Antes que libertador de América Latina, Simón Bolívar (Caracas, 1783 - Santa Marta, 1830) fue un hombre enamorado. Su primera y única esposa fue la española María Teresa del Toro y Alayza, y su temprana muerte, ocho meses después de su boda en una iglesia madrileña en 1802, le marcó para siempre. "Si ella hubiera vivido, Bolívar quizá habría sido un hacendado más en Caracas, dedicado a su riqueza y a su vida familiar", aventura el poeta, ensayista y novelista colombiano William Ospina (Padua, 1954). Su libro En busca de Bolívar (La otra orilla), busca descifrar al "hombre fascinante y contradictorio" detrás del caudillo sudamericano.
Ospina, autor de Ursúa y El país de la canela, describe su última obra como "un retrato cubista" de Bolívar. "Deseaba abordar su biografía desde el punto de vista del arte", explica. El libro repasa, en capítulos breves, distintos episodios de la vida del militar y se propone descubrir al hombre contradictorio escondido tras la leyenda. "En el momento en que muere se convierte en un mito", opina Ospina. "Sus enemigos le preferían de mito que como un rival. Bolívar como símbolo les permitía utilizarlo para sus propósitos".
La búsqueda del hombre tras el mito llevó a Ospina hasta Perú de Lacroix, un general francés que había combatido en el ejército de Napoleón y que, años después, peleó al lado de Bolívar. Su Diario de Bucaramanga descubre a un Bolívar que es "la convergencia de muchas personas al mismo tiempo" -relata Ospina-, capaz de perder los estribos cuando era derrotado a las cartas e "incapaz de conformarse con pequeñas victorias". "El poder lo ha convertido en un modelo de política o de arte militar, o simplemente en un modelo para una estatua. Antes tenemos que ver su naturaleza humana. Era un amante de la naturaleza, un bailarín, un hombre que disfrutaba al viajar, es sorprendente. Un personaje que sigue muy vivo en América Latina", asegura.
Huérfano a los nueve años y viudo a los 19, Bolívar se convenció de que "todo lo que amaba era tocado por la muerte y que no había nacido para ser feliz", explica el también ganador del Premio Rómulo Gallegos 2009. "Se convenció de que su propósito era liberar las fuerzas que construyeran el nuevo sueño de su América. Habría querido hacer más", afirma convencido. En el libro llama la atención la metamorfosis del joven de familia acomodada en las colonias en América en fundador de una nueva cultura, que se identificó "con los símbolos y mitos del Nuevo Mundo".
"Sin Bolívar y los demás libertadores de América Latina no habría existido un Pablo Neruda o un Diego Rivera. Ellos dieron ese primer paso", comenta el escritor. Aún cuando las metas eran ambiciosas. "Su desafío era fundar repúblicas. No se trataba de luchar por la independencia de España para hacer un cambio de dueños", observa. "Los grandes terratenientes, los dueños de esclavos, no estaban de acuerdo con sus ideales".
Ospina defiende que el enaltecimiento e idealización de Bolívar opaca sus ideas y su proyecto para América Latina. Incluso sostiene que el multicitado "sueño de Bolívar" es más que una utopía. "La unión continental no se abrió camino porque sus generales prefirieron que cada quien tuviera una república a su medida", explica. Dos siglos después, no obstante, el argumento a favor de una fusión "es más realizable", asegura.
No es de extrañar que un personaje que despierta tantas pasiones como Bolívar inspire una selección variopinta de biografías. Ospina menciona, además del trabajo de Perú Lacroix, biógrafos tan distintos como el colombiano Indalecio Liévano Aguirre o el español Salvador de Madariaga, autor de un retrato crítico sobre el caudillo que le ganó acusaciones de "colonialista" en su momento. El escritor también señala al alemán Gerhard Mansur y al británico John Lynch, que "no ocultan sus defectos ni se apasionan por sus virtudes".
Bolívar se mantiene como el caudillo por antonomasia de América Latina. Su espada fue robada por la guerrilla colombiana en 1974 y hasta estuvo en las manos del narcotraficante Pablo Escobar antes de su devolución en 1991. Sus restos fueron exhumados en julio por el presidente venezolano Hugo Chávez. Ospina explica que "los pueblos de América Latina, al ser jóvenes, necesitan crear su propia versión de sí mismos. Todos necesitamos vivir en un relato. Estos personajes, como Bolívar, asumen un papel casi místico". "Es natural que haya líderes que se proclamen como su único portavoz", añade.
