domingo, 7 de noviembre de 2010

Descubierto un homínido de casi dos millones de años

Cráneo de la especie A.sediba descubierto en el yacimiento de Malapa (Suráfrica)- LEE BERGER | BRETT ELOFF

ALICIA RIVERA 08/04/2010 http://www.elpais.com/

Matthew Berger, un niño de nueve años, acompañaba a su padre, el científico Lee Berger, el 15 de agosto de 2008 en una bien planeada excursión por las cercanías de Johanesburgo (Suráfrica) en busca de restos del pasado. Al poco de llegar al lugar elegido para empezar el rastreo, el chico exclamó: "¡Un fósil!". Él no sabía de qué animal era, pero el padre sí: una clavícula, y cuando dio la vuelta al bloque de piedra que había encontrado su hijo con el fósil, inmediatamente identificó otro, una mandíbula con un canino, y eran de homínido, el máximo trofeo para un paleoantropólogo como él.

Expediciones posteriores en la zona, estudios minuciosos y muchos meses de trabajo para extraer los antiguos huesos de los bloques en que estaban incrustados, han sacado a la luz dos esqueletos parciales fosilizados de hace aproximadamente 1,8 millones de años. Uno es de un niño o un adolescente (entre 10 y 13 años), el que encontró Matthew; el otro, que se descubrió en septiembre de 2008, es de una hembra al final de la veintena; combinan rasgos antiguos y modernos, y los científicos afirman que son una especie nueva de homínidos desconocida hasta ahora, que ellos han bautizado Australopithecus sediba. Es más, Berger y sus colegas plantean que esta especie bien podría encajar en la línea ancestral humana, representando una transición entre los antiguos australopitecos y los primeros individuos del género Homo. Otros expertos (unos 60 científicos han visto ya los nuevos fósiles) prefieren situar A.sediba como una rama lateral -extinguida- a la línea evolutiva humana. De cualquier forma, se trata de un hallazgo sensacional, coinciden unos y otros, que proporciona rica información sobre los ancestros del hombre hace dos millones de años.

"Estos fósiles nos dan una visión extraordinariamente detallada de un nuevo capítulo de la evolución humana, convirtiéndose en una ventana abierta hacia un período clave en el que los homínidos hicieron el crítico cambio desde su dependencia de la vida en los árboles a la vida en el suelo", explica Berger (Universidad Witwatersrand, Suráfrica). "A.sediba presenta un mosaico de rasgos de un animal que se siente cómodo en los dos mundos".

Los dos esqueletos de A.sediba (que significa manantial o fuente en la lengua Sotho de la región) se presentan en la revista Science, que ha rechazado el nombre del joven Matthew entre los firmantes del artículo oficial.

Los científicos han encontrado ya huesos fósiles de al menos otros dos individuos (un niño y otra mujer) de la misma especie en el yacimiento, pero aún no han acabado de estudiarlos y no se dan a conocer de momento.

La hembra y el joven cuyos esqueletos bien conservados se presentan ahora medirían 1,27 metros (aunque el chico seguramente crecería aún algo más); ella podría pesar 33 kilos y él, 27; tenían un cerebro pequeño (unos 420 ó 450 centímetros cúbicos frente a los 1.200-1.600 centímetros cúbicos del nuestro), dientes caninos pequeños, brazos largos, manos fuertes, pelvis avanzada y extremidades inferiores largas. Desde luego caminaban -y seguramente corrían- erguidos. Los fósiles han sido datados mediante diversas técnicas entre 1,95 y 1,78 millones de años. De la cronología y del estudio del entorno del yacimiento se ha ocupado un equipo dirigido por Paul Dirks (Universidad James Cook, Australia). Uno de los cráneos está todavía incrustado parcialmente en un trozo de roca, pero los investigadores han decidido no extraerlo por el riesgo de que se pueda romper, pero lo han estudiado con detalle en el sincrotrón europeo ESRF y han obtenido así una reproducción óptima.

Berger y Dirks empezaron su investigación explorando, con la ayuda de Google Earth, una zona de cuevas, Malapa, cerca de Johanesburgo. El fósil que encontró Matthew y el resto estaban en cavidades con sedimentos, y los investigadores han reconstruido el escenario de la muerte de aquella hembra y aquel joven hace casi dos millones de años. Debieron caer, junto con otros animales, a una cueva profunda y luego fueron arrastrados hasta un lago subterráneo. Tal vez era una época de sequía y los animales se acercaban al agua. Los esqueletos, al estar fuera del alcance de animales depredadores, se conservaron muy bien. Por la disposición de los fósiles en el sedimento, los expertos no descartan que los dos homínidos murieran a la vez o muy cerca en el tiempo.

