Manuel P. Villatoro. Madrid 7/XII/2012 http://www.abc.es/
Desde buscar el origen de la raza aria hasta planear viajes para robar todo tipo de reliquias y obras de arte. Estas eran algunas de las tareas para las cuales fue fundada la Ahnenerbe, una organización que, aunque oficialmente fue creada para dar valor a las tradiciones alemanas, acabó convirtiéndose en un grupo de estudio de las ciencias ocultas con una finalidad clara: destruir el cristianismo e instaurar una nueva religión nazi en Alemania
«El 1 de julio de 1935 se creó la Deutsches Ahnenerbe, o "Sociedad de Estudios para la Historia Antigua del Espíritu"», explica el escritor José Lesta en su libro «El enigma nazi» (editado por Edaf). Por aquella época, Hitler ya había sido nombrado Canciller de Alemania y el Partido Nazi dominaba toda la política del país. Sin embargo, el Führer quería enfrentarse al mundo y sabía que necesitaría varias cosas: toda la ayuda necesaria para vencer (ya fuera usual o paranormal) y, sobretodo, que la sociedad aceptara el nazismo como una creencia indiscutible. Ambas tareas serían encomendadas a esta nueva secta paracientífica.
El encargado de crear la Ahnenerbe fue uno de los miembros del Partido obsesionado por el ocultismo: Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS nazis (un cuerpo de soldados de élite dedicados, entre otras cosas, a la protección de Hitler). «Himmler era con toda seguridad el más fanático creyente en las ciencias ocultas, profesando una fe ciega en "las fuerzas desconocidas que nos rodean"», afirma el escritor.
«Ya en el poder se hizo con la dirección de las temibles SS. Un cuerpo de élite o de monjes guerreros, como a él le gustaba denominarlos, con los que formaría una auténtica Orden Negra que seguiría los preceptos del antiguo paganismo germano y los dogmas de fe del nazismo como creencia religiosa», explica Lesta.
«Himmler dio la orden para la constitución de la sociedad inspirado por Hermann Wirth, profesor holandés especialista en el estudio del germanismo. El primer departamento de la organización fue creado directamente por Wirth, y prestaba particular atención al estudio del antiguo alfabeto rúnico que tanta importancia tendría en la simbología del nazismo», completa el experto. De hecho, tal era su admiración por el lenguaje rúnico que escogió como símbolo para la Ahnenerbe uno de estos emblemas; el de la vida.
«Los objetivos de la sociedad eran fundamentalmente tres: investigar el alcance territorial y el espíritu de la raza germánica, rescatar y restituir las tradiciones alemanas, y difundir la cultura tradicional alemana entre la población», determina Lesta.
Tras la formación de la sección dedicada al estudio de las runas vinieron varias más. « En 1936 se constituyó el departamento de lingüística, en 1937 el de investigación sobre los contenidos y símbolos de las tradiciones populares, y un año después el departamento de arqueología germánica. Este último se haría famoso por sus extrañas expediciones», sentencia Lesta.
«Estas actividades, extraordinariamente diversificadas hacían que se multiplicaran los departamentos en el seno de la sociedad. Llegó a tener 43, dedicados a danzas populares y canciones tradicionales, estilos regionales, folclore, leyendas, geografía sagrada, ciencias paranormales, etc.», aclara el escritor.
«Andre Brissaud escribe que los trabajos de la sociedad eran "asuntos secretos del Reich", y comprendían desde temas clásicos como "la lengua y literatura germánicas" hasta temas tan curiosos como el "yoga y el zen, doctrinas esotéricas e influencias mágicas sobre el comportamiento humano"», sentencia el experto en su libro.
De todas las premisas necesarias que había que cumplir para formar parte de la Ahnenerbe, la principal era la de contar con el título de doctor universitario. Por su parte, el sistema de trabajo consistía en la organización de diferentes grupos de estudio a cargo de un coordinador.
