martes, 17 de septiembre de 2013

La huelga obrera que perturbó a Franco

Franco a finales de 1967, al inicio de la huelga / ABC
ISRAEL VIANA  MADRID  13/09/2013 http://www.abc.es/
«Ayer la fábrica estaba cercada por la Guardia Civil. Nos han dicho que había 180 guardias. El autobús de las víctimas de Gondra sale escoltado por dos Jeeps de la Policía Armada. ¡Guardias! ¡Armas! Nosotros seguimos trabajando tranquilamente. Nuestra escolta es la conciencia del deber», podía leerse en una de las octavillas que diaria y clandestinamente distribuían los trabajadores de la empresa de «Laminación de Bandas en Frío» de Echevarri, en Vizcaya, a finales de 1966. De los 960 empleados, más de 800 participaron activamente, durante seis largos meses, en la que se convertiría en la huelga laboral más larga de la dictadura franquista.
La «Huelga de Bandas», como se la conoce, comenzó el 30 de noviembre de 1966, después de que la empresa desestimara las reivindicaciones de los trabajadores, molestos porque la dirección había disminuido su retribución salarial al tiempo que aumentaba su ritmo de trabajo.
Todo ello en una época marcada por la reorganización y modernización de los sistemas de producción de muchas de estas compañías y la soterrada activación de las protestas laborales, con la presión que conllevaba la persecución por parte de dictadura franquista.
La «Huelga de Bandas» se produjo seis años después de que se aprobara la ley de Convenios Colectivos (1958) y al tiempo que se creaba la Comisión Obrera Provincial de Vizcaya, que ABC calificó durante aquellos días de «organización comunista clandestina».
La movilización pilló por sorpresa a la dirección de la empresa, a las autoridades del régimen y al mismo Franco, que no podía comprender como un grupo de obreros vascos se había atrevido a desafiar la legislación vigente y envalentonarse a pesar de la represión que sabían que podían sufrir. Pero ocurrió, y se convirtió en todo un símbolo de la época en el País Vasco.
A lo largo del conflicto, del que se hizo eco tanto la prensa nacional como la internacional, los huelguistas fueron combinando acciones legales –valiéndose de los canales oficiales– con otras ilegales y clandestinas. Presentaron diversos escritos a la Delegación de Trabajo que llegaron hasta la Magistratura de Trabajo e hicieron uso del sindicato vertical. Pero después de que las autoridades se pronunciaran a favor de los intereses de la empresa y apoyaran el despido de 33 trabajadores, reforzaron su actitud y comenzaron a actuar en contra de la leyes.
Primero se encerraron durante tres días en el comedor de la empresa, siendo desalojados a punta de metralleta por la Guardia Civil. Después comenzaron a distribuir las famosas octavillas, que se convirtieron en una obsesión para la Policía. Eran impresas clandestinamente en diversas parroquias y en ellas se informaba a trabajadores y a los vecinos de cómo trancurría la huelga. «Qué no se raje nadie», podía leeerse en ellas.
Por último, desafiaron las prohibiciones convocando una gran manifestación el 4 de abril de 1967. Una movilización que contó con la solidaridad de los trabajadores de otras empresas, que secundaron el paro, y con otro sectores de la sociedad. La marcha transcurrió por las calles céntricas de Bilbao y acabó, como era de esperar, con la intervención armada de la Policía, que la reprimió con dureza.
Tras varios meses de huelga, aquella fue la gota que colmó el vaso. Tanto la empresa como el Gobierno, que no habían dado su brazo a torcer, se pusieron un objetivo: aplastar este «exceso» obrero cuanto antes. La empresa contrató a trabajadores de otras provincias, amenazó con desalojar a 450 familias de los empleados que vivían en las casas facilitadas por la compañía y aumentó la presión de la Policía y del sindicato vertical, así como los juicios contra los obreros de Bandas. Pero ni aquello les frenó.
Franco, al que el tema parecía írsele de las manos, terminó decretando el Estado de Excepción el 22 de abril de 1967. Eliminó las escasas garantías que tenía la dictadura y ordenó una ola de detenciones y destierros de muchos de los trabajadores que habían participado en la movilización, mandándolos a otras comunidades. Aquello fue el final de una huelga que terminó desconvocándose el 20 de mayo de 1967.
Los obreros tuvieron que presentar un escrito solicitando su reincorporación a la compañía. Un duro golpe que, con el paso de los años, se convirtió, sin embargo, en un símbolo de la lucha obrera. «Hoy en día se podría pensar, ¿es posible que una huelga durara tantos meses por un sencillo problema de rebaja de primas?», se preguntaba no hace mucho uno de los protagonistas de la «Huelga de Bandas». Pues sí, ocurrió.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Hernán Cortés, de Satán a bandera del mestizaje