A. sediba entra directamente en los libros y en los debates de los paleontólogos acerca de la evolución de las especies ancestrales humanas. Estos fósiles tienen aproximadamente un millón de años menos que el famoso esqueleto Lucy, una hembra de Australopithecus afarensis considerada una remota antepasada de la humanidad. Pero 1,9 millones de años tiene el Homo erectus, considerado un antepasado del Homo sapiens, con el que los nuevos esqueletos comparten algunos rasgos. La cuestión es si los individuos de A.sediba son los supervivientes de australopitecos anteriores (A.africanus) que al final se extinguieron, mientras evolucionaban las línea Homo, o si se trata de una especie de transición entre esos australopitecos previos y el H.erectus, como sugieren sus descubridores.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Sen-en-Mut y la cámara secreta

CÉSAR ANTONIO MOLINA 24/04/2010 http://www.elpais.com/

En Deir el-Bahari, a los pies del Dyeser-Dyeseru (el templo funerario o templo de millones de años mandado construir por la reina Hatshepsut), se encuentra la capilla subterránea que excavó el arquitecto Sen-en-Mut, valido y amante de la soberana. El mayordomo de Amón pertenecía a una familia media egipcia. Formó parte de las tropas de Tutmosis I que lucharon contra Nubia. Luego fue nombrado gobernador de la Casa de la hija del faraón, es decir, se convirtió en el maestro y preceptor de la princesa. Él tenía 35 años y ella 14. Llegó a poseer cerca de un centenar de títulos. No tuvo ni esposa ni hijos. Fue en todo fiel a Hatshepsut. Murió probablemente antes que ella. A partir de ese momento, la reina comenzó a perder todo su poder en favor de Tutmosis III, su sobrino. La reina gobernó Egipto durante 21 años (desde 1478 hasta 1458 antes de Cristo). La labor destructora de su memoria por parte del sucesor fue terrible. Incluso la hizo desaparecer de la lista de los faraones. ¿Asesinada? Probablemente no, pero sí apartada, relegada.
Sen-en-Mut siempre estuvo junto a Hatshepsut. Ella era hija de Tutmosis I (1524-1518). Cuentan que era tan bella como Nefertiti. Se casó con su hermanastro Tutmosis II, que reinó del 1518 al 1504 antes de Cristo. Enviudó muy pronto y, debido a la juventud de Tutmosis III (uno de los más grandes faraones de todas las dinastías egipcias), asumió la regencia. Tuvo dos hijas. La primera, Neferu-Ra, aparece muy representada junto a su supuesto padre Sen-en-Mut. Ambas hermanas -seguramente del mismo progenitor- se casaron con Tutmosis III. La segunda, tras morir la primera.
Los arqueólogos españoles Teresa Bedman y Francisco Martín han estado trabajando en este lugar durante los últimos años. Teresa decide esperarnos fuera, mientras Francisco inicia el descenso conmigo. La luz del día penetra hasta muy avanzada la caminata. Pisamos sobre una estructura escalonada de madera con pasamanos. De repente, las tinieblas. "Estoy entre las tinieblas, como ciego", diría Rilke. Pasos más abajo, la ingeniería del hombre moderno da paso a los viejos escalones térreos de los antiguos egipcios. Bajamos en silencio, y cuando estamos en el muro norte, a la altura del resbaladizo octavo escalón, antes de descender a la primera cámara, mi guía enfoca su linterna contra la pared. Surge entonces de improviso el rostro de un hombre. Nos mira fijamente. El autorretrato que lleva allí impertérrito desde hace más de tres milenios fue dibujado con tinta negra sobre una superficie estucada. Cuatro líneas rojas formando una cuadrícula lo enmarcan. Quizá el busto vigila la entrada. El anfitrión se presenta al huésped, al desconocido, al visitante del futuro y le pide que sea respetuoso con el lugar que guarda su memoria. Los jeroglíficos enfrentados al rostro reproducen el nombre de Sen-en-Mut y añaden uno de sus títulos más queridos, "mayordomo de Amón".
