María Verza. México DF http://www.elmundo.es/elmundo/
Cuando se estaban construyendo las pirámides de Egipto, cuando se desarrollaba la civilización china, la sumeria o la india, hace 5.000 años, surgía en un páramo desértico de las estribaciones de los Andes peruanos la civilización más antigua de América: Caral. Este pueblo conocía la genética, la predicción climática, la ingeniería antisísmica y, a diferencia de las civilizaciones contemporáneas del 'viejo mundo', no hacía la guerra, simplemente comerciaba y disfrutaba de la vida.
En 1994, la arqueóloga peruana Ruth Shady descubrió este sitio arqueológico, 180 kilómetros al norte de Lima y declarado por la UNESCO en 2009 Patrimonio de la Humanidad. Este lugar de aspecto lunar en la costa peruana es todavía un gran desconocido para el público no especializado fuera de su país. Sin embargo, rompió muchos paradigmas.
"En América también hubo capacidad de crear civilizaciones, como en el viejo continente, no íbamos rezagados y eso es todo un símbolo para afianzar nuestra identidad cultural y para reflexionar sobre el ser humano", enfatiza Shady a su paso por México, donde fue invitada esta semana a dar varias conferencias.
Pero, además, un distintivo de Caral es que no se encontraron vestigios de guerra o conflictos, un factor que los científicos consideraban la causa más probable del origen de las civilizaciones.
"Buscábamos armas, que era lo habitual y encontramos... ¡flautas hechas de huesos de cóndor y cornetas!", afirma.
Era una sociedad muy organizada y con un gran desarrollo de la sociedad civil. "No tenían ningún interés por la guerra y sí una visión mucho más armoniosa de la vida que la que tiene la sociedad actual, tal vez porque observaron el espacio sideral y vieron que la Tierra era un punto en el universo", comenta la investigadora en entrevista con ELMUNDO.es.
La civilización Caral, cuya antigüedad han confirmado 130 dataciones por carbono 14, perduró durante un milenio y se desarrolló en un terreno hostil que supo adaptar a sus necesidades, con ríos que la rodeaban y el Pacífico a poco más de 20 kilómetros. Sus habitantes vivían del comercio (conectaron la costa con la selva y la sierra) y se dedicaban al conocimiento y a la producción de tecnología que mejorara la calidad de vida de la sociedad.
Su principal fuente de proteínas era el pescado pero también cultivaban patatas, utilizaban la lana y la alpaca, usaban drogas no sólo con fines medicinales, les preocupaba el arte y tenían un fuerte sentimiento religioso en el que el fuego y la música eran dos elementos clave.
"El estado cumplía la función de administrador del agua y había especialistas a tiempo completo en funciones que no eran de producción", como la observación del universo, la predicción del clima o la ingeniería.
En casi dos décadas de trabajo de Shady y su equipo multidisciplinar -que comenzaron casi en medio de la incredulidad, con el Ejército peruano sacando la tierra a cubos bajo un sol matador- se ha desenterrado una de las pirámides más grandes del mundo, construcción principal de la conocida como 'ciudad sagrada', una enorme plaza pública, anfiteatros y varios centros urbanos levantados en torno a la ciudad central.
Entre los hallazgos más sorprendentes, la arqueóloga destaca la construcción de edificios públicos con plataformas escalonadas donde pusieron bolsas de fibra resistente llenas de piedras para que, ante un terremoto, la fuerza del sismo se repartiera. "Hemos tardado 5.000 años en llegar al mismo conocimiento, de hecho investigadores japoneses vinieron a Perú después del gran terremoto de hace año y medio a analizar esas bolsas".
Entre los hallazgos más sorprendentes, la arqueóloga destaca la construcción de edificios públicos con plataformas escalonadas donde pusieron bolsas de fibra resistente llenas de piedras para que, ante un terremoto, la fuerza del sismo se repartiera. "Hemos tardado 5.000 años en llegar al mismo conocimiento, de hecho investigadores japoneses vinieron a Perú después del gran terremoto de hace año y medio a analizar esas bolsas".
Otro logro fue el algodón de colores. "Caral había logrado semillas de algodón natural pero rojo, marrón o beige por las que ahora se interesan muchas compañías".
Pasados mil años de paz y prosperidad, las ciudades fueron enterradas y abandonadas. "Todavía no sabemos muy bien el porqué pero creemos que los motivos fueron cambios climáticos muy fuertes, primero terremotos, luego aluviones, grandes lluvias y finalmente una sequía muy prolongada de 60 a 130 años". Un ciclo similar, dice, al que parece que se está viviendo en la actualidad.
Entre las muchas cosas que quedan por averiguar, la arqueóloga destaca las relaciones que pudo tener Caral con civilizaciones posteriores como los incas o los olmecas, o traducir el 'quipu' encontrado, un sistema de cuerdas anudadas con el que se registraba la información y que todavía no ha sido descifrado. Otra asignatura pendiente es la divulgación, sobre todo fuera de Perú, de todos los resultados de la excavación, bien a través exposiciones o de conferencias.
"La arqueología no se queda en el pasado, la arqueología tiene que vincularse con el presente y eso es lo que nosotros tratamos que hacer, provocar reflexión", señala Shady. Y su lección es clara: tenemos mucho que aprender de la primera civilización que vio la luz en América.