Bolívar, asegura, es más útil como un ideólogo que como una figura elevada a los altares. "Es importante dialogar con él. Es un error utilizar su imagen cuando se trata de un personaje tan contradictorio. Todos los estadistas, ya no solamente los latinoamericanos, sino del mundo, deberían dialogar con él". ¿Y qué fue lo que más sorprendió al escritor colombiano de un personaje tan repetido en su historia? "Su capacidad para soñar con metas cada vez más ambiciosas", responde.
Ospina, autor de Ursúa y El país de la canela, describe su última obra como "un retrato cubista" de Bolívar. "Deseaba abordar su biografía desde el punto de vista del arte", explica. El libro repasa, en capítulos breves, distintos episodios de la vida del militar y se propone descubrir al hombre contradictorio escondido tras la leyenda. "En el momento en que muere se convierte en un mito", opina Ospina. "Sus enemigos le preferían de mito que como un rival. Bolívar como símbolo les permitía utilizarlo para sus propósitos".
La búsqueda del hombre tras el mito llevó a Ospina hasta Perú de Lacroix, un general francés que había combatido en el ejército de Napoleón y que, años después, peleó al lado de Bolívar. Su Diario de Bucaramanga descubre a un Bolívar que es "la convergencia de muchas personas al mismo tiempo" -relata Ospina-, capaz de perder los estribos cuando era derrotado a las cartas e "incapaz de conformarse con pequeñas victorias". "El poder lo ha convertido en un modelo de política o de arte militar, o simplemente en un modelo para una estatua. Antes tenemos que ver su naturaleza humana. Era un amante de la naturaleza, un bailarín, un hombre que disfrutaba al viajar, es sorprendente. Un personaje que sigue muy vivo en América Latina", asegura.
Huérfano a los nueve años y viudo a los 19, Bolívar se convenció de que "todo lo que amaba era tocado por la muerte y que no había nacido para ser feliz", explica el también ganador del Premio Rómulo Gallegos 2009. "Se convenció de que su propósito era liberar las fuerzas que construyeran el nuevo sueño de su América. Habría querido hacer más", afirma convencido. En el libro llama la atención la metamorfosis del joven de familia acomodada en las colonias en América en fundador de una nueva cultura, que se identificó "con los símbolos y mitos del Nuevo Mundo".
"Sin Bolívar y los demás libertadores de América Latina no habría existido un Pablo Neruda o un Diego Rivera. Ellos dieron ese primer paso", comenta el escritor. Aún cuando las metas eran ambiciosas. "Su desafío era fundar repúblicas. No se trataba de luchar por la independencia de España para hacer un cambio de dueños", observa. "Los grandes terratenientes, los dueños de esclavos, no estaban de acuerdo con sus ideales".
Ospina defiende que el enaltecimiento e idealización de Bolívar opaca sus ideas y su proyecto para América Latina. Incluso sostiene que el multicitado "sueño de Bolívar" es más que una utopía. "La unión continental no se abrió camino porque sus generales prefirieron que cada quien tuviera una república a su medida", explica. Dos siglos después, no obstante, el argumento a favor de una fusión "es más realizable", asegura.
No es de extrañar que un personaje que despierta tantas pasiones como Bolívar inspire una selección variopinta de biografías. Ospina menciona, además del trabajo de Perú Lacroix, biógrafos tan distintos como el colombiano Indalecio Liévano Aguirre o el español Salvador de Madariaga, autor de un retrato crítico sobre el caudillo que le ganó acusaciones de "colonialista" en su momento. El escritor también señala al alemán Gerhard Mansur y al británico John Lynch, que "no ocultan sus defectos ni se apasionan por sus virtudes".
Bolívar se mantiene como el caudillo por antonomasia de América Latina. Su espada fue robada por la guerrilla colombiana en 1974 y hasta estuvo en las manos del narcotraficante Pablo Escobar antes de su devolución en 1991. Sus restos fueron exhumados en julio por el presidente venezolano Hugo Chávez. Ospina explica que "los pueblos de América Latina, al ser jóvenes, necesitan crear su propia versión de sí mismos. Todos necesitamos vivir en un relato. Estos personajes, como Bolívar, asumen un papel casi místico". "Es natural que haya líderes que se proclamen como su único portavoz", añade.
Bolívar, asegura, es más útil como un ideólogo que como una figura elevada a los altares. "Es importante dialogar con él. Es un error utilizar su imagen cuando se trata de un personaje tan contradictorio. Todos los estadistas, ya no solamente los latinoamericanos, sino del mundo, deberían dialogar con él". ¿Y qué fue lo que más sorprendió al escritor colombiano de un personaje tan repetido en su historia? "Su capacidad para soñar con metas cada vez más ambiciosas", responde.
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