jueves, 29 de abril de 2010

La sequía que acabó con la dinastía Ming

Edward Cook (izquierda) analiza un árbol de cicuta en Nepal / Brendan Buckley
ARACELI ACOSTA. ABC.es 23-04-10
El agua es fuente de vida, y de alimento. Las lluvias del monzón en Asia, por ejemplo, aportan alimento a casi la mitad de la población mundial. Si esas lluvias faltan, por tanto, el hambre amenaza a pueblos enteros. La historia nos ha dado multitud de ejemplos de esto. Y ahora un equipo de investigadores del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia han elaborado el atlas más completo de las severas sequías que han afectado a Asia en los últimos mil años.
A partir del estudio de los anillos de los árboles, los investigadores, dirigidos por Edward Cook, desvelan en «Science» el registro más detallado hasta el momento de al menos cuatro sequías épicas: desde la que pudo haber ayudado a la caída de la dinastía Ming en 1644 hasta otra que provocó la muerte de decenas de millones de personas a finales de la década de 1870.
En algunas especies de árboles, las lluvias determinan el ancho de sus anillos anuales de crecimiento, y estos anillos son los que los científicos son capaces de leer. Pero no ha sido sencillo. Los investigadores han viajado durante 15 años a lo largo y ancho de Asia localizando árboles lo suficientemente antiguos que pudieran suministrar registros a largo plazo. Esta búsqueda llevó a los investigadores a más de 300 lugares, desde Siberia a Indonesia y norte de Australia, y hasta Pakistán por el oeste y Japón por el este. Por tanto, como explica Kevin Anchukaitis, coautor del estudio, «se contempla todo, desde los bosques húmedos de las tierras bajas hasta los de los Himalayas».
Los registros de los anillos revelan al menos cuatro grandes sequías que están relacionadas con eventos catastróficos en la historia. Para empezar, el estudio sugiere que el clima puede haber jugado un papel decisivo en la caída de la dinastía Ming en 1644. Los anillos proporcionan evidencias adicionales de una severa sequía en China a la que algunos textos históricos se refieren como la peor en cinco siglos. Este estudio se reduce a un período de tres años, 1638-1641. Esta sequía fue más severa en el noreste de China, cerca de Pekín, y se cree que influyó en las rebeliones campesinas que finalmente supusieron el ocaso de la dinastía Ming.
Un debilitamiento de las lluvias del monzón entre 1756 y 1768 coincidió con el colapso de los reinos de lo que ahora son Vietnam, Myanmar y Tailandia, según han podido ver los investigadores primero en los anillos de madera de teca en Tailandia, y más tarde en los cipreses vietnamitas. Algunos historiadores habían especulado con que las condiciones meteorológicas debieron jugar un papel importante para que aquellos cambios políticos tan abruptos se produjeran de forma simultánea, pero esta sequía ni siquiera estaba documentada en los registros históricos.
No obstante, la peor sequía que han encontrado los científicos es la «Gran Sequía» de la era victoriana entre 1876 y 1878. Sus efectos se sintieron en todo el trópico y, según algunas estimaciones, las hambrunas resultantes mataron a 30 millones de personas. De acuerdo a las evidencias aportadas por los anillos, los efectos fueron especialmente graves en la India, pero se extendieron también a China y la actual Indonesia.
Los investigadores creen que el estudio ayudará no sólo a los historiadores a comprender cómo ha afectado el medio ambiente en épocas pasadas, sino para ayudar a los científicos que intentan entender el potencial de perturbaciones a gran escala del clima en el contexto del calentamiento global.

