Los hechos ocurren 230 años antes de Wikileaks. Cartas cifradas desde Madrid informan a los padres de la patria norteamericana de la disposición de Floridablanca a ayudar a la independencia de Gran Bretaña, así como de los detalles de cómo se entrega esta ayuda sin rastro. Van cifradas porque la Corona intercepta las comunicaciones. La administración española es un engranaje perfecto.
Estamos a finales del siglo XVIII. Las dinastías borbónicas han salido tocadas de la Guerra de los Siete Años. Para recuperar Manila y La Habana, España ha perdido la Florida y debe reforzar su posición frente a Londres. Las potencias viven entonces una década de pura guerra de información, espías y ayudas veladas. Enviados desde Madrid y las colonias, unos 3 billones de dólares en plata española, al cambio actual, financian la independencia de EE.UU., ayuda que nunca se devolvió y sin la cual el nuevo Estado habría quebrado, según el estudio jurídico de José María Lancho, adelantado en estas páginas.
En una de las cartas cifradas, William Carmichael dice a John Jay, plenipotenciario de los colonos en España, en mayo de 1780, que trató de lograr caballos españoles para el ejército americano, sin que le fuera posible. Habla de la buena disposición de la Corte y dice que el Rey ha dado «una muestra de su amistad al encargar una suma adicional de 3 millones para permitirnos la compra de los pertrechos para 30.000 soldados». Su Majestad acordó también «enviar una armada considerable y fuerzas de tierra».
La Guerra de Independencia estalla. En casa de George Washington fallece uno de los enviados españoles, Juan Miralles. La herencia hispana corre tanto por la plata como por la pólvora. Gálvez toma Pensacola y recupera Florida, distrayendo el esfuerzo bélico inglés. Solano y Bote gana con su providencial ayuda el título de Marqués del Socorro.
Gran Bretaña quiere pagarnos con la misma moneda. Carmichael informa al Congreso en noviembre de 1781 de un agente inglés quien, bajo el nombre de Comodoro Johnson, pretendía obtener permiso del embajador portugués para poder desplazarse al Brasil. De allí iría a Caracas. Habla de la situacion de revuelta en Perú y su extensión a México. Y dice que reducirá la capacidad financiera de España en la guerra.
Volvamos a los tiempos de Wikileaks. La noticia del estudio jurídico de Lancho ha sido bien valorada por medios diplomáticos. Fuentes de Exteriores han asegurado a ABC que la ayuda española a los padres de la nación americana «no es un episodio bien conocido en EE.UU., en parte por el poso antiespañol de los anglosajones. Y quien conoce el episodio siempre ha creído que la ayuda española era circunstancial».
La diplomacia advierte de que es un buen momento para reivindicar el pasado hispano: «La Corona ayudó a la independencia con miedo y en secreto, para evitar que el mensaje emancipador se extendiese por América del sur. Por eso ni nosotros mismos lo dijimos muy alto, pero también hay que subrayar que no está olvidado del todo. En Washington y en Nueva Orleans hay, por ejemplo, estatuas de Gálvez, el conquistador de Pensacola».
La cuestión es: ¿cómo hacer bien esta reivindicación? Los más progresistas ven esta historia común como «una vía de integración cada vez más necesaria. Nosotros debemos favorecerla, sin exclusivismos y buscando aliados, como puede ser México. Lo hispano está en la gastronomía, la topografía, la lengua, el arte...»
Prueba de que el asunto está de plena actualidad es la exposición «El hilo de la memoria», que Seacex acaba de inaugurar en Nuevo México y se podrá ver en Santa Fe, El Paso y Nueva Orleans. Pero hay más: el acuerdo firmado por Ángeles González-Sinde y la NOAA ha proyectado también la recuperación de lo hispano en los santuarios nacionales marinos. La historia continuará.
Estamos a finales del siglo XVIII. Las dinastías borbónicas han salido tocadas de la Guerra de los Siete Años. Para recuperar Manila y La Habana, España ha perdido la Florida y debe reforzar su posición frente a Londres. Las potencias viven entonces una década de pura guerra de información, espías y ayudas veladas. Enviados desde Madrid y las colonias, unos 3 billones de dólares en plata española, al cambio actual, financian la independencia de EE.UU., ayuda que nunca se devolvió y sin la cual el nuevo Estado habría quebrado, según el estudio jurídico de José María Lancho, adelantado en estas páginas.
En una de las cartas cifradas, William Carmichael dice a John Jay, plenipotenciario de los colonos en España, en mayo de 1780, que trató de lograr caballos españoles para el ejército americano, sin que le fuera posible. Habla de la buena disposición de la Corte y dice que el Rey ha dado «una muestra de su amistad al encargar una suma adicional de 3 millones para permitirnos la compra de los pertrechos para 30.000 soldados». Su Majestad acordó también «enviar una armada considerable y fuerzas de tierra».
La Guerra de Independencia estalla. En casa de George Washington fallece uno de los enviados españoles, Juan Miralles. La herencia hispana corre tanto por la plata como por la pólvora. Gálvez toma Pensacola y recupera Florida, distrayendo el esfuerzo bélico inglés. Solano y Bote gana con su providencial ayuda el título de Marqués del Socorro.
Gran Bretaña quiere pagarnos con la misma moneda. Carmichael informa al Congreso en noviembre de 1781 de un agente inglés quien, bajo el nombre de Comodoro Johnson, pretendía obtener permiso del embajador portugués para poder desplazarse al Brasil. De allí iría a Caracas. Habla de la situacion de revuelta en Perú y su extensión a México. Y dice que reducirá la capacidad financiera de España en la guerra.
Volvamos a los tiempos de Wikileaks. La noticia del estudio jurídico de Lancho ha sido bien valorada por medios diplomáticos. Fuentes de Exteriores han asegurado a ABC que la ayuda española a los padres de la nación americana «no es un episodio bien conocido en EE.UU., en parte por el poso antiespañol de los anglosajones. Y quien conoce el episodio siempre ha creído que la ayuda española era circunstancial».
La diplomacia advierte de que es un buen momento para reivindicar el pasado hispano: «La Corona ayudó a la independencia con miedo y en secreto, para evitar que el mensaje emancipador se extendiese por América del sur. Por eso ni nosotros mismos lo dijimos muy alto, pero también hay que subrayar que no está olvidado del todo. En Washington y en Nueva Orleans hay, por ejemplo, estatuas de Gálvez, el conquistador de Pensacola».
La cuestión es: ¿cómo hacer bien esta reivindicación? Los más progresistas ven esta historia común como «una vía de integración cada vez más necesaria. Nosotros debemos favorecerla, sin exclusivismos y buscando aliados, como puede ser México. Lo hispano está en la gastronomía, la topografía, la lengua, el arte...»
Prueba de que el asunto está de plena actualidad es la exposición «El hilo de la memoria», que Seacex acaba de inaugurar en Nuevo México y se podrá ver en Santa Fe, El Paso y Nueva Orleans. Pero hay más: el acuerdo firmado por Ángeles González-Sinde y la NOAA ha proyectado también la recuperación de lo hispano en los santuarios nacionales marinos. La historia continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario