martes, 23 de febrero de 2010

Nefertiti no era la madre del rey

Momia de la madre de Tut y, detrás, la de su abuela Tiye. AP.


Zahi Hawass, en el Museo Nacional de El Cairo. AP.

NURIA TESÓN. ELPAÍS.com 18/02/2010

Los ojos de la arqueología mundial estuvieron ayer por la mañana fijos en el Museo de El Cairo sobre tres cadáveres momificados. Allí, ante más de un centenar de periodistas y tres vitrinas cubiertas con lienzos, el doctor Zahi Hawass, secretario del Consejo Superior de Antigüedades egipcio, presentó los resultados del análisis de ADN del chico de oro, el faraón de la XVIII Dinastía Tutankamón.
Poco quedaba por desvelar después de que el día anterior apareciera en el Journal of the American Medical Association (JAMA) un detallado artículo firmado por 17 científicos con el propio Hawass a la cabeza, pero son muchos los misterios que rodean al joven faraón y su muerte (falleció a los 19 años), y alguno fue desvelado mientras las cámaras de medio mundo enfocaban al egiptólogo del sombrero de Indiana Jones. Con grandes alharacas y tras amenazar con marcharse si no lograba el silencio que el momento requería, Hawass anunció que se había identificado a los padres de Tutankamón (lo que se había sabido el día previo), y que basándose en esos análisis su padre sería el célebre Akenatón.
Alguien quitó el lienzo que cubría la vitrina en la que reposa la momia KV55, ahora identificada como Akenatón (se ha sabido que murió entre los 45 y los 55 años por lo que, según Hawass, no hay duda de que sea él), mientras el jefe de los arqueólogos desgranaba las grandezas del faraón que proclamó por primera vez un dios único. Acto seguido, mientras la tela que ocultaba la momia KV35YL caía, Hawass aseveró que "sin ningún género de dudas la madre del rey Tutankamón no fue Nefertiti", la esposa del faraón de Amarna, sino "una de las hermanas del rey".
La historia tiene tintes de culebrón y para entenderla hay que viajar al Valle de los Reyes. Allí, en la tumba KV35, el francés Victor Loret encontró en 1889 las momias de una mujer mayor con pelo (KV35EL), que Hawass señaló como la de la reina Tiye (también de cuerpo presente en la segunda vitrina), y otra, la KV35YL, perteneciente a una mujer más joven y que fue identificada en su día por la británica Joann Fletcher como la de Nefertiti. Con los análisis de ADN en la mano, Hawass puso las ramas del árbol genealógico de Tutankamón en su lugar: "Hemos confirmado que la anciana con cabello fue la esposa de Amenofis III, madre de Akenatón y la abuela de Tutankamón. Mientras que la momia de la mujer joven que pensábamos que era Nefertiti es la madre de Tut, pero es también hija de Amenofis III y la reina Tiye, por tanto es su hermana y no puede ser Nefertiti".
Esta consanguinidad pudo ser causa de las muchas dolencias que aquejaron a Tutankamón. Hawass negó con rotundidad que su muerte fuera un asesinato y la atribuyó a los "múltiples problemas de salud" del joven rey.
"Vamos a escribir una nueva historia sobre la familia real", confirmó Hawass. "Podemos decir que se está iniciando una nueva etapa en la egiptología. Este equipo egipcio que estudia las momias reales está rubricando una nueva página en la historia del Antiguo Egipto", concluyó.
Empezando por el faraón Tutankamón y sus achaques. Un rey que desde ayer deja una imagen maltrecha: la de un hombre cojo, con deformidades en los pies, una rara afección ósea, la enfermedad de Köhler que le provocó necrosis en los huesos, y malaria, para más inri. Aunque, según Hawass, "estas enfermedades ponen sobre él un nuevo halo de misterio". Para el arqueólogo, "Tutankamón es todavía el chico de oro y por esa debilidad la gente le querrá más". Todas las pruebas arqueológicas, recalcó, "demuestran que usaba muletas o bastones (se encontraron 130 en su tumba), que no podía levantarse para disparar con el arco... y gracias al ADN sabemos que tenía malaria y los huesos muy débiles, pero su magia no va a decrecer por ello".

martes, 16 de febrero de 2010

Así era el dormitorio de un neanderthal

Zona de dormitorio en el yacimiento Abric Romaní de Barcelona / IPHES
Reconstrucción de un neandertal / ABC


ABC.es 16/02/2010

Numerosos científicos, entre los que se encuentran el reconocido antropólogo Eudard Carbonell, avalan la teoría de que los neandertales eran mucho más sofisticados e inteligentes de lo que se creía. Un nuevo estudio viene a aportar un dato más que confirma esta hipótesis. Los neandertales distribuían el espacio de sus viviendas y reservaban el más protegido y caliente como uso exclusivo para domir y descansar: su propio dormitorio. Hasta ahora, este tipo de habitaciones sólo habían podido ser documentadas en lugares utilizados por la especie Homo sapiens.
La investigación ha sido realizada por científicos del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (PHES) y aparece publicada en la revista Current Anthropology. Los expertos sugieren que los grupos neandertales que vivieron en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) hace 55.000 años tenían una habitación reservada al descanso, de manera similar a cómo lo hacen actualmente las sociedades cazadoras recolectoras. El cuarto, de unos diez o quince metros cuadrados, estaba situado en la zona más interna y protegida. En él cabían unos seis u ocho individuos. Ahí no se hacía más que dormir. Queda claro que no se trababaja, ya que no existe presencia de industria lítica -no hay señales de confección de instrumentos ni fósiles de fauna-, ni se cocinaba. Sin embargo, sí se ha detectado la presencia de consumo de «snacks» a partir de las sobras de una anterior comida, como los más glotones se llevan una galleta o una chocolatina a la cama.
El hallazgo «es un hecho poco contrastado en especies anteriores en el registro mundial y posiblemente el nivel N del Abric Romaní sea uno de los pocos casos bien documentados atribuidos a los neandertales», ha asegurado Josep Vallverdú, investigador del IPHES. Según los científicos, en el área de dormitorio se han identificado cinco estructuras de combustión ubicadas en intervalos de un metro, un patrón parecido al de las poblaciones modernas. La forma de hacer fuego en esta habitación era diferente al resto. En el cuarto las estructuras de combustión se hacen siempre encima de la anterior, generan poco residuos y muchos sedimientos quemados. En otras áreas, las fogatas se yuxtaponen lateralmente y tienen espesores importantes de residuos de combustión.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Un esquimal de hace 4.000 años

Ilustración de Inuk, un esquimal de Groenlandia cuyo genoma se ha secuenciado. Nuka GodfrendsenArpones hallados en el yacimiento del esquimal Inuk, de hace 4.000 años.- BJARNE GRONNOW

MALEN RUIZ DE ELVIRA 10/02/2010 ELPAÍS.COM
El genoma de un hombre preservado en hielo en Groenlandia revela sus rasgos y origen

Un hombre que murió hace 4.000 años y cuyos restos se conservaron durante todo este tiempo congelados en el suelo, como los de los mamuts, ha desvelado muchos de sus rasgos ahora, cuando se ha secuenciado su genoma a partir de su pelo. Estudiando su material genético, los investigadores han averiguado, entre otras cosas, que este miembro de la cultura Saqqaq, la primera de la que se tiene constancia que vivió en Groenlandia, no era blanco de piel, tenía los ojos castaños y el pelo oscuro y fuerte. También tenía el grupo sanguíneo A + y tendencia marcada a la calvicie, y se alimentaba básicamente de recursos marinos, como peces y quizás ballenas.
Además, la información genética les ha revelado que el origen de este humano antiguo, que han bautizado Inuk, estaba en Siberia oriental. Aún sin poder asegurar que se trata de un individuo representativo de la población de la zona en aquella época, este dato indica que América del Norte fue habitada hace unos 5.500 años por una oleada migratoria procedente del este de la que no se tenía constancia hasta ahora. Esta oleada fue anterior a aquellas posteriores de las que descienden los actuales esquimales e indios americanos.
A los estudiosos les interesa mucho esta vía genética de investigación porque se conocen muy pocos restos de estos primitivos habitantes del ártico americano. En el mismo yacimiento se han hallado arpones y otras herramientas. El trabajo ahora publicado en Nature indica que se pueden utilizar los datos del genoma para conocer rasgos físicos y demográficos de individuos y poblaciones de culturas extintas.
Hasta ahora los análisis de restos humanos antiguos o muy antiguos se han hecho a partir de huesos o piel, como en una momia egipcia y en neandertales. Estos tejidos tienen el problema de que suelen estar contaminados con ADN de bacterias y hongos, así como, en muchos casos, con material genético humano moderno, explican los autores del estudio, liderados por la Universidad de Copenhague. Sin embargo, los análisis de restos de mamuts conservados en permafrost en Siberia y otros lugares ya habían mostrado que el ADN del pelo se conserva prácticamente sin contaminación.
Las técnicas modernas, derivadas del hito tecnológico que supuso la primera secuencia completa del genoma humano en 2000, han permitido ahora generar el genoma casi completo del esquimal, con mucha mayor calidad y detalle, y en mucho menos tiempo, de lo que se podría haber hecho hace 10 años.

domingo, 7 de febrero de 2010

¡Viva el Rey! ¡Abajo el Imperio!

JOSÉ MIGUEL LARRAYA 02/02/2010 ELPAÍS.COM
¿Libertadores épicos o estereotipados? - Una oleada de libros indaga en el proceso de las independencias latinoamericanas en su bicentenario.

"La desaparición del imperio español, si se parece a algo, es al fin del imperio soviético en 1989", afirma Manuel Lucena Giraldo, autor de Naciones rebeldes (Taurus). "Se deshizo desde el centro a la periferia". Doctor en Historia, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y profesor visitante en Harvard, Lucena Giraldo es uno de los muchos especialistas que fijan en estos tiempos su interés en el proceso libertador de Latinoamérica. La ocasión editorial lo merece.
La revolución cumple 200 años. Concretamente, el 19 de abril, aniversario de la creación de la Junta Suprema de Caracas, fecha señalada por la mayoría de los historiadores como el arranque de un proceso que culminaría 14 años después en el campo de batalla de Ayacucho, Perú, y que puso fin a la presencia de la monarquía española en el continente americano. Naciones rebeldes es una de las aportaciones más lúcidas de cuantas inundan las librerías. Una lista que incluye un clásico de la literatura histórica británica, Los libertadores, de Robert Harvey (RBA).
El libro de Harvey se centra en las biografías de siete personajes que tuvieron papeles importantes en las luchas por la independencia: Simón Bolívar, que soñó con una América unida; el precursor, conspirador y revolucionario Francisco de Miranda; el héroe argentino José San Martín; el prócer chileno Bernardo O'Higgins; el emperador mexicano Agustín de Iturbide; el rey de Brasil Pedro I; y Thomas Cochrane, almirante, aventurero y héroe en Chile y Brasil. Son más de 500 páginas de prosa brillante y amena.
Una estructura que recuerda a la obra del cubano Rafael Rojas Repúblicas de aire (Taurus), que se alzó con el I Premio de Ensayo Isabel Polanco con un inspirado retrato de los primeros republicanos del continente. Una mirada más en profundidad sobre el proceso es lo que ofrece Las independencias de América (Catarata), de Manuel Chust e Ivana Frasquet. O el libro de Lucena Giraldo, que se refiere al derrumbe del Antiguo Régimen por la invasión napoleónica y al surgimiento del liberalismo que nació en las Cortes de Cádiz y se extendió por buena parte de América.
Manuel Chust, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Jaume I de Castellón, abunda en esa corriente de la historiografía que ha abierto un debate sobre la supuesta inevitabilidad de las independencias, que valora los aportes de la historia económica y social y procura el "desmonte del culto a los héroes".
Y culto a esas heroicidades es lo que inspira Los libertadores, de Harvey, autor de un buen número de biografías y ensayos de historia militar y política. Su espléndida narración de la lucha por la independencia desde 1810 a 1830 tiene como protagonista indiscutible a Simón Bolívar. Su audacia militar, pese a su falta de experiencia previa, su visión estratégica y su brillante pluma quedan bien reflejadas en el libro. Tres personajes le acompañan en esta gran aventura: Francisco de Miranda, venezolano como él, militar español, agente inglés, revolucionario en Francia, y el gran animador de la lucha por la independencia. El argentino José de San Martín, oficial español que combatió a los franceses en Bailén y que después creó el ejército de los Andes, clave en la independencia de Argentina, Chile y Perú. Y Bernardo O'Higgins, hijo de un militar irlandés que sirvió al servicio de la Corona española, fue virrey de Perú y padre de la patria en Chile.
En ese cuadro de audaces conspiradores, siempre auspiciados discreta o explícitamente por la Corona británica, no podía faltar un marino como Thomas Cochrane, capitán de navío, tan valiente como turbio en su peripecia vital, cuya leyenda sólo es superada, en esa época, por la de Horatio Nelson. Los dos restantes libertadores son de un perfil diferente: Pedro de Braganza, rey de Brasil, el más "insólito", el único que pertenecía a una familia real, y el general Agustín de Iturbide, que proclamó la independencia sin disparar un tiro, relegado hoy en la memoria mexicana en favor del cura Hidalgo, que el 16 de septiembre de 1810 enarboló un estandarte con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México, en el que se leía: "Viva la religión. Viva nuestra madre santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno". Fue llamado el Grito de Dolores, que se celebra como el inicio de la independencia.
Pero el problema de los relatos épicos es la tendencia a establecer estereotipos. Manuel Lucena Giraldo, en Naciones rebeldes, que figuró entre los libros de historia del año en el The Times Literary Supplement, señala que los relatos dedicados a edificar una mitología nacional son una versión de las élites blanca y criolla. "Los peninsulares, malos, rencorosos y avariciosos, agravian a los americanos, buenos y virtuosos", sería el estereotipo más convencional, versión de la leyenda negra española.
En su ensayo destaca que el optimismo que animó el cambio político frente a la crisis del imperio español tiene actualidad. "Si se intentan superar los sólidos lugares comunes que cimientan el excepcionalismo latinoamericano, centrado en la idea del fracaso permanente frente al éxito de Estados Unidos, Europa y demás primeros mundos, el mensaje del bicentenario radica en que existe un nuevo futuro posible, porque así ocurrió en el pasado".
Los procesos revolucionarios de esa época, según Manuel Chust, van a afectar a las monarquías absolutistas y las van a abocar a su disolución. Por ello, Lucena Giraldo no comparte la opinión de una política venezolana de que España no tiene nada que decir en el bicentenario: "Los españoles tienen algo que decir porque de ese imperio venimos 22 repúblicas latinoamericanas y una monarquía parlamentaria europea, que es España".