jueves, 15 de abril de 2010

Eva, la cómplice inquebrantable

Eva Braun y Adolf Hitler con sus perros en 1942 ADN-ZB ARCHIV

JUAN GÓMEZ ELPAÍS.com 02/04/2010
El delirio nazi era muy mirado con el papeleo. Cuando el funcionario Walter Wagner llegó al búnker de la Cancillería el 28 de abril de 1945 para celebrar la boda entre Adolf Hitler y Eva Braun, se encontró con que faltaban documentos para tramitarla. Hubo que posponer la ceremonia para darle tiempo a conseguirlos. Tras constatar Wagner horas más tarde que la "ascendencia aria" y la salud genética de los novios permitía un enlace conforme a las leyes racistas del régimen, los casó en la madrugada del 29 entre paredes de hormigón de cuatro metros de espesor. Esa mujer bávara de 33 años sólo despertaría dos mañanas como Eva Hitler. El "imperio de los mil años" se había desmoronado en apenas doce, las grandes ciudades alemanas ardían bajo las bombas y el Ejército Rojo pisaba ya las grandes avenidas berlinesas. El 30 de abril, el matrimonio Hitler ingirió sendas cápsulas de ácido prúsico. Adolf, 23 años mayor que su ya difunta esposa, se pegó además un tiro en la cabeza. Ella prefirió dejar "un cadáver hermoso".
El nombre de Eva Braun quedó asociado a esta historia truculenta. Su figura, desconocida por los alemanes en vida de Hitler, se ha visto envuelta en numerosos mitos. El más persistente de ellos la pinta como una joven fatua, incapaz de cualquier juicio político y de reparar en los crímenes de su amante. Rubia, deportista, inocente y más interesada en bailar con tipos uniformados que en la realidad política, la imagen que ofrecen de ella películas como El hundimiento (2004) se parece a la que los alemanes de posguerra querían tener de sí mismos. Así lo reconoce la historiadora Heike Görtemaker, que acaba de publicar una biografía (Eva Braun. Vida con Hitler) en la que trata de desmontar estas ideas "superando las leyendas y los lugares comunes".
En un coloquio celebrado en Berlín, la autora reconocía en marzo la dificultad principal de su trabajo, la "muy escasa documentación" original sobre Braun. Si bien "pidió a su hermana que conservara las cartas del Führer", estas no se han encontrado nunca. A juicio de Görtemaker, Braun "quería pasar a la historia fuera como fuera y también que se conociera su relación con Hitler". Las mujeres del círculo más cercano al dictador, Braun y las esposas de Martin Bormann y Rudolf Hess, "se enteraban de todo lo que pasaba". La propia Braun se convirtió paulatinamente en la anfitriona de la casa de Hitler en Obersalzberg, el Berghof constantemente visitado por los gerifaltes nazis. Allí, con intención propagandística, tomó muchas de las fotos privadas que se conservan en los archivos de Heinrich Hoffmann.
Hoffmann, el fotógrafo de Hitler, pertenecía al círculo de amigos que este mantuvo en Baviera. En Múnich y sus inmediaciones, lejos de la pompa y la megalomanía que cultivaba el régimen en Berlín, Hitler conservó parte de su antiguo estilo de vida bohemio. Allí se dedicaban dinero y tiempo a los asuntos de la vida diaria; se discutía de música, de arte y también sobre la política criminal nacionalsocialista. Las mujeres estaban presentes. Precisamente en el estudio de Hoffmann se habían conocido Braun y Hitler en 1929. Ella tenía 17 años y él, 40. La joven amante ganaría confianza en si misma e importancia en el entorno de Hitler según pasaban los años.
La principal virtud del libro de Görtemaker es la sobriedad. Evita interpretaciones psicológicas, ideológicas o sentimentales. El material conservado en los archivos no da para grandes revelaciones históricas. Preguntada sobre las responsabilidades de Braun en los actos de Hitler, la historiadora se mantiene cauta. ¿Autoridad política? Ninguna. ¿Influencia en las decisiones del tirano? Tampoco. Pinta más bien la imagen de una mujer convencida que brindó a Hitler su complicidad inquebrantable. Una entusiasta que no quería ser madre, que se lucró gracias a su situación "inatacable" y muy dada a los caprichos y los gustos caros mientras Alemania se desmoronaba y millones de sus compatriotas pasaban hambre.

sábado, 3 de abril de 2010

Los primeros habitantes de la isla de los "hobbits"

ABC.es 18-03-10
Los posibles ancestros del famoso Homo floresiensis, también conocido como el «hobbit» por su pequeño tamaño, habitaron la isla indonesia de Flores hace un millón de años, mucho antes de lo que se creía.
Investigadores de la Universidad de Wollongong en Sidney (Australia) llegaron a esta conclusión tras descubrir una serie de herramientas en un nuevo yacimiento arqueológico en Flores (Indonesia), que sitúa la presencia de los homíninos en la isla 200.000 años antes de lo estimado por los científicos. Aunque el descubrimiento del Homo floresiensis hace cinco años en la cueva de Liang Bua otorga al hobbit 18.000 años de antigüedad, se sabía que los homíninos habían habitado Flores durante largo tiempo, pero no tanto.
Los investigadores habían pensado con anterioridad que la llegada de los homíninos hace alrededor de 880.000 años causó un cambio en la vida animal, incluyendo la mortalidad masiva de la tortuga gigante y el elefante enano que habitaban la isla, pero ahora creen que estas especies desaparecieron de forma natural, y que la irrupción de los antepasados del hombre no tuvo consecuencias tan directas sobre la fauna isleña, ya que llegaron mucho antes de su desaparición.
El trabajo plantea que esta población antiquísima podría tener entre sus descendientes al famoso Homo floresiensis. Aún así, no se han descubierto fósiles anteriores debido a que los depósitos de la cuenca de Soa no son lo suficientemente antiguos para conservar la evidencia de la llegada inicial de los homíninos a la isla, por lo que se deberán explorar otros yacimientos antes de que se resuelva esta teoría.
Los investigadores iniciarán nuevos trabajos en la isla para determinar con la mayor exactitud posible el momento de la llegada de los homínidos. La investigación ha sido publicada en la revista Nature.

