lunes, 19 de septiembre de 2011

Estados Unidos y su corazón de plata española

Capitulación de Cornwallis en Yorktown (John Trumbull. 1820)


http://www.abc.es/20101128/cultura/ JESÚS GARCÍA CALERO
Aveces la verdadera historia se halla oculta dentro de la misma historia, en pequeños trazos, datos dispersos, papeles nimios... hasta que alguien los encuentra y todo cobra otro sentido. Esto ocurre con el apoyo, bastante conocido y estudiado, que la Corona española ofreció a las colonias rebeladas contra Gran Bretaña en América durante la guerra de Independencia (1776 a 1783) que dio origen a EE.UU. Nuevos documentos invitan a una relectura de esta historia que indica que la primera potencia mundial no habría salido adelante sin la ayuda de España, porque la deuda fue astronómica y además porque no devolverla salvó de la quiebra al naciente Estado.
Todo parte de un estudio jurídico presentado por el abogado José María Lancho la pasada semana en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Tras años de investigación en archivos de España y América, ha reunido correspondencia, documentos mercantiles y diplomáticos que le permiten cuantificar esa deuda, por primera vez sin utilizar estimaciones, en más de 3 billones de dólares al cambio actual —con interés compuesto pactado del 5%— (o en más de medio billón de dólares con interés simple). Cifra no definitiva, calculada por Lancho y el auditor Antonio Granero, muy moderada por no incluir pagos directos desde La Habana y tener en cuenta algunas compensaciones.
No está en la intención del investigador que sus hallazgos supongan un ajuste de cuentas entre gobiernos que nos sacaría de la crisis, pero sí que sirva para que EE.UU. valore con nuevos ojos «la aportación hispana a su cultura desde el minuto cero de su historia» y para «derribar leyendas negras que aún se alimentan contra lo hispano allí». Así lo ha comprobado Lancho, por ejemplo, en el juicio contra los cazatesoros de Odyssey, que dio un vuelco gracias a su investigación de las indemnizaciones españolas del XIX.
España no se expuso tanto como Francia en su ayuda a la rebelión americana. El rey francés estaba resuelto a debilitar al inglés hasta la aniquilación, pero España se movió con más cautela ante un problema que podía venírsele en contra en sus propias colonias. Aun así, los nombres de Benjamin Franklin, Baumarchais, John Jay, Jefferson, Carlos III, Floridablanca, Gálvez... permiten entrever un tablero donde jugaban las mejores mentes del siglo.
Franklin llegó a París con la intención de financiar la rebelion. Reunió voluntades y el Tesoro francés acabó sufriendo tal mella que la ayuda contribuyó no poco a extenuar la Hacienda (y por tanto a convocar los Estados Generales). Esto es conocido, pero no lo son tanto los pasos en España de su sucesor, el plenipotenciario John Jay, joven abogado de Nueva York. Con dificultades trató de conseguir lo mismo de la Corte española. Apoyado por el embajador de Francia construyó su propia red de intereses desde Madrid, ciudad en la que nunca se encontró cómodo. Aquí murió una de sus hijas y no consiguió el éxito en la Corte que Franklin lograba en París. Aún así trató con el secretario de Estado, el conde de Floridablanca, otro abogado murciano con el que pudo entenderse, convencido de que había que fortalecer la posición española contra Londres.
Por la puerta de servicio
Pero España trata con él por puertas de servicio, para no ofender a Inglaterra ni provocar el enfrentamiento directo. Jay emite letras y recaba fondos sin dejar rastro. Por eso ha sido hasta ahora tan difícil cuantificar el monto total de una ayuda «sin la que no habría tenido éxito la empresa colectiva cuya consecución ha transformado la historia en los últimos siglos: el nacimiento de EE.UU», según Lancho.
Repasando la importantísima historiografía, a la que debe mucho, y sumando sus aportaciones documentales, el abogado ha rastreado el devenir de la deuda que, en el primer tercio del siglo XX, se daba por pagada, aunque sin remitir a documento alguno. Desde el siglo XVIII los tratadistas afirman que no cabe la prescripción extintiva. Y en su estudio Lancho analiza el devenir del asunto en derecho internacional hasta nuestros días. EE.UU. no la otorga efectividad entre Estados. Por ello mantiene «la posiblidad jurídica de la vigencia de esta deuda».
Lancho ha manejado los listados de materiales enviados por barco desde Bilbao y Cádiz, y desde alguna ciudad europea, a cargo del Real Tesoro. Barcos cargados de uniformes, armas, pertrechos o medicinas que partieron igualmente desde Nueva Orleans y La Habana, y el dinero contante que fue entregado según las pruebas en París, Bilbao, Nueva Orleans así como fuertes sumas a John Jay por letras que emitía él o por encargo del Congreso.
El rastro, meticulosamente perseguido, ha permitido a este abogado demostrar la existencia de algunas partidas, cuantificar cabalmente otras o computar entregas que no eran consideradas ayuda. Documentalmente sostiene que se minimizó la ayuda (España no podía protestar en alto por la discreción con la que camufló este empeño antibritánico). «Los plenipotenciarios americanos en París deliberadamente alteraron las cifras que habían pasado por sus propias manos», afirma. Lancho.
En resumidas cuentas, gracias a la ayuda española los colonos pudieron mantener su lucha hasta la decisiva batalla de Yorktown en 1781, donde aún eran pagados y pertrechados los combatientes franceses (había más que americanos) con pecunio extranjero. Lafayette había escrito a su ministro Vergennes en 1780: «El ejército americano, señor conde, es poco numeroso, está mal vestido, medianamente artillado, y todos estos inconvenientes son debidos a la depreciación del papel».
La plata española valía más: 3,5 millones de pesos. América estaba en quiebra y no podía pagar si pretendía salir adelante, tanto que Kentucky, que entonces englobaba mucho territorio, se planteó abandonar la Unión y —dato poco conocido— incorporarse a la Corona española. Por demás, pagar la deuda significaba alentar a los partidarios del Rey Luis XVI, pronto apresado y con España tratando de rescatarlo por todos los medios, incluso el soborno.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Colón no trajo la sífilis a Europa



