564-1616), era un criptocatólico que pasó además algunos años en Italia, según puede deducirse de varias inscriciones en un libro de peregrinos. Así lo afirma el padre Andrew Heaton, vicerrector del Venerable English College, un seminario romano para curas católicos ingleses, que ha organizado una exposición en ese centro. El libro está firmado en 1585 por un tal Arthurus Stradfordus Wigomninsis y se menciona además en él que un tal Gulielmus Clerkue Strafordiensis llegó a ese seminario en 1589, informa hoy el diario The Independent.

Según el vicerrector, el primer nombre puede descifrarse así: "(El compatriota) del (rey) Arturo de Stratford (en la diócesis) de Worcester" y el segundo es simplemente "Guillermo el Amanuense de Stratford". Hay una tercera mención de 1587 en el libro de peregrinos que reza "Shfordus Cestriensis" y que, según Heaton, puede querer decir "Sh(akespeare de Strat)ford (en la diócesis de) Chester".
Las menciones en ese libro coinciden con unos años en los que el paradero del autor de Hamlet sigue siendo un misterio: Shakespeare abandonó su Stratford natal en 1585 y reapareció en 1592 en Londres, donde comenzó su carrera de dramaturgo. "Hay varios años en la vida de Shakespeare de los que no se sabe nada", dijo Heaton, según el cual lo más probable es que hubiera visitado entonces Roma como católico clandestino.
El libro se conserva en el archivo del seminario romano y las inscripcones con esos nombres que parecen referirse al genial bardo se han reproducido para la exposición, titulada Non Angli sed Angeli. La exposición, montada en la cripta del colegio, del siglo XIV, documenta los viajes secretos que hicieron a Roma muchos católicos ingleses y los que hicieron de Roma a Inglaterra los jesuitas "para defender su fe, no obstante la amenaza de captura, torturas y martirio".
En un libro reciente, la biógrafa alemana de Shakespeare, Hildegard Hammerschmidt-Hummel, se dice convencida de que el dramaturgo era católico y su religión ayuda a entender su vida y su obra. Según la biógrafa, los padres, amigos y maestros de Shakespeare eran todos católicos, como lo eran también muchos de sus protectores, entre ellos el conde de Southampton, que ocultó a sacerdotes católicos tanto en su residencia campestre de Titichfield Abbey como en la que tenía en Londres.
Quienes sostienen esa tesis afirman que en obras como Romeo y Julieta o Medida por Medida abundan en "ideas y ritos católicos" y hacen hincapié en la simpatía con que trata el dramaturgo a curas y monjes, así como sus invocaciones a la Virgen María. Cinco de las treinta y siete obras de teatro que escribió Shakespeare se desarrollan en la Italia continental, otras cinco, total o parcialmente en la antigua Roma y tres en la isla de Sicilia.