http://www.abc.es/  manuel de la fuente 14/09/2013
 
Fue un hombre especial y un conquistador superlativo. Hernán Cortés, conquistador de México, tiraba de espada con facilidad y cuando había que ponerse feroz, pues feroz que se ponía. Hombre osado, guerrero tenaz y capitán insobornable, la Historia le ha tratado como un tipo despiadado, obsesionado por el oro, poseído por unas inabarcables ansias de acumular (el orden es igual) dinero, mujeres y poder. Sin embargo, aunque el león siga siendo tan fiero como lo pintaron, su vida y su obra mexicana apuntan nuevos trazos en la biografía que de él ha realizado el historiador Christian Duverger: «Hernán Cortés. Más allá de la leyenda» (Ed. Taurus).
Duverger dibuja un hombre refinado, seductor, culto, un renacentista convencido, enfrentado al emperador Carlos V y que quiso fundar en México un nuevo país, nacido del mestizaje entre los nativos y los españoles». Creo que la manera de contar la historia de Cortés -explica Duverger- no se ha ceñido a la verdad, es una lectura satanizada de un hombre que fue mucho más complejo e interesante. Él consiguió algo realmente nuevo entonces, el mestizaje entre mexicanos y españoles para dar nacimiento a un país que es el México de hoy». A los diecinueve años, Hernán Cortés ya estaba en América, en Santo Domingo. Sabía que allí estaba su destino, porque en España su familia, desde los tiempos de los Reyes Católicos, estaba enfrentada con la Monarquía, ya que en tiempos de Isabel habían tomado parte por sus contendientes, los que querían una alianza con los portugueses que ya se habían echado a los océanos y la colonización, frente a los simpatizantes de Isabel que defendían la opción de luchar contra los musulmanes en el Mediterráneo.
Ya en el Nuevo Mundo, Cortés siguió formándose como soldado y como intelectual. En 1511, participa en la conquista de Cuba y saca sus experiencias. Para él, estas conquistas en el Caribe, como explica Duverger, «han sido un desastre filosófico, humano y cultural. Él ve que hay una oposición absoluta entre el estilo vida español y el de los indígenas. En pocos años, el sistema de supervivencia de las islas desapareció y en una generación murió el noventa por ciento de la población. Cortés es testigo de este genocidio, sea o no intencionado, y en él va madurando otra idea, la del mestizaje. Hernán Cortés considera que hay que conservar las costumbres de los indios, y que la introducción del mundo europeo católico tiene que pasar por ese mestizaje».
Cuenta también Duverger que en México no había tanto oro como se ha sugerido, y que nuestro conquistador por supuesto que necesitaba dinero, pero para llevar adelante sus proyectos. «Lo que realmente quería era fundar un nuevo país, no idéntico al mundo prehispánico pero que tampoco fuera una especie de clonación de España. En cuanto a sus supuestas ansias de poder, él lo necesitaba para que los otros no pudieran manejarle».
¿Fue Cortés un Satán como se ha escrito, un soñador, un idealista, un utopista? «No sé -concluye Christian Duverger- sí fue un soñador. Lo que fue, sin duda, es un hombre de su época, del Renacimiento, que fue en España un movimiento cultural tan importante como lo fue en el resto de Europa. Hernán Cortés fue un hombre imbuido de la práctica social cotidiana, alguien que quería transformar la realidad a través de un modelo intelectual y de la conceptualización del mestizaje».