Quizás la sífilis no llegó a Europa con las carabelas de Colón. El descubrimiento de unos esqueletos sugiere que la enfermedad ya existía en el continente antes del viaje de Colón al Nuevo Mundo.
Una teoría muy extendida hasta ahora entre los expertos en enfermedades tropicales era que las epidemias de sífilis que estallaron en el último decenio del siglo XV, es decir poco después del primer viaje de Colón a América (1492/3), se debieron al contagio de los hombres que le acompañaron en aquella aventura.
Sin embargo, la mayor excavación de esqueletos llevada a cabo hasta ahora en Gran Bretaña y el posterior examen por los expertos parece indicar que la enfermedad era conocida en este país dos siglos antes del viaje colombino, según informa el diario The Times.
Las muestras estudiadas incluyen el cráneo de un niño de sexo no determinado que heredó de la madre esa enfermedad venérea, un trastorno que le produjo tales lesiones en la cabeza que dejó marcas profundas en la parte izquierda de la frente.
Brian Connell, osteólogo del Museo de Londres que ha estudiado los esqueletos con ayuda del radiocarbono 14, dijo no tener duda alguna de que datan de antes del viaje de Colón.
"Estamos seguros de que Cristóbal Colón no tuvo nada que ver con la aparición de la sífilis en Europa", afirma Connell, que confía totalmente en la datación de esos restos humanos.
Según Connell, anteriores descubrimientos en Europa de huesos con huellas aparentemente sifilíticas no habían permitido llegar a una conclusión tan firme.
"O el análisis efectuado con ayuda del radiocarbono no era lo suficientemente preciso o el diagnóstico (de sífilis) no estaba tan claro. Pero este descubrimiento pone fin a la teoría de que Colón fue quien importó la sífilis", afirma tajante el investigador.
Los siete esqueletos sifilíticos proceden de un hospital en las afueras de Londres, el St Mary Spital: dos de los cuerpos fueron sepultados allí entre 1200 y 1250 y los cinco restantes, entre 1250 y 1400.
Todos están no sólo mejor conservados que los analizados anteriormente sino que junto a ellos se han descubierto otros esqueletos y objetos, entre ellos monedas, que han permitido a los científicos corroborar los resultados de la datación con radiocarbono.
Los huesos indican que las víctimas, que eran probablemente pacientes de ese hospital, sufrieron enormes dolores.
El niño cuyo cráneo se ha podido reconstruir estaba seguramente ciego, calvo y sufría horribles dolores por culpa de su irregular dentadura.
Sus dientes forman un ángulo de 45 grados con respecto a la mandíbula, desfiguración facial que debió de ser muy dolorosa para el pequeño, que tenía unos diez años cuando falleció.
"El cráneo, que debería ser liso, parece en cambio un paisaje lunar. Los síntomas (de la sífilis) son evidentes", explica el experto.
Según Don Walker, otro osteólogo del Museo de Londres, las huellas que aparecen en los huesos indican que las víctimas sufrían la forma venérea de la enfermedad, distinta de otras variantes que no se transmiten sexualmente como la treponematosis endémica o el llamado mal de Pinto o frambesia.
Según Connell, el hecho de que la primera epidemia bien documentada se produjese tras la vuelta de Colón de su primer viaje fue seguramente una pura coincidencia.
"La gente buscaba a alguien a quien echarle la culpa. Los ingleses la llamaron viruela francesa y los holandeses, viruela española. Cada cual culpaba al otro", dice el osteólogo.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Los piojos revelan que la ropa tiene 170.000 años

David Reed, responsable de la investigación. Museo de Historia Natural de Florida



Rosa M. Tristán 11/01/2011 http://www.elmundo.es/elmundo/


Un estudio sobre la evolución de los piojos ha revelado que los humanos modernos comenzaron a vestirse hace unos 170.000 años, luego la costura era una tecnología que conocían desde mucho antes de salir del continente africano para expandirse por el planeta.
La investigación es obra de David Reed, un investigador del Museo de Historia Natural de Florida, especializado en mamíferos. Durante cinco años, analizó secuencias de ADN para calcular cuando comenzaron a divergir genéticamente los parásitos que se hacen fuertes en las cabezas humanas.
Sus conclusiones han sido publicadas en la revista 'Molecular Biology and Evolution', según la web 'Science Daily', donde Reed declara que su objetivo desde el principio era establecer con claridad cuando los humanos comenzaron a usar la ropa. "Como se sabe que los piojos se adaptan muy bien, está claro que los piojos de cuerpo y los de la ropa no se diferenciaron hasta que los humanos se vistieron", apunta el investigador.
Los datos indican que los 'Homo sapiens' comenzaron a usar ropa unos 70.000 años antes de emigrar hasta zonas de clima frío, hacia el norte, lo que comenzaron a hacer hace unos 100.000 años. Hasta ahora era imposible poner fecha a las vestimentas, porque no dejan rastro en los yacimientos.
Todo parece indicar que los humanos comenzaron a vestirse después de perder el pelo corporal, un proceso que comenzó hace un millón de años, lo que significa que pasaron muchísimo tiempo totalmente desnudos: sin ropa ni pelo.
Para Reed es especialmente interesante saber que sobrevivieron en África cientos de miles de años de este modo y que la salida de África coincide con el hecho de que decidieran usar pieles para cubrirse.
Si eligió los piojos es porque otros parásitos se han entrecruzado con diferentes especies durante largos periodos y era más difícil seguir el rastro en ADN. Además, los científicos pueden observar los cambios evolutivos en el anfitrión en función de los que ha habido en los parásitos. De hecho, durante los últimos 20 años estas investigaciones han proporcionado importante información para la medicina, la biología evolutiva o la ecología.
Ni siquiera era éste el primer estudio sobre el tema de la vestimenta basado en los piojos. En 2003, otro trabajo del Instituto Max Planck (Alemania) concluía que su origen se situaba hace unos 107.000 años, si bien ahora se ha mejorado el método de cálculo, retrotrayendo ese origen.
"Los 170.000 años es una fecha mucho más antigua de lo que dice la arqueología pero tiene sentido", señala el australiano Ian dicho Gilligan, "porque significa que los 'sapiens' comenzaron a taparse para mantenerse calientes cuando comenzaron a verse expuestos a los primeros momentos de la Edad de Hielo".
Los 'Homo sapiens' aparecieron hace 200.000 años. Los homínidos arcaicos que habían salido antes de África no dejaron descendientes de sus piojos de la ropa, por lo que no se sabe si hace 800.000 años ya se abrigaban. Lo evidente es que sólo nuestra especie ha sobrevivido hasta el presente.
"Algo que pudo haber facilitado el éxito es que durante cientos de miles de años tuvieron la capacidad de hacer fuegos controlado, nuevas herramientas y también vestir ropas", señala Reed.