Pocos espacios me han causado tan profunda emoción. La cámara, según Francisco la va iluminando, es de una belleza inusitada. Allí nos dejamos acunar bajo el mismo cielo de otra época: estrellas, constelaciones, planetas, los círculos lunares que muestran los 12 meses del calendario egipcio. Inscripciones jeroglíficas, dibujos, textos religiosos. Además, hay diferentes referencias a Hatshepsut. Estamos bajo un techo astronómico, en una capilla que contiene el más antiguo mapa celeste. Con esta guía del cielo nocturno se fijan los momentos exactos para ser leídos los fragmentos de los textos religiosos de las paredes. Francisco se sitúa con la linterna en el centro de la sala como si fuera un sol oculto por las tinieblas. Yo doy vueltas como un planeta sin rumbo. Enumera pormenorizadamente todos los simbolismos y añade algo de nuevo emocionante. Las mediciones actualizadas han permitido comprobar que, según este plano, la Osa Mayor se encuentra situada en el exacto lugar o declinación que le correspondería en el cielo bajo el cual Sen-en-Mut vivió. ¡Qué privilegio encontrarnos bajo el amparo de ese mismo decorado que el arquitecto vio hace miles de años!
Probablemente Sen-en-Mut construyó este hipogeo para enterrarse. Luego no fue así, pues su verdadera tumba está cerca del templo de Dyeser-Dyeseru (aunque se desconoce, finalmente, dónde fue enterrado). Por las medidas del corredor y las estancias no parece que aquí pudiera caber un sarcófago del tamaño correspondiente a la importancia de este personaje. Teresa y Francisco piensan que, en realidad, lo que hizo Sen-en-Mut fue construir una capilla extraordinaria semejante a las de Dyeser-Dyeseru. Bajo el templo de Hatshepsut, el arquitecto y político más poderoso de su tiempo tenía un lugar secreto donde se transformaba en un igual a los faraones. Allí estaba su biografía, allí estaba representada la devoción hacia Hatshepsut y las plegarias para resucitar en el otro mundo.
Bajamos a la otra cámara. Esta estancia carece de decoración, aunque hay algunas marcas y grafitos. A pesar de que es un espacio desolado, produce una sensación aún más misteriosa, pues estamos ya en las profundidades. Desde la puerta de entrada habremos caminado unos 50 metros. El profundo silencio y la densa oscuridad se hacen cada vez más espesos. Sin embargo, no siento ni frío ni calor. Aún queda una tercera y última sala más hundida. Llegamos a ella descendiendo por una rampa. El mayordomo de Amón navegaba eternamente en la barca de Ra (el gran dios responsable del ciclo de la muerte y la resurrección) a través del firmamento simbolizado en la forma abovedada del techo. Aquí se termina la construcción. Es un callejón sin salida. Ahora estamos justo debajo de la primera terraza del templo de millones de años de Hatshepsut.
Herbert Winlock hizo este hallazgo en 1927. No le dio mucha importancia. Tampoco llegó a limpiarlo, restaurarlo, interpretarlo y ponerlo en valor como lo han hecho Teresa y Francisco. Winlock empaquetó alguno de los objetos que encontró y se los llevó al Museo Metropolitano de Nueva York.
Hemos llegado al final del viaje al Más allá y reemprendemos ahora la ascensión. "Darkness before, and danger's voice behind", es un verso de Wordsworth (con la oscuridad delante y la voz del peligro detrás). La rampa y escaleras se muestran resbaladizas como si no quisieran desprenderse de nosotros. Cada uno se emplea a fondo en esta escalada. Yo voy delante y me apresuro. Llego a la superficie jadeando. Teresa está de guardia sentada bajo una lona blanca. Al verme se levanta, se acerca nerviosa y me mira con expectación. Yo sonrío y la abrazo.
El trabajo de Teresa Bedman y Francisco Martín ha sido extraordinario. Dos conciudadanos han empleado parte de su vida en recomponer minuciosamente la memoria de dos grandes personajes y amantes a quienes quisieron borrar de la historia. Teresa, Francisco, Sen-en-Mut, Hatshepsut, todos contemporáneos en la tierra o en el más allá. Ellos vivos gracias a nuestros arqueólogos, los arqueólogos vivos gracias a su eternidad.