Sin embargo, no todas las secciones de la Ahnenerbe tuvieron la misma repercusión. Entre las más conocidas, se encontraba la rama ocultista. «La sección esotérica estaba a cargo de Friedrich Hielscher y Wolfram Sievers; así mismo el famoso escritor Erns Jünger y el filósofo judío Martin Buber colaboraron con ella», explica el escritor.
Pero, en contra de lo que pudiera parecer, esta sociedad no nació de la nada, sino que basó su estructura y la mayoría de sus ideas en una organización conocida como la sociedad Thule. Este grupo, que estuvo operativo desde la primera década del SXX hasta la creación de la Ahnenerbe, destacó porque contaba con un líder que se autodenominaba el precursor del anticristo.
Un joven Adolf Hitler pasaría a formar parte de esta organización una tarde de 1922. «Para entrar se debía facilitar una fotografía que el Gran Maestre examinaba para descubrir en los rasgos antropométricos huellas de sangre extranjera. Asimismo, tenían que jurar pureza de sangre hasta la tercera generación», sentencia Lesta.
Sin embargo, por lo que destacaba esta secta era por su particular forma de hacer justicia en las calles de Baviera, su sede principal. «Sólo entre 1918 y 1922 se contabilizaron (en este estado) 354 crímenes y asesinatos políticos. Según J.M Romaña, las fuerzas de seguridad estaban siempre al corriente de esta “justicia paralela”, y es que muchos de los oficiales de la policía eran adeptos de la sociedad Thule», explica el experto.
«Además, también se daban muchos casos de personas desaparecidas siempre en extrañas circunstancias. Y entre estos individuos, la mayoría de los cuales eran judíos o comunistas, debemos buscar a las víctimas de los “sacrificios” que fueron asesinadas en rituales de magia astrológica”», señala el escritor, que apostilla por otro lado que aún no se han encontrado datos totalmente concluyentes que demuestren la existencia de estos rituales.
Entre las prioridades de la Ahnenerbe se encontraba el acabar con el cristianismo y dar forma a una religión propia del nazismo: «Una de las consignas subterráneas del régimen nazi era eliminar progresivamente la influencia que para el pueblo alemán tenían los ritos de la Iglesia Católica», determina el escritor.
Para ello, la organización disponía de uno de los mayores y más conocidos personajes dentro del ocultismo nazi: el «sumo sacerdote» Friedrich Hielscher. Aunque se conoce poco de este maestro de lo paranormal, las investigaciones coinciden en que era temido por todos los oficiales alemanes.
«Para que nos hagamos una idea, el jefe de la Gestapo (policía secreta alemana) leprofesaba una profunda devoción. Heinrich Himmler hablaba de él en respetuosos susurros y le consideraba la figura más importante de Alemania después de Hitler. Si Alemania llegara a ganar la guerra, seguramente Hielscher saldría a la luz, convertido en el sacerdote supremo de la nueva religión, como Hitler como divinidad encarnada», afirma el experto.
Para lograr acabar con el cristianismo, Hielscher creó a través de Himmler una religión basada en la sangre y el valor de los soldados alemanes. A su vez, hizo que las fiestas paganas se superpusieran a las cristianas, de esta forma, pretendía que los católicos dieran de lado a sus creencias y abrazaran la nueva religión de la Ahnenerbe.
«Himmler y su Estado Mayor personal, constituido por hombres de su más absoluta confianza concibieron un calendario festivo para la Orden Negra de las SS que establecía unas fechas sagradas a lo largo del año. En ellas, las SS renovaban sus compromisos de honor y lealtad para con el Führer y la orden», afirma Lesta en el texto.
«Estas festividades servían para sustituir a las fiestas cristianas por otras que estuvieran más próximas a la tradición germano-pagana», explica el escritor. Una de las celebraciones más llamativas que se llegó a suprimir fue la de la Navidad. De hecho, el día en que se recuerda el nacimiento de Jesús se cambió nada menos que por una jornada en la que se reverenciaba al sol.
«Efectivamente, en el 25 de diciembre se conmemoraba el “día del nacimiento del sol invencible” –el Sol Invictus, que para los romanos representaba el nacimiento de Mithra-, es decir, el día en que este astro, después de ir acortando su presencia desde el solsticio de verano, parecía recobrar nuevamente sus fuerzas tras el periodo agónico del otoño y la muerte invernal», sentencia el experto.
