Rosalía Sánchez, Berlín http://www.elmundo.es/elmundo/
Cuando a los niños de los campos de concentración nazis les ponían un lápiz en las manos, rasgaban el papel con violentos trazos sangrantes en los que apenas alcanzaban a expresar el terror y la angustia a que estaban siendo sometidos. Y aquellos que tenían un lápiz en las manos eran lo que más "suerte" habían tenido.
Su vida había sido prolongada "en beneficio de la ciencia" mientras eran víctimas de experimentos médicos y extracción de órganos. De lo contrario, iba directamente a las cámaras de gas. Aunque muchos otros habían muerto a manos de los médicos antes de llegar a los campos en la gran operación eutanasia infantil del Tercer Reich.
Esta exposición del Museo Topografía del Terror de Berlín documenta el asesinato de más de 5.000 niños menores de 10 años a causa de alguna minusvalía física o clasificados como "débil mental" o "no apto para ser educado".
Expone además pruebas de la desaparición de unos 10.000 adolescentes en las cámaras de gas y la "eliminación de varios miles más, todos menores de 3 años, en el programa Lebensborn, las granjas de cría de niños de rasgos arios, hijos de madres solteras seleccionadas para la procreación y a las que sus bebés les eran arrancados a los 3 meses de edad. Si la genética no hacía el papel que se esperaba de ella y el recién nacido presentaba algún rasgo no ario, era "desechado".
Su vida había sido prolongada "en beneficio de la ciencia" mientras eran víctimas de experimentos médicos y extracción de órganos. De lo contrario, iba directamente a las cámaras de gas. Aunque muchos otros habían muerto a manos de los médicos antes de llegar a los campos en la gran operación eutanasia infantil del Tercer Reich.
Esta exposición del Museo Topografía del Terror de Berlín documenta el asesinato de más de 5.000 niños menores de 10 años a causa de alguna minusvalía física o clasificados como "débil mental" o "no apto para ser educado".
Expone además pruebas de la desaparición de unos 10.000 adolescentes en las cámaras de gas y la "eliminación de varios miles más, todos menores de 3 años, en el programa Lebensborn, las granjas de cría de niños de rasgos arios, hijos de madres solteras seleccionadas para la procreación y a las que sus bebés les eran arrancados a los 3 meses de edad. Si la genética no hacía el papel que se esperaba de ella y el recién nacido presentaba algún rasgo no ario, era "desechado".
"Esta exposición habla de los miembros más indefensos de aquella sociedad. Los visitantes deben estar preparados para enfrentarse a hechos muy duros», dice el Historiador Médico de la Charité de Berlín, que relata cómo los médicos de familia aconsejaban a los padres deshacerse de los niños con cualquier tipo de minusvalía y como las propias familias llevaban personalmente a los pequeños a los centros de internamiento, donde los dejaban para no verlos más.
Desde los años 20, el concepto de "vida indigna" circulaba ya con cierta naturalidad entre los círculos médicos alemanes y en la muestra pueden verse documentos del director de la Institución para Débiles Mentales, Ewald Meltzer, que defiende que "a pesar del amor a la vida que parecen tener estos idiotas incurables" era conveniente eliminar tales vidas "inútiles".
"No estamos hablando de decisiones médicas cuestionables moralmente, sino de auténticos crímenes revestidos de legalidad, de rigor científico y de racionalidad que convirtieron a los médicos en ilegítimo árbitros de la vida y la muerte y que han degradado para siempre a la raza humana", comenta el historiador Thomas Beddies.
Algunos de los documentos más conmovedores son las cartas a los padres en los que se notificaba que tal o tal niño había sido "sentenciado a eutanasia", y los partes médicos en los que consta abiertamente el sufrimiento de los niños en forma de dolor físico, desesperación por el trato recibido e incluso intentos de suicidio de menores de 8 años.
Las enfermeras aprendía su oficio en un manual que diferenciaba los principios del cuidado de los niños sanos y de los niños enfermos o "no dignos de vivir", una separación que, según el director de la muestra, Andreas Nachama, no dependía de la salud del niño, como aparenta la terminología utilizada, sino que era establecida por su "utilidad".
La comisión de la Cancillería de Berlín que supervisaba el programa de eutanasia preveía protestas ciudadanas en sus primeras fases y dio orden a los centros de remitir cualquier informe de resistencia directamente a la oficina del Führer, pero las protestas nunca llegaron a cobrar gran entidad, salvo las encabezadas por el Obispo de Münster, Clemens August Graf von Galen.
El visto bueno a los asesinatos era firmado por un equipo de unos 100 funcionarios con sede en la calle Tiergantenstrasse nº4, allí donde hoy se levanta la sede de la Orquesta Filarmónica de Berlín y desde donde la capital alemana entona una eterna melodía de arrepentimiento.
Desde los años 20, el concepto de "vida indigna" circulaba ya con cierta naturalidad entre los círculos médicos alemanes y en la muestra pueden verse documentos del director de la Institución para Débiles Mentales, Ewald Meltzer, que defiende que "a pesar del amor a la vida que parecen tener estos idiotas incurables" era conveniente eliminar tales vidas "inútiles".
"No estamos hablando de decisiones médicas cuestionables moralmente, sino de auténticos crímenes revestidos de legalidad, de rigor científico y de racionalidad que convirtieron a los médicos en ilegítimo árbitros de la vida y la muerte y que han degradado para siempre a la raza humana", comenta el historiador Thomas Beddies.
Algunos de los documentos más conmovedores son las cartas a los padres en los que se notificaba que tal o tal niño había sido "sentenciado a eutanasia", y los partes médicos en los que consta abiertamente el sufrimiento de los niños en forma de dolor físico, desesperación por el trato recibido e incluso intentos de suicidio de menores de 8 años.
Las enfermeras aprendía su oficio en un manual que diferenciaba los principios del cuidado de los niños sanos y de los niños enfermos o "no dignos de vivir", una separación que, según el director de la muestra, Andreas Nachama, no dependía de la salud del niño, como aparenta la terminología utilizada, sino que era establecida por su "utilidad".
La comisión de la Cancillería de Berlín que supervisaba el programa de eutanasia preveía protestas ciudadanas en sus primeras fases y dio orden a los centros de remitir cualquier informe de resistencia directamente a la oficina del Führer, pero las protestas nunca llegaron a cobrar gran entidad, salvo las encabezadas por el Obispo de Münster, Clemens August Graf von Galen.
El visto bueno a los asesinatos era firmado por un equipo de unos 100 funcionarios con sede en la calle Tiergantenstrasse nº4, allí donde hoy se levanta la sede de la Orquesta Filarmónica de Berlín y desde donde la capital alemana entona una eterna melodía de arrepentimiento.
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