Arriba, Leo Frobenius (primero por la izquierda) y su grupo ataviados como árabes cruzando el mar Rojo. Al lado, retrato de Frobenius como explorador y embarque de camellos de la expedición 1914-1915.- FROBENIUS INSTITUTE
JACINTO ANTÓN Elpaís.es 21/12/2009
Tenía grandes deseos de notoriedad, un temperamento megalómano y despótico, despreciaba a los pueblos a los que pretendía sublevar, ni siquiera hablaba sus idiomas, sus mapas eran deplorables y además se disfrazaba fatal. No es raro que resultara un más que discutible agente secreto y que su misión de levantar tribus y naciones contra los enemigos de Alemania en los tiempos de la I Guerra Mundial, para crear un nuevo foco bélico en África del Noreste, acabara en un total fiasco. Pero la aventura de Leo Frobenius, alias Abdul Kerim Pachá, y su descabellado plan, que acaba de salir al conocimiento público, de encender en llamas Abisinia y Sudán contra los intereses británicos en la zona -en una acción que es el reverso teutón y en fracasado de la rebelión de los árabes del desierto contra los turcos atizada por el coronel T. H. Lawrence-, resulta sensacional.
El etnógrafo, arqueólogo, historiador de la cultura y explorador berlinés Leo Frobenius (1873-1938) es un personaje rodeado de luces y sombras. Por un lado es reconocido como científico de talla e incluso genio africanista, pero por el otro aparece como un estrafalario y ladino sacamuelas capaz de anunciar el descubrimiento de la Atlántida durante una expedición en 1910 a Togo o de hacerse con un valioso bronce nigeriano a cambio de una botella de whisky. Wole Soyinka ha criticado su teoría aberrante de que los africanos no tenían madurez artística suficiente para entender la belleza de sus propias creaciones y el mismísimo conde Lászlo Almásy, el explorador de El paciente inglés, estuvo a punto de llegar a las manos con él porque, tras una expedición juntos, trató de apropiarse de su descubrimiento de las maravillosas pinturas de los nadadores del Wadi Soura. Los ingleses lo acusaron de tener un abyecto deseo irrefrenable por las nativas de los países que exploraba y darse a la absenta, pero, claro, eran los ingleses. En todo caso, una de sus obras, Decamerón negro, ha tenido la dudosa fortuna de llegar al cine convertida en popular película erótica (Il Decamerone nero, 1972).
"Aunque los documentos lo reflejan como un temerario charlatán en el asunto de la insurgencia y el espionaje, la controvertida misión de Frobenius a Eritrea es una de más las apasionantes peripecias de la I Guerra Mundial en el frente del Medio Oriente y África", recalca la historiadora madrileña Rocío da Riva, de 37 años, que ha descubierto las andanzas secretas del alemán en archivos en Alemania y Gran Bretaña. Bajo el disfraz de una expedición científica, Frobenius, buen amigo personal del káiser, Guillermo II, ocultaba objetivos políticos y militares en connivencia con los servicios secretos alemanes y turcos. Debía conectar con la aislada delegación germana en Addis Abbeba, llevarle instrucciones (los alemanes pretendían alentar los planes expansivos del ras etíope Lij Iyassu y convencerle de atacar posesiones británicas, francesas e italianas) y, tras cruzar la frontera sudanesa, organizar levantamientos para amenazar la posición inglesa en Suez.
Conocida como la Vierte Deutsche Inner-Afrikanische Forschungsexpedition, que ya es nombre discreto, la misión, de unos 17 hombres, entre ellos cinco europeos, con 60.000 marcos de oro, llegó a Constantinopla en noviembre de 1914. Pasó a Siria, Palestina y la costa del mar Rojo y de allí, en Al Wajh, cruzó en febrero de 1915 al puerto eritreo de Massawa, donde, tras un periodo de intriga e incertidumbre, fue obligada a regresar por los italianos. Una de las meteduras de pata fue atribuirse rangos militares (Frobenius, el de capitán). Pese a su fracaso, Frobenius, revelan los documentos, y esto lo identifica también con Lawrence, se convirtió en una verdadera obsesión para los servicios británicos, que lo consideraban una seria amenaza y lo veían hasta en Somalilandia.
Da Riva es una prestigiosa orientalista de aspecto engañosamente frágil y mirada decidida, que hoy está aquí explicándonos la historia en un bar barcelonés (es profesora de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología en la Universidad de Barcelona), pero hace poco se encontraba copiando inscripciones neobabilónias precariamente suspendida de una cuerda en un barranco en el Líbano. La joven encontró la huella perdida de la expedición del agente secreto en los papeles del Instituto Frobenius en Francfort y confirmó el asunto en los archivos del Foreign Office. De resultas, ha publicado en una revista especializada (Wiener Zeitschrift für Kunde des Morgenlandes, número 101), el erudito y fascinante trabajo Precursor de Lawrence de Arabia: la extraña empresa de Leo Frobenius en Arabia y Eritrea (1914-1915), que ha sido incluso loado por Robert Fisk.
Hay en la aventura de Frobenius camellos, claro; viajes abracadabrantes, riesgo mortal, persecuciones, intrigas, paisajes exóticos... hasta salen el legendario crucero alemán Emden y el padre del célebre Wilfred Thesiger. Uno de los episodios mejores es cuando al cruzar el mar Rojo el dhawl en que viajan los agentes alemanes es abordado por el crucero francés Desaix: no los encuentran porque se esconden en el apestoso tanque sanitario del barco: es tentador verlo como metáfora de que la misión de los chapuceros servicios secretos imperiales, era, con perdón, una mierda. En un momento determinado, los pasos de Frobenius y Lawrence de Arabia casi se cruzan: el agente alemán viajará en los trenes de la línea de Hijaz que el valiente narcisista galés se dedicará muy poquito después a hacer saltar por los aires; de un pelo fue que no se encontraran los dos agentes, con un rifle o un revólver entre ellos.
Frobenius no es desde luego el único (ni el más adecuado) al que se le puede pegar el apelativo de Lawrence alemán. Para ser sinceros, lo hizo mucho mejor, entre otros, Wilhem Wassmuss, Wassmuss de Persia, que, vestido con ropajes del desierto, organizó en 1915 la sublevación de las tribus qasqai contra los británicos y saboteó oleoductos. Es verdad que Wassmuss, también fue algo patosillo y, ay, perdió sus códigos.
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