A su vez, otras fiestas pasaron a ser suprimidas en favor de las nuevas creencias nazis: «Otros períodos del año habían sido igualmente reciclados en forma de fiestas neopaganas. La Pascua se transformó en la fiesta de “Ostara”, por ejemplo.», determina Lesta. En este caso, los miembros de las SS celebraban el comienzo de la primavera recordando a la diosa de la fertilidad que da nombre a esta celebración.
Además, la Ahnenerbe buscaba que el rito del matrimonio cristianofuera sustituido en favor de una ceremonia creada por los nazis. «Hace poco se ha revelado una filmación inédita que muestra la ceremonia llevada a cabo por una pareja para contraer matrimonio bajo el ritual de las SS», comenta el escritor.
«En ella, se ve claramente que la sala en la que se celebra la ceremonia esta presidida por una gigantesca bandera negra con una S rúnica grabada en plata. Previamente los cónyuges habían realizado su matrimonio civil y en el curso del acto el oficial superior –el propio Himmler en este caso- les entrega el pan y la sal, símbolos de la tierra y de la fertilidad», sentencia Lesta.
Por supuesto, para que se celebrara la unión de la feliz pareja era también necesario demostrar la pureza de sangre, es decir, que ambos eran alemanes. Como curiosidad, también destaca que, como principales regalos del matrimonio, no solía faltar un ejemplar del «Mein Kampf» («Mi lucha»), la biografía de Adolf Hitler. Tras cumplir todos estos preceptos, el marido y la mujer estaban listos para vivir felices en el Reich.
Dos de los ritos que se practicaban en las SS y que la Ahnenerbe pretendía que se extendieran con el tiempo a toda la sociedad alemana eran los de un curioso bautismo y una extraña forma de dar el último adiós a aquellos miembros de la Orden Negra tras su muerte.
En el primero de los casos, Lesta deja claro su funcionamiento: «Durante el bautismo del hijo de un afiliado a la Orden Negra se les hacía entrega de una medalla con signos rúnicos para el recién nacido, y se pronunciaba la fórmula de ingreso del bebé en la comunidad de las SS».
Por otro lado, el castillo que servía de sede para la Ahnenerbe guardaba en su interior una curiosa estancia dedicada a venerar los restos de sus miembros. «En la cripta, se hallaba la sala de los muertos, un recinto abovedado y circular. Albergaba en su centro una pira y en los muros doce habitáculos en los que se ordenó que se levantaran trece alturas alrededor de una gruesa mesa de piedra», destaca el experto.
«Se hizo para el momento en que un miembro de tan restringido círculo de elegidos en las SS dejara este mundo. Entonces, se debían colocar sus cenizas en la correspondiente urna encima de uno de esos altares, justo después de que el escudo de armas del fallecido acabara de ser pasto de las llamas, y todo para que fuesen veneradas al mejor estilo religioso por el resto de los supervivientes», completa el experto.
«En el techo de la bóveda, justo encima de la pira, se encuentra todavía una esvástica y cuatro aspilleras por las que el humo del ritual fúnebre debía ascender, formando una columna», sentencia Lesta.
Finalmente, una última y curiosa práctica de este grupo (y secta) pudo observarse cuando el tribunal aliado juzgó por crímenes contra la humanidad en Nuremberg a dos de los principales líderes de la Ahnenerbe, Hielscher y Sievers. Y es que, ambos mostraron una extraña actitud durante el proceso.
«El prisionero (Sievers) escuchó con extraña indiferencia su condena a muerte y, acompañado por Hielscher, se hincó de rodillas mientras este entonaba los cánticos de una misa negra. Un himno final de adoración a los poderes del mal que aguardaban a su alma al otro lado de la tumba», comenta el experto.
«Tal y como relatan sus cuidadores de celda: “Pronunció oraciones en una lengua desconocida, oraciones de un culto que nadie conocía y del que no habló jamás», afirma el escritor en el texto.
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