lunes, 16 de abril de 2012

La última unión ibérica

Mapa de la batalla de Alcántara que enfrentó a los ejércitos de España y Portugal en 1580

david valera -15/04/2012 http://www.abc.es/


Felipe II juró su cargo como rey de Portugal ante las Cortes lusas reunidas en Tomar el 15 de abril de 1581. Con este acto se ponía fin al proceso que llevó al monarca a unir ambos reinos por última vez en la historia. Esta situación solo duró 60 años. A partir de entonces, y con una cruenta guerra de por medio, cada país vivió su camino por separado, según publica «Diariosur.es».
El Portugal de la segunda mitad del siglo XVI era una potencia comercial que controlaba un vasto territorio. Desde Brasil en el nuevo continente, hasta enclaves en China, como Macao. Además, su influencia se extendía a gran parte de la costa africana. En 1578, el rey Sebastián I falleció en la batalla de Alzarcarvir, una absurda campaña militar en Marruecos. El joven monarca no dejó descendencia y provocó la lucha por el trono del país.
El cardenal Enrique, tío-abuelo del fallecido Sebastián, asumió la corona. Sin embargo, su condición de eclesiástico le impedía concebir un heredero. Conscientes de este problema, varios candidatos de la más alta nobleza o realeza se prepararon para la sucesión. El más poderoso de todos era Felipe II, que tenía derechos dinásticos gracias a su madre Isabel de Portgual, hija del rey luso Manuel I.
El cardenal Enrique falleció dos años después. Se formó un consejo de regencia favorable a entregar el trono al rey español. Sin embargo, las cosas no iban a ser tan fáciles. Antonio, un hijo bastardo del infante Luis de Avis y, por tanto, nieto de Manuel I, se proclamó rey en junio de 1580.
Este hecho no alteró la determinación de Felipe II de acceder al trono del país vecino. España organizó una expedición dirigida por sus mejores hombres de armas. Un ejército de 30.000 hombres comandado por el Duque de Alba se internó en Portugal. Por su parte, Álvaro de Bazán se puso al frente de una potente flota que atacó Lisboa.
La superioridad militar española, unido a la división en el bando portugués, condujo a la derrota de las tropas de Antonio I en la batalla de Alcántara. Felipe II tenía el camino despejado hasta Lisboa. Pero el rey «Prudente» sabía que si quería mantener el apoyo de la nobleza lusa debería conceder una amplia autonomía a sus nuevos dominios.
Portugal mantuvo sus Cortes, leyes y el monopolio comercial con sus colonias a cambio de la unión ibérica. E incluso se planteó la posibilidad de trasladar la capital de Madrid a Lisboa.
Sin embargo, la nobleza portuguesa pronto descubrió que los supuestos beneficios de su anexión a la Corona española no eran tantos y proclamaron al duque de Braganza como su nuevo rey. Era el año 1640. Tras casi tres décadas de conflicto, Portugal recuperaría su independencia.

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