El Tratado de Tordesillas y cómo repartió Portugal y Castilla

http://www.abc.es/ BELÉN RODRIGO 14/09/2013
 
El Tratado de Tordesillas, 7 de junio de 1474, se inscribe en una larga serie de acuerdos entre los reyes de Castilla y de Portugal que se remontan al siglo XII y si nos referimos a la limitación fronteriza tenemos como ejemplos más antiguos el tratado de Badajoz de1267 y el de Alcañices en 1297. En Tordesillas los dos reinos dividieron el océano Atlántico por medio de una raya trazada de polo a polo, 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, quedando el hemisferio oriental para la Corona de Portugal y el hemisferio occidental para la Corona de Castilla. Así los Reyes Católicos y el rey Juan II de Portugal acuerdan las conquistas que podrán realizar ambos estados en relación con el mundo recién descubierto. Por primera vez se establece una frontera que divide tanto el mar como la tierra, y la nueva concepción de división territorial va a determinar la actual configuración de América del Sur.
“Hay efectivamente una historia diplomática muy antigua entre los reinos aunque nos restringimos al momento en el que la Corona de León y de Castilla se unen, en 1230. El Tratado de Tordesillas es uno de los momentos de esa tradición y no será el último”, explica a ABC Hermenegildo Fernandes, profesor del Centro de Historia de la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa. “Este tratado es global, su característica más destacada, e individualizador, puede alcanzar potencialmente el mundo. Pero a pesar de ser global se realiza con una arquitectura mental que son del mundo anterior, que no era global”, afirma en su interpretación de este acuerdo. Los dos reinos querían repartir el espacio que todavía no se había conquistado. “Hay un concepto central que es el de repartir el espacio a conquistar. El espacio exterior es de conquista y hay noción de que dos reinos pueden cogerlo y dividirlo entre sí”, recuerda el historiador luso. “Es un concepto del mundo de la vieja Hispania, de los reinos de la reconquista que se construyeron militarmente contra Al – Al-Ándalus y que crecieron a costa de su conquista”.
“Estamos en una época primitiva de diseño de identidades nacionales y estos reinos son hispánicos, hay concepto de Hispania y tienen una matriz de identidad: la lucha contra el Islam y la lucha de demarcación territorial “, subraya Hermenegildo Fernandes. Importante es recordar la cuestión del parentesco entre las familias de ambas coronas. “En el interior de la monarquía castellana, aragonesa y portuguesa hubo durante toda la época medieval un sistema de alianzas que permite que las casas reales estén interconectadas por lazos muy próximos, estrategia que seguirán en el siglo XVI”, apunta el historiador luso para quien “no podeos hablar de dos casas reales separadas, son de hecho la misma familia”. Considera que entre finales del siglo XV y el siglo XVI hay una única familia real y “lo que ocurre en 1580 con la ascensión legítima de Felipe II al trono, porque era sobrino del Rey, podía haber ocurrido varias veces antes”. Es decir, la unión de los dos reinos estuvo cerca de ocurrir en anteriores ocasiones, una de ellas, poco después de Tordesillas, con el nacimiento del infante don Miguel de la Paz, primer heredero del rey Don Manuel y la infanta Isabel de Aragón, entonces Princesa de Asturias y presumible heredera de las coronas de Castilla y Aragón. Llegó a ser jurado primer heredero de la corona de Portugal, Castilla y Aragón pero murió sin cumplir los dos años en 1500. “Es evidente que el problema diplomático es también fuertemente condicionado por el juego de alianzas dinásticas que tienen como objetivo unir las corona”, comenta el historiador.
El Tratado de Tordesillas ocurre en una década que concentra grandes acontecimientos. “La década de los 90 del siglo XV es extraordinaria, con la conquista de Granda en 1492, que es más importante que la llegada a América ese mismo año, desde el punto de vista de la época. Luego se producirá el tratado y en el 98 se descubre la India y en 1500 Brasil. En ocho años pasó de todo y parece muy claramente conectado con este cambio de estrategia en la política de alianzas”.
Pero los lazos familiares y el espíritu de conquista de los dos reinos no facilitaron las negociaciones del acuerdo. “Juan II negoció el tratado con extrema dureza y con un comportamiento muy florentino”, afirma Hermenegildo Fernandes. “Es un reparto equilibrado porque contempla los intereses de ambas partes y permite entender cuál será la configuración del reparto entre los reinos que se comportaron de forma astuta”. Y Tordesillas tiene consecuencias “sobre las cuales las personas no meditan” que se extienden hasta el periodo contemporáneo y sobre todo ocurre en una década que tiene una “concentración fenomenal de acontecimientos, es tal vez una de las décadas en la que más acontecimientos ocurren para la historia humana”.