viernes, 2 de abril de 2010

Himmler, pureza de sangre total

Informe genealógico sobre los orígenes de Himmler

CRISTÓBAL MANUELJESÚS RUIZ MANTILLA ELPAÍS.es 22/03/2010
A Heinrich Himmler le gustaba predicar con el ejemplo. Si para pertenecer a las SS su responsable exigía que ni una sola gota de sangre no aria se hubiera mezclado en el pasado de sus miembros al menos durante cinco generaciones, él, que fue cerebro del genocidio, no iba a ser menos. Por eso se fabricó un impecable informe genealógico en el que demostraba a través de 350 antepasados su pureza a lo largo de cuatro siglos.
El documento está a disposición de los historiadores en la sede de la Fundación José María Castañé, en Madrid, dedicada al estudio de los conflictos que han asolado el siglo XX. En él se pueden apreciar cosas escalofriantes. La obsesión maniaca por la pureza parece muchas veces atributo de los débiles y los acomplejados. Himmler lo era. Además, debía hacer alarde de esa teórica pulcritud cuando decidió crear, con el aplauso de Hitler, la Sociedad de Herencia Ancestral (Ahnenerbe). Ésta debía demostrar por medio de la genealogía la supremacía absoluta de los arios.
Para esbozar y poner en marcha un programa como el exterminio de millones de judíos, gitanos, homosexuales, discapacitados psíquicos y comunistas hay que padecer desarreglos mentales serios. De niño enfermizo y joven no apto para la carrera militar, Himmler acabó un tiempo como ingeniero agrónomo y experimentador de razas superiores de gallinas en granjas como la que poseía en Gmund (Tegernasee).
De ahí pasó a la aristocracia del nazismo y a hombre de confianza -aunque no de la entera simpatía- de Adolf Hitler. Al Führer alemán llegaron a resultarle cargantes sus obsesiones por el glorioso pasado ario, algo que Himmler heredó de las prédicas paternas. La huella del viejo Gebhard en ese campo fue determinante a lo largo de su vida. Su padre, un maestro protestante y trepador social, según sostiene Peter Longerich en su monumental biografía sobre el dirigente nazi, publicada en España por RBA, era un obseso de las leyendas germánicas. A Hitler, aquel personaje con un entusiasmo racial desbordante le pareció el hombre indicado para limpiar Europa de impurezas sanguíneas.
Pero para esa tarea debía demostrar un linaje ejemplar. Por ello, Himmler mandó elaborar un informe exhaustivo de sus antepasados. Tres años tardaron los expertos en tenerlo listo. El documento llega a 1936 y se remonta hasta 1530. En aquel año se encuentra el primer rastro de un Himmler: Valentín, en Burgbernheim. La lista sigue su rastro a través de 174 localidades alemanas donde hay pistas del apellido.
"Podríamos considerar Franconia como el solar del origen de los Himmler", se lee en el informe, firmado por un tal Bergmann, alférez y ayudante de las SS. Pero en las conclusiones también llama la atención sobre posibles sombras. Se remontan al siglo XVIII, concretamente a 1727, donde aparece un Johann Leonhard Kuhn, dedicado a la construcción de molinos. Pero... falsa alarma. "Podemos eliminar todas las dudas en torno a la familia Kuhn, un nombre que presenta similitudes con una raíz judía: Cohen, que significa sacerdote, vocablo que dio origen a varios nombres típicos judíos en Centroeuropa", se recoge en el informe.
Aunque inmediatamente resuelve el dilema. La solución es fácil. Lo entronca con una rama aria muy conveniente a las aspiraciones de Himmler: "El nombre de Kuhn puede ser adscrito también a la etimología germánica que significa valiente. Los Kuhn, Cun, Cohn, son oriundos de las cercanías de Ansbach y bastante numerosos allí".
La obsesión de Himmler en estos asuntos fue enfermiza. Las reglas de pureza para sus subordinados eran propias de un sistema delirante. Además de legislar sobre ellas, figuraban en las reglas internas de las SS. Obligaba a sus miembros a tener al menos cuatro hijos. Y no con cualquiera. Las normas para el matrimonio eran tan estrictas que en 1937 llegó a acumular 20.000 solicitudes no resueltas. Su determinación se enmarca dentro de una estricta filosofía: "La SS es una Orden militar nacionalsocialista de hombres de determinación nórdica y una comunidad de clanes conjurados. Conforme a nuestras leyes, la novia, la mujer, pertenece a esta comunidad, a esta Orden de las SS del mismo modo que el hombre. Tengámoslo claro: sería insensato reunir primero la buena sangre de toda Alemania y dejarla luego casarse y dispersarse en familias como se le antoja".
Lo que vale para los padres vale para los hijos. Así que los nuevos vástagos de las SS debían ser bautizados con ritos teutónicos. En la Fundación José María Castañé también se halla un documento que da fe del nacimiento de Thorisman, el tercer hijo de Himmler, el 14 de enero de 1936. El encargado de la ceremonia cubrió al niño con el vínculo azul de la vida y, tras pronunciar unas palabras tradicionales, tomó un vaso que representaba al Santo Grial -otra de las obsesiones de Himmler, que lo buscaría en el monasterio de Montserrat-y dio de beber al padre. Después le puso un anillo. "Niño, debes llevar este anillo de la parentela de las SS, del linaje de Wolff, cuando te muestres digno como joven de las SS y de tu parentela".