jueves, 17 de diciembre de 2009

Franco era tremendamente críptico y complejo, muy celoso de su poder.

ABC Saludo entre Franco y Hitler en la Entrevista de Hendaya el 23 de octubre de 1940

MANUEL DE LA FUENTE MADRID ABC.es 16.12.2009
Eran tiempos muy duros. España acababa de sufrir una guerra atroz que había dejado nuestra tierra en los huesos, hambrienta y martirizada. Europa sentía sobre su milenaria piel la contienda más terrible que nunca habían visto ojos humanos: la Segunda Guerra Mundial. En aquellos años, nuestro país estuvo colocado entre la espada del nazismo y la pared de los Aliados que habían desembarcado en el Norte de África. Y, en medio, Franco, cargado de una escasa artillería ideológica pero siempre dispuesto a pactar y contemporizar con tal de mantener su Régimen, en el que tampoco faltaban las luchas intestinas.
Sobre tan dificilísimo momento de la vida española arroja nuevas luces «Entre la Antorcha y la Esvástica. Franco en la encrucijada de la II Guerra Mundial» (Ed. Actas), libro del historiador y colaborador de ABC Emilio Sáenz-Francés San Baldomero, con abundante material inédito, en gran parte procedente del Archivo de ABC.
-Este período no parece muy conocido en España.
-La política exterior española durante la II Guerra Mundial es un terreno mucho más complejo de lo que se ha creído, al que hay que empezar a liberar de tópicos interesados. Muchos han visto estos años como un terreno propicio para demonizar a Franco o para elevarlo a los altares por su clarividencia.
-¿Ha sido difícil dar con la documentación que aporta?
-A la documentación hay que perseguirla. Es como salir de caza. En los años que he dedicado a esta investigación he recopilado más de 20.000 documentos originales, gran parte inéditos. Con ello creo que queda claro que ningún estudio puede presumir de poder cerrar la investigación sobre un periodo histórico. Eso es imposible.
-¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
-El hallazgo de las Memorias Secretas del embajador alemán en España Hans Adolf von Moltke. Es un texto de la máxima importancia que me permitió abrir una línea nueva en la investigación sobre la política del III Reich con respecto a España desde una perspectiva novedosa y muy reveladora.
-¿Franco actuaba solo, de forma personalista, o se dejaba influir?
-Franco era tremendamente complejo y críptico. Creo que no despreció los consejos de fuera, pero también se volvió mucho más independiente, seguro de sí mismo. Fue siempre muy celoso de su poder, no le gustaba en absoluto que nadie en el régimen se hiciese demasiado presente, o se creyese imprescindible... y actuase como tal.
-En el régimen convivían diversas fuerzas. ¿Existían fricciones?
-Sí. El Régimen Franquista era todavía un horno de pasiones enfrentadas y de proyectos contradictorios. La guerra excitó esa realidad, lanzó a sectores (minoritarios) de la Falange a una carrera que a veces fue desesperada por el poder, en la que la Embajada Alemana jugó un papel clave. El Ejército, en su mayor parte más decimonónico y alfonsino que, aún franquista, no estaba dispuesto a dejarse avasallar. Los monárquicos esperaban su oportunidad. Franco demostró ser -con mucho- el más hábil... o, como dijo José Antonio Girón: «Paso de buey, vista de halcón, diente de lobo... y hacerse el bobo».
-¿España pudo ser invadida?
-Cuando, en otoño de 1943, se produce el desembarco aliado en el norte de África (Operación Antorcha), España pasó a verse amenazada, por el sur por los Aliados, y en el norte por unas divisiones alemanas que comenzaron a generar una enorme inquietud en Madrid. Los Aliados no simpatizaban con Franco, pero entre sus objetivos -si España se mantenía fuera de la guerra- no entraba una acción contra él, aunque se prepararon planes muy minuciosos para contrarrestar una reacción hostil. En el caso del Eje, los italianos eran conscientes de que, si África caía, el siguiente paso de los Aliados sería Italia. Y el mejor medio de evitarlo era una acción a través de la Península Ibérica. En Berlín se compartía ese punto de vista, y comenzaron a prepararse planes de invasión... Pero Hitler sólo tenía una preocupación que ya no le abandonaría: Rusia.

2 comentarios:

Yo dijo...

Has puesto una de mis canciones favoritas y este señor de quien hablas en tu post, me recuerda a uno que está por un país de Sud-América

Anónimo dijo...

Pues me alegro de coincidir con tus gustos musicales, "Yo". Espero que indique que tenemos buen gusto y sensibilidad. Y si es algo que nos acerca, como la Historia, pues mejor aún. Más valen cosas que nos unan a que nos alejen.
Y sobre los señores de aquí y de Sudamérica, no sé quién es más triste ni más lamentable de los dos. Pero en la Historia suelen aparecer.
Un saludo afectuoso. Y gracias por pasar por aquí y dejar tu huella. He estado por tu blog, pero rápido, y me gustó la frescura con que desgranas tus pensamientos. Me pasaré con más tiempo y dedicación.
Diego