En este contexto, el profesor universitario cree que no se tiene en cuenta que la Península Ibérica crece más que el resto de zonas. “Empieza a crecer en el siglo IX-X, en la época islámica siendo la zona más rica en el siglo X y ese crecimiento no se interrumpe nunca. Las ganancias cristianas se tienen que entender por ese crecimiento”. A ello hay que añadir una serie de “felices circunstancias”, entre ellas que se trataban de dos monarquías estables con el reino de Castilla y Aragón “muy organizado compuesto por sociedad belicosa con guerreros que fueron creados en la lucha fronteriza”. Portugal, por su parte, busca por encima de todo “el control del Atlántico, en donde había invertido mucho, y le permite ganar una posición en lo que después se llamará Brasil”.
Hermenegildo Fernandes cree que se puede pensar en este Tratado “como una emanación necesaria de este juego del cual están excluidos otros reinos de Europa occidental por razones diversas”. Hay razones posicionales y de organización interna para que los países de la península tengan una hegemonía incontestable, “por más que los filmes sobre Isabel de Inglaterra quieran hacer creer que Inglaterra parezca la gran potencia, pero no es verdad, lo eran Portugal y España”.
El juego con el papado fue extremamente complejo porque las monarquías medievales tenían una relación en sí complicada con el poder eclesiástico”, comienza por decir el historiador. Desde el siglo XII no hay reino que no entre en conflicto con el Papado que pretendía un modelo de teocracia en Europa. “En el siglo XV el Papado está en Roma y es una institución simultáneamente transnacional y local, porque Roma es controlada por una de las familias rivales que pertenece a la jurisdicción del Papa”, afirma, e “intentan mantener una función arbitral y legitimadora y en la política italiana el Papa será un actor de primer nivel”.
En este caso Alejandro VI es un Papa hispano, Rodrigo de Borja (Borgia, como decían en Roma), el segundo Papa español. Los Reyes Católicos buscaban un arbitraje y la legitimación de sus conquistas porque el tratado de límites con que contaban para resolver el conflicto, Alcaçobas-Toledo, no resolvía la cuestión. “Recurren a Alejandro VI para la legitimación”, subraya Hermenegildo. Hubo cuatro bulas en 1493, a favor de Isabel y Fernando, pero el monarca portugués no aceptó la línea papal de demarcación que demuestra que no existía la teoría del dominus orbi. Portugal contesta de esta forma las pretensiones de la Corona española resultantes del viaje de Cristóbal Colón que un año y medio antes había llegado al Nuevo Mundo, el cual reclamaba oficialmente Isabel la Católica.
El papa Alejandro VI con las Bulas Alejandrinas, así llamadas porque él las dictó, sentó las bases para que posteriormente España y Portugal firmaran el Tratado de Tordesillas. El acuerdo supuso la independencia, por parte de los dos reinos ibéricos, de la autoridad pontificia, al reservarse ambas coronas la negociación y ratificación del contenido de sus cláusulas. “El hecho de ser un papa español no favoreció a los Reyes Católicos porque los papas no juegan siempre de acuerdo con los intereses nacionales. Los intereses familiares se interponen siempre a los nacionales”, recuerda el historiador. “Por otro lado porque la sociedad eclesiástica del periodo es verdaderamente internacional”.
Para Margarita Prieto Yegros, escritora paraguaya de reconocida trayectoria, y autora del libro “El Tratado de Tordesillas”, este acuerdo “es un modelo de la mejor forma de solucionar difíciles problemas políticos y diplomáticos, en los cuales cada parte creía tener toda la razón y pretendía quedarse con lo mejor. La civilización europea en el siglo XV estaba detenida ante la barrera que significaba el océano Atlántico. La tarea de vencer al mar ignoto y extenso les correspondió singularmente a España y Portugal”. Considera también, “indudablemente”, que la lucha mantenida entre España y Portugal en el descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo Mundo “influyó por demás en la formación de las naciones americanas”. Como paraguaya afirma que “en el Tratado de Tordesillas podemos conocer las razones de nuestro origen, como provincia y como país”.
Por su parte, el historiador colombiano Gustavo Vargas Martínez, en la revista Credencial, escribe que este tratado “puede ser considerado como el inicio de una compleja legislación para afinar el despojo de tierras en América y dar comienzo a la era de los grandes imperios lusitano y español. Fue, también, la inauguración de las hegemonías europeas sobre Asia, África y América”. Y cita al historiador Samuel E. Morison quien no dudó en afirmar que “nunca en la historia moderna se ha realizado una expansión colonial en tan vasta escala con tan pocas fricciones entre países rivales".